IV. Lazos rotos

353 32 2
                                    

IV
Lazos rotos

• ────── ✾ ────── •

Desde que se había convertido en Pilar, Sanemi se había trasladado y vivido siempre en el mismo lugar. Había convertido aquella residencia en el hogar que dejó atrás, cuando no era más que un niño. Cuando estaba en casa, Himejima lo visitaba a diario y lo fastidiaba con sus plegarias y oraciones, Kocho insistía en plantar flores por todo el patio; cada vez que lo visitaba, Uzui se pasaba la tarde hablando de que sus cuartos no eran lo suficientemente extravagantes.

A pesar de que los cazadores ya no existían más y él no era realmente un Pilar, Sanemi seguía viviendo en ese mismo lugar. Era su hogar, o así lo creía antes. Pero ya no tenía nada de lo que antes poseía, ni siquiera esas cosas que tanto le fastidiaban. Ya no tenía rezos ni flores, nada brillante o extraño. Ni siquiera el bastardo de Tomioka estaba cerca para mortificar su maldita existencia.

Estaba solo.

Desde su ataque de ira en el patio, durante semanas, meses incluso, nadie de la residencia pudo verlo directamente a la cara. Le traían sus comidas directamente a la habitación y evitaban todo contacto con él, incluso dirigirle la palabra más de lo estrictamente necesario.

¿Quiénes eran esas personas, de todas formas?

Trabajaban para la familia Ubuyashiki, no tenían obligación alguna de hablarle o llevarse bien con él.

No tenían ninguna relación con él...

Estaba harto de ese lugar.

Todo en esa casa no eran más que malos recuerdos. Necesitaba escapar, salir de ahí. Necesitaba respirar. Así que decidió irse. Tomó unas pocas pertenencias, dinero y se marchó.

Se dirigió primero a la residencia Ubuyashiki para hablar con el señor Kirito e informarle. El hijo de su antiguo patrón seguía siendo un niño, en lo que respectaba a su apariencia física, pero Sanemi todavía se sentía en deuda con él.

Kirito lamentó su decisión de marcharse, aunque Sanemi le asegurara que su viaje no era definitivo.

—Si te sientes cansado, puedes buscar las casas con la marca de la flor de glicina —le dijo el muchacho, sentado a algunos metros de él—. No tienes que andar sin rumbo. No estás solo, Sanemi.

Sanemi le agradeció bajando el rostro, pero no dijo nada más.

Mientras miraba caminaba por el bosque, se preguntó si era normal extrañar a Kaburamaru, y si el animal estaría bien con la niña de las flores.

• ────── ✾ ────── •

¡Hola!

Pues ya vamos en la parte 4, ¡quién lo diría! A pesar de que tengo la historia planeada para cada drabble, es más duro de lo que pensé el escribir 500 palabras jaja.

Bueno, ya nos leeremos en el quinto :)

¡Saludos~!

ResilienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora