XVIII. Frente al espejo

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XVIII
Frente al espejo

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Sanemi entró a la cocina y se encontró con Hinatsuru mientras ésta preparaba el almuerzo, pero había también otra pequeña visita en el lugar.

Sin poder evitar mostrar la extrañeza en su rostro, Sanemi se adentró en la habitación con la vista fija en el extraño visitante, quien le devolvía la mirada desde la mesa. El albino se acercó, sin embargo, el gorrión se alejó de él dando pequeños saltos sobre la madera.

—Aún no tiene nombre, Nezuko-chan todavía no ha podido pensar en uno —comentó Hinatsuru, pendiente del estofado—. Aún falta para que la comida esté lista.

—No, vine a preguntar si necesitabas ayuda. Es probable que el grito de Suma se escuchara hasta en el pueblo.

Hinatsuru suspiró. Mientras Suma discutía con Makio por algo que no había terminado de entender, había terminado cortándose con un cuchillo, y el chillido de su voz todavía le tenía algunos sentidos un poco nublados. Quizá por eso el pequeño gorrión también estaba intranquilo.

—Si pudieras ayudarme con esas, te estaría muy agradecida. —La mujer le señaló unas papas sobre la mesa y, ante el asentimiento del muchacho, le extendió un cuchillo. Sanemi dudó unos segundos antes de extender su mano izquierda—. Gracias. Por ahí hay una fuente con agua.

Sanemi asintió y tomó la fuente en cuestión, dejándola sobre la mesa junto a los vegetales que debía pelar. Con el líquido en calma, el albino pudo ver con claridad su reflejo en la fuente, y por alguna razón, las cicatrices que surcaban su rostro le parecieron más notorias que de costumbre.

Mientras se veía a sí mismo se preguntó si sería a causa de su aspecto que aquel pequeño gorrión había escapado de él en primera instancia, pues su rostro era muy diferente del de aquella joven que llevaba unos días cuidándolo.

¿Sería esa la razón?

Por supuesto, si se comparaba también con Hinatsuru, el resultado podría ser el mismo, pero se preguntó si el animal habría actuado de igual forma ante la escandalosa de Suma o la violenta de Makio especialmente después del incidente que tuvo lugar hace unos minutos. Si mal no recordaba, Uzui estaba buscándole algún accesorio extravagante, aunque Sanemi dudaba que un gorrión fuera capaz de llevar algo tan pesado como las joyas que le gustaba lucir a su antiguo compañero, sobre todo si todavía no era capaz de volar.

¿Cómo hubiese reaccionado el ave a sus antiguos compañeros?

Himejima probablemente también le habría provocado un ataque al pequeño animal, era alguien demasiado grande a pesar de sus buenas intenciones. Iguro, aunque más pequeño que el antiguo pilar de piedra, estaba siempre en la compañía de Kaburamaru, y eso quizá podría asustar al gorrión. No estaba seguro de cómo podría haber reaccionado a Rengoku o a Kocho, pero Kanroji seguramente se habría unido a Nezuko para cuidarlo. Sanemi recordaba que la cuervo de Tokito era odiosa, pero lo quería bastante, así que era probable que Muichiro también se llevara bien con él.

Tokito tenía un rostro agradable, era también mucho más joven que él. ¿Tenía acaso la misma edad que Nezuko? ¿Cómo se habían llevado esos dos en el escaso tiempo que estuvieron juntos?

Sanemi se miró los dedos mutilados, las cicatrices que le recorrían cada centímetro de la piel. Nunca le importó el daño que se causaba, nunca le tuvo cuidado a los cortes que se hacía. ¿Por qué ahora reparaba tanto en su aspecto?

Durante los siguientes minutos sólo se escuchó el sonido del agua hervir y de los ocasionales saltos del gorrión sobre la mesa, que con cada papa pelada se animaba más a acercarse al antiguo cazador. Cuando todas fueron peladas, sólo quedaban esos pequeños ojos oscuros que le miraban. Sanemi extendió su mano con lentitud y el ave no se alejó, por lo que pudo acariciar suavemente su cabeza antes de dejar el cuchillo a un lado y tomar la fuente que contenía sus vegetales sin cáscara.

—¿Shinazugawa-san? —llamó Hinatsuru, quizá por tercera o cuarta vez, viéndolo sostener la fuente y no realizar ningún otro movimiento—. ¿Todo bien?

—Sí, lo siento.

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