XII. Bienvenida

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XII
Bienvenida

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Si bien Uzui había admitido que la visita de Tomioka también había sido coordinada con la suya para que ellos, que alguna vez fueron pilares, volvieran a verse, el pelinegro se había sumado al viaje que seguirían los visitantes que había llegado a la finca de manera inesperada.

Lo cierto es que Giyuu se encontraba satisfecho con su visita: había conseguido comer ohagi junto a todos, y creía que Shinazugawa se encontraba en buenas manos. También confiaba en que el cuervo de Uzui lo mantendría al tanto durante las próximas semanas, porque no podía hacerlo del todo en su propio animal.

Zenitsu e Inosuke se encontraban discutiendo en el patio, pues algo había roto mientras movían algunas cosas y se estaban culpando mutuamente. Por su parte, Uzui escuchaba atentamente a Tanjiro, quien le comentaba sobre la ruta de viaje que seguirían por los próximos días, ignorando todo el bullicio que se estaba dando a sólo unos cuantos metros de ellos, seguro de que en cualquier momento llegaría Makio a imponer orden.

Sanemi y Tomioka se encontraban entre ambas parejas, disfrutando de un poco de té, de la briza matutina y de la energía de los jóvenes. Estaban en un silencio extraño, pues a pesar de ser Giyuu una persona de pocas palabras, Shinazugawa era más reacio a guardar silencio en su presencia, y era capaz de buscar la más mínima pelea con tal de escuchar otra voz que no fuera la suya o la de ese animal emplumado.

—¿Cuánto tiempo te quedarás aquí, Shinazugawa-san? —preguntó Tomioka.

Pero el albino no lo tenía del todo claro. Había aceptado quedarse, diciéndose que lo hacía para que Uzui dejara de fastidiarlo, pero no sabía cuánto tiempo aguantaría en ese lugar.

—¡Tanjiro-kuuun! —La voz de Suma llegó a la habitación desde el pasillo interior, y tanto Sanemi como Giyuu voltearon sus rostros para ver a la mujer aparecer con lágrimas en los ojos—. ¿Cómo es eso de que ya se van? ¡Por qué siempre soy la última en enterarse de estas cosas!

Tanto Hinatsuru como Nezuko venían tras ella, tratando de calmarla, pero la mujer no quería dar su brazo a torcer, y se quejaba tanto con su esposo como con el muchacho, tomando a este último por los hombros para sacudirlo como quien sacude una hoja de papel.

—¡Quédense unas semanas más!

—N-no podemos... Te-tenemos qu-que viajar...

—Suma-san... —Nezuko tenía tal terror en el rostro que parecía creer que su preciado hermano sería decapitado por aquellas violentas sacudidas.

—Oye, Suma, cálmate... —Incluso Uzui parecía preocupado de la integridad física del muchacho.

—¿Qué tal si yo me quedo por unas semanas más?

El ofrecimiento de la joven, impulsado por su desesperación, tuvo el efecto deseado en la mujer, y Tanjiro finalmente pudo verse libre de tanto movimiento, pero Nezuko no pudo ir a revisar a su querido hermano, pues Suma se había abalanzado contra ella y la abrazaba, feliz de cumplir su cometido.

Sanemi miró a Tomioka.

—Creo que podría quedarme algunas semanas.

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