VI. Cuatro paredes

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VI
Cuatro paredes

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El olor a ceniza inundaba el ambiente.

Sanemi abrió los ojos y lo vio. Genya se desintegraba frente a él, frente a sus ojos, los mismos que lo había visto nacer y crecer. ¿Por qué? ¿Por qué Genya se desintegraba como si fuera un demonio? Su propia voz le desgarró la garganta. ¡Qué estaba pasando! No, ¡no! ¡Que alguien lo ayudara, por favor! ¡Genya estaba...! No soportaba verlo así, por favor, alguien, quien sea, necesitaba ayuda...

—Hermano... —murmuró Genya. Su voz era débil, demasiado débil.

—¡Estarás bien! —se apresuró él—. ¡Haré algo al respecto, Nemi hará algo al respecto!

Los ojos de Genya se llenaron de lágrimas. Sanemi entendía el porqué. Ni siquiera él recordaba cuándo había sido la última vez que Genya lo había llamado así.

—Nemi... —dijo el menor, sintiendo el peso de la palabra—. Lo siento... En ese entonces, lo siento... Yo te culpé... Lo siento, por haber sido una carga.

—¡Nunca fuiste una carga! ¡Nunca! ¡No mueras! ¡No puedes morir antes que yo! —gritó Sanemi. No podía, Genya no podía morir antes que él. Genya tenía que vivir, tenía que ser feliz y vivir tranquilo, lejos de todo eso.

—Gracias por... cuidar de mí.

—¡¿Le llamas a esto cuidar de ti?! ¡Idiota! ¡Ahhh, mierda!

¿Por qué? ¿Por qué se había unido a los cazadores? ¿Por qué no se había marchado cuando le dijo que lo hiciera? ¡Por qué había insistido con seguirlo! ¿Por qué, maldita sea, por qué no había aceptado su disculpa para que se marchara? Si hubiese aceptado su puta disculpa ahora no se estaría deshaciendo frente a sus ojos.

—Nemi... Yo quería cuidar de ti... Como tú siempre intentaste cuidar de mí... Nosotros, nos sentimos igual... Nosotros somos hermanos, ¿sabes?

¿Qué clase de pregunta de mierda era esa? Por supuesto que eran hermanos. Genya, por favor, no te rindas, sólo un poco más...

—Tú... la pasaste realmente mal. Y yo quiero que tú... seas feliz. No quiero que mueras. —Sanemi apenas podía escuchar el murmuro de su voz, apenas podía verlo, ya casi no quedaba nada de Genya entre sus manos—. Porque mi Nemi es... la persona más amable... del mundo.

—¡Te lo ruego, Dios! ¡Por favor, por favor! ¡No te lleves a mi hermano pequeño!

Pero Dios no lo escuchó. No importó cuánto rogó, gritó, o cuánto lloró. Genya se mezclaba con el viento.

Sanemi se despertó de golpe.

El techo de la habitación le dio la bienvenida al mundo de los vivos.

La vela que había encendido para pasar la noche todavía ardía, no había pasado mucho tiempo desde que había decidido juntar sus párpados. El sudor le bajó frío por la frente y la espalda, los latidos acelerados de su corazón le retumbaban en los oídos. Se tocó el rostro y se descubrió las mejillas húmedas. Contuvo el quejido que quiso escapar de su pecho.

¿Por cuánto tiempo más lo seguirían atormentando los recuerdos?

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¡Hola!

¿Cómo se sintieron ustedes al leer ese capítulo (el 179, por si alguien quiere ir a leerlo nuevamente)? Yo creo que lloré como Magdalena, ese capítulo fue pura tristeza para mí :(

¡Nos leemos pronto~!

ResilienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora