CAPÍTULO II: EL PLAN

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Parecía recordar la gran hazaña de ayer ya que hasta recién levantado y habiendo pasado unas largas horas, mi hermano seguía manteniendo esa sonrisa triunfal sin que nada pudiera haberla borrado de su rostro. ¡No me quedaba otra, ya estaba decidido!

Agarré el móvil mandando un mensaje a aquel chico, debía explicarle bien mis supuestas intenciones, sin parecer una maldita enferma vista desde fuera. Esperaba tener la suficiente convicción para que él aceptara.

Abrí mi armario seleccionando minuciosamente la ropa que debía llevar. Una falda era demasiado fácil. cogí unas medias de rejilla negras con un short vaquero muy prieto acompañado de una camiseta de tirante fino apretada.

Bajé las escaleras impregnándome de una fragancia fuerte que usaba de mi madre cada vez que quería conseguir algo de mi padre. Llegué al salón donde vi a mi hermano sentado en el sofá viendo un programa en la televisión. Volteo su mirada al escucharme bajar, pero me dio lo mismo, ya que continúe recta sin siquiera mirarle buscando las llaves de casa para después.

Empecé a revolver en mi bolso frente a la puerta de salida, cuando unos dedos agarraron mi brazo.

—¿A dónde crees que vas así vestida? —preguntó mirándome a los ojos.

—¿Acaso yo te digo como tienes que vestirte? —repliqué.

—Eres una chica, alguno podría... —confesó sin acabar la frase.

—Es lo que quiero. Espero que mi novio sepa disfrutar de mi ropa —contesté pasándome un mechón de mi pelo tras la oreja.

—¿Novio? —preguntó confuso.

—Sí. He estado pensando y tienes razón, por eso quiero darle la oportunidad a un chico. Estoy cansada de ser la única de mis amigas en seguir virgen —Dije con vergüenza. Realmente no la sentía, ya que era lo que quería que pensara, pero cuando las chicas parecíamos más vulnerables de ese modo, parecía atraerles más a ellos.

—¡Eres una auténtica niñata! ¡Lárgate de una vez! —alzó la voz, soltando mi brazo fuera de la puerta.

in mirarle y con la cabeza bien alta, continúe mi rumbo fijo hacia aquel lugar en el que me encontraría con Will. No parecía un mal chico y por eso esperaba que pudiera hacerme el favor.

Will siempre solía sentarse tras de mí, habíamos intercambiado algunas palabras teniendo una relación cordial y amigable. Parecía ser el típico que pasaba de todo, como si nada le importara. Pero en el fondo se sentía su timidez, cubriéndose con aquel mechón negro que caía desde su frente posicionándose sobre su rostro.

Llegue al parque después de varios minutos caminando, viéndolo apoyado con una gorra cubriendo su cabeza.

Me acerqué poco a poco a él, pero no hizo falta que estaría cerca, ya que se me había quedado mirando desde que empecé a caminar.

—Hola —saludé dándole un beso en la mejilla.

—¡Wow! Ashley, nunca te había visto así vestida —dijo sorprendido.

—¿Me veo mal? —pregunté dándome una vuelta.

—No, para nada —articuló costoso.

—Menos mal —sonreí.

El silencio empezó a apoderarse de la situación volviéndose algo incómoda. Parecía que él también lo estaba notando.

—¿Quieres que tomemos un helado o algo? —preguntó tímido.

—Claro.

Fuimos directos al quiosco de los helados que se hallaba en medio del parque. Pedí uno de esos largos de hielo, creo que así tendría más oportunidades de conseguir llevar mi plan adelante...

Un sabor agridulce ♀ (Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora