CAPITULO XIV: OJALÁ SEA UNA PESADILLA

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—¡DEREK! —grité levantándome de golpe y algo aturdida sin saber qué había pasado, ni dónde me encontraba.

—¡No grites! Estoy aquí mismo —contestó sentando en mi cama y mirándome con una sonrisa tranquila.

—¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? —pregunté preocupada.

—Que has empezado tus diecinueve de lujo —puntualizó con la amabilidad que le caracterizaba.

—Creo que he tenido una pesadilla horrible —afirmé, esperando que solo fuera eso, una pesadilla.

—¿Pesadilla? La que le has dado a los papas. Te desmayaste en casa de Brooke, y como no despertabas te tuvimos que traer a casa. Siempre dando la nota niñata —añadió sutilmente.

—Nathan....

—Nathan ¿qué? —preguntó confuso.

—Nada, tan solo estoy recordando.

—El médico ha dicho que puede ser debido al estrés. Y que tenías que descansar. Te lo digo porque si no, nuestra madre me matará, si no me encargo en que acates las órdenes del médico.

—Gracias.

Tenía su mirada clavada sobre mí, necesitaba decirle que Nathan sabía nuestro secreto, que nos había descubierto totalmente... Pero no me atrevía, no sabía qué debía hacer para acertar. Tenía miedo de que se volviera loco, y que no actuara con cabeza, si no por impulso, y los impulsos de Derek nunca eran buenos.

El gran marrón que me venía encima era el peor. A lo que, sin darme cuenta, aquel día que tanto temía había llegado. ¿Pero cómo? ¿Cómo podía saber Nath algo de lo nuestro?, ni tan solo un mínimo gesto, una mínima prueba de ello. ¿Pero tan mal lo habíamos hecho? Sé que teníamos mucho cuidado con ello.

Ver a Derek de forma tranquila a mi lado, me hacía sentir confusa. ¿A caso no conoce a su mejor amigo? ¿Ni se daba cuenta? Creo que si Bry ocultase algo me daría cuenta o le notaría algo raro y más con este tema tan delicado.

—Oye Derek, ¿qué pasaría si alguien supiese lo nuestro?

—Le mataría —dijo serio.

—Pero ¡qué dices! —Me tensé enseguida.

—¡Es broma niñata! Relájate, estás muy tensa —bromeó.

—Voy en serio.

—No lo sé. Tampoco me preocupa, porque no hay nada tuyo y mío. Es solo un juego. Además, ¿Por qué preocuparse de eso?

—Tienes razón, es una bobada. —Las palabras no hay nada tuyo y mío se clavaron dolorosamente en mi corazón, pero ya ni tenía tiempo de preocuparme de eso.

—Por cierto, ¿qué es lo que hablabas con Nath a la noche?

—Solo me dio su regalo —mentí.

—Volviste rara. Es como si te preocupara, me echas de la habitación y después, ¡zas! te desmayas.

—No es nada Derek, solo que me sentía incomoda en esa casa, y además tu Barbie me habría echado algo en la bebida para que me fuera de ahí.

—No digas tonterías, te conozco de siempre —contestó muy seguro.

—¿Se puede? —se escuchó detrás de la puerta cortando nuestra conversación.

—Pasa —afirmo Derek.

¡Por qué! La voz a la que le correspondía esa pregunta era a Nath. No quería verle, y menos después de todo lo ocurrido.

Un sabor agridulce ♀ (Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora