CAPÍTULO III: DE COMPRAS

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Gracias a mi insistencia por necesitar comprarme ropa y al cansancio de mis padres, mi querida madre había "obligado" a mi hermano a que fuera él quien me llevase al centro comercial. En lo único en lo que quería gastar el dinero era en lencería bonita. Pasaba de seguir usando la típica ropa interior de adolescente que no ha roto un plato en su vida.

Era hora de empezar a usar algo más sexy para cuando realmente fuera a utilizarla.

—Vayamos primero a esa —señalé sonriente.

—¿Estás de coña? —preguntó mirando los maniquíes del escaparate.

—Necesito ropa íntima para que Will me encuentre más sexy. He leído que eso os gusta —sonreí inocentemente, aunque mi comentario hubiera perdido todo rastro de ella.

—Ni con esas, Ashley —reprochó como siempre intentando disimular lo de antes.

—Bueno, entremos de una vez. No te queda otra, mamá lo ha dejado muy claro —Recordé.

—No creo que mamá sepa que su hijita anda masturbándose con un chico a las mañanas, ni que acepte que compres esas prendas para mujeres y no para...

—Niñatas, lo sé —Terminé su frase —Ni tampoco que su hijo mayor lo haga con chicas diferentes en su ausencia —devolví agarrando su mano y caminando hacia la tienda.

—¡Menudo infierno! —quejó mientras entrabamos en la tienda.

Solté su mano, mirando fascinada cada una de las piezas de ropa interior que había. Eran demasiado sexys hasta para mí. Siempre había creído que tenía un buen cuerpo y podría ponerme cualquier cosa. Aunque mis tetas no fueran muy grandes, tampoco se consideraban pequeñas. Eso sí, no todo era malo, de mi culo redondo y respingón estaba orgullosa.

—Probare con estos tres —dije zarandeándolos ante mi hermano una vez seleccionados, antes de entrar en el probador.

Comencé a desnudarme por completo, dejando mi ropa interior en una de las sillas. El primero de encaje negro con azul, parecía ser demasiado sugerente y eso creo que nos gustaría a ambos. Comencé con aquella braga de tiras cruzadas, dejando más de medio culo al descubierto, giré en mi sitio mirando como lucia. ¡No podía esperar a ver el conjunto al completo!

Cubrí mis pechos con el sujetador, metiéndolos por mis brazos sin atarlo todavía, a lo que la cortina se abrió entrando una persona. Impulsivamente grité del susto, viendo tras el espejo que era mi hermano el que estaba tapando mi boca con su mano, haciendo el gesto de chsss.

Saque la lengua como pude y empecé a chupar la palma de su mano, con intención de que me soltara y de disfrutarlo a escondidas.

—¿Qué haces? —pregunté cuando la quito para limpiarse mis babas contra su vaquero negro.

—No grites. Acabo de ver a una persona que no quiero que me vea —Justifico.

—¿Es una de tus conquistas? —pregunté.

—Bueno, Tal vez... —confesó en bajo, mientras yo pensaba en cómo hacer para chantajearlo.

—Está bien, no diré nada ni gritaré. Pero con una condición —accedí girándome en ese pequeño cubículo teniéndolo cerca.

—No pienso hacerte nada —insinuó.

—No quiero nada de eso viniendo de ti, tengo novio, ¿Recuerdas? Esas tonterías se acabaron —Aclaré, aunque eso no tendría ninguna credibilidad.

—¿Y qué es? —preguntó confuso.

—Que me ates el sujetador, no puedo sola —pedí con calma sonando inocente.

Un sabor agridulce ♀ (Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora