Capitulo XVI; Viejas Heridas

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 Habían pasado varios días y Derek no cambio mucho aquel estado de ánimo que tan poco lo definía normalmente, y sobre todo conmigo. ¿Me sentía mal por lo sucedido?¡Sí! pero era algo que no podía evitar ni controlar por mí misma. Era mi manzana prohibida. Mi pecado capital.

Había algo en el que parecía que si había cambiado. Se mantenía mucho tiempo fuera de casa, no tenía pinta de que su tiempo lo pasara con Brooke, ya que la tía, optaba por llamar a casa pre guntando por él. Eso y tener a Derek en la cama era lo único que teníamos ahora mismo en común. Y por más raro que sonara, el nombre de niñata lo había reducido de su vocabulario notable mente.

Lo peor era que pasaba la mayoría de su tiempo hablando por teléfono. Un alguien misterioso, que nadie sabía de su procedencia.

Había preguntado en varias ocasiones a mis padres si sabían que era lo que pasaba, pero en todas ellas la misma respuesta se repetía. Que nosotros sepamos nada, dejémosle. No siempre tiene que pasar algo hija. Una respuesta bastante rara, ¿verdad?

Pues esa era toda la información que tenía sobre él. Me asustaba el hecho de que todo estuviera tan calmado, como si algo importante realmente le estaba golpeando fuerte en la cabeza y esa cosa fuera la única que ocupaba completamente sus pensamientos.

Se lo había preguntado a él directamente sobre si le ocurría algo. Siempre negaba con la cabeza, pero la incapacidad de responder un rotundo no con su voz quedaba en el anonimato.

Mantenía todavía la conversación en tono bajo con la persona que se encontraba tras la otra línea. Siempre apoyaba mi oreja sobre el armario que nos separaba.

Se dejo escuchar cuando colgó el teléfono como resoplo, de seguro eso iba acompañado con un frote de cara y pelo con ambas manos, pero no podía asegurarlo cien por cien.

Escuche el sonido de su puerta abrirse y dar unos poquísimos pasos, eso solo podía significar una cosa...

—Ash, voy a pasar. —Menciono tras mi puerta.

—Si pasa— Respondí abriendo yo misma la puerta—¿Qué pasa?

—Pregunté enrarecida.

—Nada, me aburría—Comento tumbándose sobre mi cama— Puedes unirte si quieres—Habló dando unas palmadas sobre el colchón.

—Es mi cama, yo soy quien te tiene que invitar— Gruñí.

Aun así, accedí a tumbarme a su lado. Ambos mirábamos en silencio mi techo, el cual aún mantenía aquellas estrellas que se ven solo en la oscuridad.

—Veo que todavía tienes el cielo estrellado dentro—Miro, hacia mí misma dirección, parecía que seguía leyendo mi mente.

—Sí, hay cosas que prefiero mantener—Agregue—¿Y tú qué?

¿Has cambiado de novia? —Dije sin remordimientos, preparada para su respuesta.

—No, ¿Por qué? —Me observo extrañado.

—Brooke lleva llamando varios días a casa, dice que no contestas al móvil—Informe de nuevo, él lo sabía perfectamente.

—Ya sabes sin exclusividad. Quién sabe, puede que yo si este cambiando. —Comento sin inmutarse.

—Derek... Estos días estas algo raro. ¿Pasa algo? Sé que te lo pregunto bastante, pero me tienes algo confusa.

—¿Confusa? o preocupada más bien. —Manifestó, entreriendo.

—Confusa, he dicho—Sabia que mi cara se estaba enrojeciendo con esta absurdez.

—No es nada, nada que no tenga solución al menos—Observe el verde de sus ojos, quien mantenían el color algo encharcado.

Un sabor agridulce ♀ (Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora