S I E T E

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Lucía

La Michelle llegó algo desanimada, pero trataba de disimularlo. Era muy mala mintiendo eso sí, se le notaba a kilómetros que estaba mal. Detrás de ella venía el Matías muy contento, algo no tan raro en el, pero igual mi instinto de madre leona me decía que había algo.

Mm demasiado extraño.

Ya habían tocado hace rato para entrar a clases y los dos llegaron tarde, pero juntos y eso en verdad era muy raro porque la Michelle era puntual en esta clase porque le gustaba el profe.

Lamentablemente era muy difícil que este profe viniera, es joven y tiene un hijo enfermo, creo que con leucemia. Si venia era un milagro y la Michelle siempre decía que era mejor prevenir que lamentar.

Y bueno era el único profe de filosofía que el liceo tenía, así que, nadie más lo podía reemplazar.

—¿Desde cuando tan juntos esos dos? —preguntó la Kiara a penas los vio.

No me sorprendió para nada, de hecho me lo esperaba.

Tenía una expresión confusa, mientras miraba la puerta donde seguían esos dos hablando o como diría mi abuela, cuchicheando. No la quería molestar porque ésta hueona es re buena para hacerse lo que ya mencioné antes y aparte de todo sé que se enojaría en menos de dos segundos.

Algo normal en mi querida amiga.

—¿No será que estai un poco celosa? —le preguntó el Quique. Claramente me leyó la mente con lo que quería decir. Fue nuestra mágica conexión. —Se te nota a leguas tu cara de disgusto.

Se dió vuelta con el lápiz en la mano y la vena en la sien marcada, se veía como un dinosaurio enojado, pero tierno.

Me reí por mi comparación.

—¿Te pegaste en la cabeza?, te tiraste un LSD o qué onda? —se sentó en su puesto sin apartar la mirada de la puerta. —Porque estai hablando puras hueas, Enrique.

—Bájale un cambio mi querida Kiara. —le dije, mientras me reía. —Si querís sacarle celos anda con el Pablo. —miré al Quique y este estaba de acuerdo. —Sabís que él nunca entra a biología y se queda con sus amigos en el patio.

Se formó una sonrisa maliciosa en sus labios.

En ese momento me di cuenta que no era para nada una buena idea porque era muy estúpida y lo otro es que todas mis ideas terminaban como el hoyo.

Esta no sería la excepción.

—¡No! —el Quique se tiró arriba de la Kiara para que no se moviera y no hiciera algo que después se pueda arrepentir. Muy bien amigo, eres el cerebro de este grupo. —No le hagai caso a las ideas de la Lulú, acuérdate que siempre terminan mal.

Lo miré indignada, pero tenía razón.

—¿Qué estai haciendo arriba de la Kiara? —le preguntó el Matías con una sonrisa incómoda en la cara.

Los tórtolos habían llegado a donde estábamos nosotros y lo más raro de todo es que estaban muy cariñositos. El Matías abrazaba por detrás  a la Michelle, aunque marcando cierta distancia, mientras que ella sonreía con las mejillas levemente rosadas.

No me convencían, parecía todo muy forzado y aparte no pegaban ni juntaban.

Aquí había gato encerrado.

—Estamos en horario infantil, chicos contrólense. —le dijo la Michelle a los chiquillos, mientras se reía.

¿Qué?

Bájate de la nube [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora