X. Fort Saint Jean

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—¡Levántate! —Camille zarandeó el hombro de Timothée, que al parecer dormía como una roca en el colchón.
El chico se removió y entre balbuceos preguntó la hora—. Ya es medio día —dijo ella en el tono más serio que pudo.
Tim se incorporó en la cama, aún somnoliento y con el cabello bastante despeinado, pero Camille le puso poca atención a ello. Sus palabras habían funcionado para hacerlo despertar.
—¿Por qué no me levantaste antes, Camille? —cuestionó él, tomando su ropa y dirigiéndose al cuarto de baño.
La chica rió y cuando Timmy estaba a punto de cerrar la puerta, mustió:
—Porque a penas son las 7...
El muchacho volvió la cabeza a ella despacio y con el ceño fruncido le ilustró una mirada fulminante.
—No lo dices en serio.
—Eres malo para reconocer las horas por la luz del sol —reflexionó ella sin hacer caso de sus palabras.
—Pero nos dormimos a media noche —reprochó él—. ¿Por qué no me dejaste dormir más?
Camille se acercó a él y puso una mano en su hombro. El muchacho pareció tensarse bajo el tacto de ella. No le dió mucha importancia.
—Aquí todo empieza desde temprano, no tenemos tiempo que perder.
Bajo los ojos de Timmy se alcanzaban a ver unas sombras: las ojeras de no haber dormido bien ni ese día, ni el  anterior. Pero claro, sus ojos; el color, la espesura de las pestañas, todo ello siempre le quitaba protagonismo a aquellos detalles cansados que podía tener.
Entonces Camille lo recordó, recordó como fue el tacto de sus labios contra los de ella la noche pasada.
¿Qué la había animado a hacerlo? No estaba segura, aunque el museo de jabón no había sido.
Se sentía bastante mal también. Besar a un hombre comprometido jamás había estado dentro de sus planes o añoranzas, y menos que se tratara de su mejor amigo.
Pero aquella la consideraba su única oportunidad de probar los labios de él. Cuando hablaba, cuando se despedida de ella, o la curva que formaban cuando le sonreía, todo hacía que se le generara un nudo en el estómago y el día anterior procuró deshacerlo, saliendo de la duda de cómo se sentiría.
No consiguió desaparecer aquel sentir, solo logró intensificar el deseo de un roce más.
Camille sacudió la cabeza para deshacer esos enmarañados pensamientos y se separó de Timothée tan rápido como pudo.
D'accord. No me tardo —anunció él y cerró la puerta tras él.
Camille se enfurruñó consigo misma por haberse dejado llevar por sus sentimientos.

•••

—Ese fue el viaje más corto que he dado en mi vida —mencionó Camille bajando del ferry.
El Vieux-Port tenía un servicio de ferry que te llevaba de un lado al otro del lago, pero el trayecto no duraba más de cinco minutos.
—Fue toda una aventura, ¿No? —bromeó Timmy y le dió un leve empujón con el codo.
Ella sonrió y continuaron la caminata.
No tardaron en arribar al Fort Saint Jean, que era inmenso y de un tono crema bastante extenso, descuidado de abajo pero arriba la pintura prevalecía.
El lugar estaba un tanto solitario, sin embargo est le dió más libertad a Camille para emocionarse por todo lo que veía.
—¿Por qué te emociona tanto el fuerte? Hay muchos más aquí... Podemos ir a todos —mencionó Timothée encogiéndose de hombros.
Camille se detuvo y entrecerró los ojos hacia él.
Después de meditarlo un poco, habló:
—Mi abuelo solía contarme historias de este fuerte —explicó con una sonrisa melancólica dibujada en el rostro—. Me hablaba de sus libros dónde los mencionaban; las cruzadas y la partida a Tierra Santa desde este punto.
Mientras más caminaban y más observaban. Camille explicaba todo lo que sabía sobre allí, las historias que más recordaba o las que más le encantaban.
—¿Cómo recuerdas todo eso? —cuestionó Timothée cuando llegaron a lo más alto del fuerte—Es fascinante.
Las mejillas de Camille se ruborizaron ligeramente y sonrió.
—Si no hubiera elegido las artes visuales, sin duda habría dedicado mi vida a algo referente a historia.
El aire les alborotó el cabello a ambos y Timothée llevó sus dedos hasta ella para acomodar un mechón detrás de su oreja.
—Siempre he sabido que eres una cerebrito.
Poco después apoyó el costado en una se las paredes, dónde los árboles y enredaderas dejaban un pequeño espacio solo.
La piedra detrás de él crujió y un pedazo de ésta se desmoronó a su espalda. Timothée abrió los ojos cuando vió el agujero que había generado en la pared y unos cuantos pasos resonaban a un costado.
Camille tomó con velocidad a Timothée de la solapa de la chamarra y lo jaló hacia sí, para salir con paso apresurado del lugar. Era poca la probabilidad de que se trataran de guardias, pero mejor escapar del peligro.
Pararon cuando estuvieron lo suficientemente alejados del punto del accidente y rieron a mandíbula batiente.
El muchacho dió bocanadas para recuperar el aliento.
—Hay un lugar donde aún tienen juegos de arcade, ¿Quieres ir? —preguntó. El pecho le subía y bajaba junto con su agitada respiración.
—Seguro. —Ambos volvieron a carcajear y tomados de la mano, Tim la dirigió entre calles y callejones para llegar hasta el lugar.

•••

—Te voy ganando —presumió Timothée en lo que presionaba unos botoncitos rojos.
Camille refunfuñó en voz baja y continuó haciendo lo suyo. Timmy rió observándola de reojo, varios mechones de cabello se habían salido de su coleta y la visión de ella haciendo todo lo posible por ganar fue suficientemente tierna para distraerlo un segundo y conseguir quedarse atrás en el juego.
Camille saltó efusiva y le dió un empujón a Timothée mientras vitoreaba:
—¡Te gané! ¡En el último momento lo logré! Ja-ja.
El muchacho abrió mucho los ojos observando que en la pantalla se ilustraban un «Game Over» y frunció el ceño.
—¿Qué fue eso? —cuestionó incrédulo de que tan rápido lo hubiera rebasado.
Camille continuó con su pequeña celebración, a lo que Tim únicamente rió pero evitó llevar su mirada hacia ella. Se vería hermosa con una amplia sonrisa en su rostro y los ojos luminosos. Definitivamente no sería buena idea observarla en aquel estado tan jovial si quería guardar la compostura.
—¿Vamos a casa? —preguntó mientras miraba el reloj.
Ella asintió y salieron del lugar para ir en búsqueda del automóvil y regresar pronto a casa.

Amándote En Silencio || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora