IV. Voyage et Voyageurs♥️

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Capítulo publicado en domingo por Día de San Valentín

Camille se despidió con rapidez de su mamá y le aseguró que no era necesario que la acompañara. Claramente, para que no viera que se iba con un muchacho en tren. Ella no puso objeción alguna y la chica salió de la casa con rapidez.
Timothée ya estaba esperando en la estación para cuando ella arribó.
Caminó apresurada para aproximarse al muchacho y con un dedo tocó su hombro envuelto en cuero por la chaqueta que usaba. Iba vestido por completo de negro y ello lo hacía lucir más alto y esbelto de lo que siempre era. Camille alzó la cabeza para verlo a los ojos y le sonrió.
Timothée colocó la mano para que ella se agarrara de él.
-Sabes que no es necesario -dijo ella aún sin aceptar el brazo. Las comisuras de la boca del muchacho se lazaron en una sonrisa y se encogió de hombros.
-Lo sé, pero si vamos a fingir ser una pareja deberíamos comenzar a actuar para acoplarnos, ¿no crees?
Camille rió por lo bajo y enganchó su mano en el guante de él. Por suerte Tim ya había comprado los boletos, por lo que se dedicaron únicamente a esperar un poco en lo que llegaba la hora en que el tren arribara.

-¿Amelie no te dijo nada de que saldrás una semana de París? -cuestionó ella.
Los trenes y las personas iban y venían frente a ellos, pero los chicos avanzaban sin problema y sin prisas.
Camille acostumbraba a ir con prisas a bastantes partes, pero en un corto tramo de tiempo se acopló a los calmados pasos de él. Sus zancadas eran largas, pero parecía ir perdonando al tiempo y mientras más tardaran en llegar a la sección de espera, parecía mejor.
-Por supuesto que no, es bastante independiente, más tiempo para ella -contestó él.
"Más tiempo para acostarse con los demás" pensó Camille, pero prefirió guardárselo.
-¿Trajiste el anillo? -inquirió Tim. El día anterior habían quedado de acuerdo en que ella llevarí uno y por poco ella lo olvidaba aquella mañana.
Para suerte de ambos, su madre dejó su halajero abierto en el tocador y Camille tomó el primer anillo que encontró más ostentoso que los demás. Supondría ser uno de compromiso, debía ser vistoso.
Dando una palmaditas en el bolsillo de su suéter, Camille asintió y lo sacó poco después para enseñárselo.
-Mierde, van a creer que soy un tacaño -se quejó él observando con cuidado la joya.
-¿Qué? Es bastante lindo y grande -contradijo ella cruzándose de brazos.
-Esto no debe valer ni la mitad de lo que realmente gasté en el de Amelie. -Frunció el ceño y devolvió el anillo a la mano de la chica.
Camille cerró el puño al rededor de la alhaja después de que el quitara su mano y le sacó la lengua juguetonamente, Tim le dio un empujón en la frente mientras el pitido que anunciaba que el tren había llegado.
-Deberías ponértelo ahorita -él le susurró mientras subían al vagón-. Para que no se te olvide cuando lleguemos a Marsella.
Camille también concordó que sería lo mejor y buscó la mano en que se le ajustara mejor. Sin darse cuenta, el anillo parecía quedarle grande en todos los dedos, menos en el pulgar y el índice, pero ¿cómo rayos usaría un anillo de compromiso en cualquier otro dedo?
Siguió luchando para que se quedara en una sola posición cuando tomaron sus asientos.
Timothée le dirigió una mirada ceñuda, intentando ver qué era lo que la tenía tan ocupada.
-¿Qué estás haciendo?
-Nada -mintió ella y cerró el puño para hacer presión y que el muchacho no notara que le quedaba bastante grande.
Entornó los ojos poco convencido de que nada le sucediera a Camille, pero poco después resopló y dejó caer la espalda en el respaldo del asiento.
-Tenemos que ponernos de acuerdo -dijo con la vista perdida en la ventanilla del vagón-. ¿Dónde nos conocimos?
-Creo que lo mejor será usar la historia real ¿no? -sugirió Camille-. Así corremos menos riesgo de que algún dato se nos olvide; Nos conocimos en las prácticas estudiantiles donde después continuamos trabajando.
-Bien. ¿Y te pedí matrimonio en...?
-Jamás me has contado como se lo pediste a Ámelie. -Ella se encogió de hombros cuando él abrió mucho los ojos.
-Es que... dudo que quieras que contemos esa como nuestra historia.
-¿Tan malo es?
-Pues, se lo pedí después de que ella y yo...
-D'accord, no necesito más explicaciones -cortó ella-. Que poco romántico, por cierto.
-¿En serio? -Tim volvió la vista a ella con una sonrisa dibujada en el rostro-. Ámelie dijo que fue ardiente.
-Ardiente no es lo mismo que romántico. -Camille dió otro vistazo a la alhaja y se le quedó viendo unos instantes. Las decoraciones de circonia, la piedra, estaban incrustrados en diversas posiciones, las cuales siempre le habían recordado a Camille a las estrellas.
Tal vez sí era menos decorada, no tenía suficiente volúmen como para expresar ser cara (ya que él volumen que Camille le había visto en casa era la talla, pero nada más), sin embargo estaba trabajada con tanto detalle que a ella le había fascinado. Si tuviera los extraordinrios dedos de su madre, sin duda le hubiese quedado espectacular.
-No habrá nada de besos, eso sería incómodo y no pienso ser amante de nadie -continuó Cam-, si no nos dan habitaciones separadas uno dormirá en el suelo y otro en la cama, podemos ir intercalando.
-¿Por qué nos darían habitaciones separadas? -preguntó él de pronto.
-Mi madre lo haría si llevara a mi prometido a la casa.
Tim no contuvo su carcajada seguido de un «si tuvieras». Camille le dió una pequeña patada en la pierna con el botín.
-Bien, ¿algún punto que se nos esté pasando? -Camille alisó su suéter en espera de la respuesta de él.
-Parece ser que no -Timothée sacó del bolsillo de su chaqueta una barra de cereales y la partió por la mitad, entregándosela a su amiga.
-Merci.
Él volvió a poner la vista en la ventanilla donde ahora el paisaje se ilustraba de verdes de los campos y azules del cielo.
Camille observaba de reojo a Timothée, a quien el perfil se le iluminaba cuando el sol se colaba entre ellos, y resaltaba su anguloso rostro. Por un segundo una vocecilla se metió en su cabeza, una que le decía lo atractivo que lucía aquella mañana. El corazón le martilleó por un breve instante contra las costillas y retiró la vista rápidamente para dejar de pensar en ello.
De su mochila sacó el libro de bolsillo y lo abrió. Lo mejor para pasar el viaje sin pensar en situaciones extrañas era distraer su mente. Solo tenía que volver a centrarse.

Amándote En Silencio || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora