XXXIII. Indécision, Terrible Ennemi

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Los labios de Camille eran una fina y palida línea en su rostro.
Si madre continuaba observándola inquisitiva y chasqueó la lengua con enfado.
-¿Por qué tantas mentiras?
Camille dió un paso más a la habitación con decisión, supuso que le esperaban largas horas de plática.
-Porque no lo entenderías -explicó con un ademán en la mano.
Su madre la miró con horror y se llevó una mano a la boca.
-¿Acaso te fuiste a drogar?
Camille tiró de su cabello con tanta fuerza que le dolió, pero estaba verdaderamente exasperada y no le importó.
-¡Claro que no, mère! -exclamó y después gruñó en voz más baja-. No lo hubieras entendido y tenía que ayudarlo.
-¿Ayudar a quién?
-¡A Timothée!
La expresión de su madre cambió en un lapso muy corto de tiempo. Primero pareció desconcertada buscando en su memoria a Timothée, después alzó las cejas feliz de que su hija no había estado cometiendo ningún acto ilícito, y por último se transformó en una mueca aún más furiosa al recordar que era un muchacho. Su hija se había ido a más de 700km de distancia con un chico.
-No entiendo...
-Te lo dije -espetó Camille. La sangre comenzaba a hervirle por las venas y las lágrimas le escocían, lo último que quería eran más preguntas, o explicaciones, o cualquier cosa que le hiciera recordar a Timmy, todo tenía ahora un tono amargo-. No lo entenderías, porque jamás te pones a pensar en si los demás necesitan algo. Solo importa lo tuyo.
Con el entrecejo fruncido y dividido en una franja Margot alzó una mano y señaló hacia la puerta con el dedo índice.
-¿Sabes qué? Sal del cuarto. No quiero saber más mentiras provenientes de tí.
-¡Lo que no quieres es que alguien más te diga los errores que cometes! -arremetió Camille dejando que las primeras lágrimas le escurriera por los pómulos.
-Adiós, Camille. -Su madre la miró con dureza y la chica con un gesto de desagrado dió media vuelta sobre sus talones para abandonar la habitación.
Las emociones le colisionaban en el estómago. Y luchaba internamente con esa parte suya que se retorcía acongojada y lo único que deseaba hacer era tirarse a la cama y llorar. La otra estaba furiosa por todo lo que estaba sucediendo y nada hubiese sido mejor que una ducha iracunda con música tan alta como pudieran sus bocinas.
Al llegar a su habitación, Camille miró la cama un instante breve y enseguida tomó sus cosas.
Sí, la ducha energúmena era excelente idea.

•••

Timothée desayunaba con desgano.
Era su peor mañana sin duda. Tuvo que explicar a sus padres todo lo sucedido, y no porque ellos lo obligaran, simplemente porque quería acallar sus pensamientos y pensar con mayor claridad, hablar en voz alta siempre era de ayuda.
Aunque aquella ocasión no. Se sentía igual de fatal. Ni siquiera tenía ganas de comer, las náuseas le abundaban, pero su madre lo había obligado a hacerlo. Antes de cualquier cosa, comer debía ser su primer movimiento.
-¿Y qué harás? -cuestionó Pauline.
Timothée la miró con el rabillo del ojo y se encogió de hombros.
-¿Qué se supone que tenga que hacer?
-¡Ir tras ella! Algo mejor que quedarte aquí sentado como un idiota.
Timothée frunció el ceño y la nariz a la vez. Sabía que se lo merecía, de hecho se sentía bastante idiota y  nada preparado para tomar acciones.
-¿Crees que me quiera ver? -interrogó Timmy con un apagado gruñido-. Seré la última persona en su lista de «querer ver».
Pauline rodó los ojos con enfado. 
-Realmente no sabes nada de lo que queremos -irrumpió su madre en el comedor y lo miró inquisitva con sus relucientes ojos azules.
-Maman tiene razón. -Pauline compartió una sonrisa cómplice con su madre antes de voltear hacia Timmy de nuevo-. Cuando más furiosa estás, más ganas tienes de que te busque la otra persona. Deberías ir a buscarla, si te dice que te vayas hazlo definitivamente, y no molestes más. Pero si no lo hace... Tómalo como una buena señal.
Timothée volvió la vista hacia el tocino que aún quedaba en su plato. Ya no tenía ganas de terminarlo y a cada bocado que introducía en su boca sentía como si su cuerpo se encontrara en un sueño: lento y torpe. Sin contar el extraño sabor que su boca tenía, igual al de estar comiendo papel.
Su mente comenzó a ir veloz, intentando saber si ir a París era la mejor de sus opciones.
Quedarse en Marsella y disfrutar su miseria era mil veces más sencillo...

Amándote En Silencio || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora