XXV. La Belle Nuit

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Camille se sostuvo a Timothée con fuerza y enredada en sus brazos, daba pequeños pasos de espladas.
Pronto chocó sin fuerza contra una de las paredes y desde la garganta emitió un gemido rasgado cuando los labios de Timothée fueron delineándole la piel.
Primero el mentón, después el cuello, seguida la clavícula, el inicio de sus pechos y volvió en dirección opuesta con delicados lenguetazos que estremecían a la chica.
Timothée le pasó una mano por las caderas, bajando poco a poco por las piernas de ella y se dió impulso, alzándola para encerrarla entre su cuerpo de él y el muro.
Camille volvió a buscar su boca para abrazarlo con ella y de sus labios salían ligeros suspiros entre beso y beso.
Los pies de ella volvieron al piso y Timothée con los ojos negros de deseo, el cuerpo tembloroso y tenso le dirigió una mirada inquisitiva, un tanto nerviosa en espera de la reacción de ella.
De seguro que no imaginaba que Camille tomaría sus manos con las de ella y lo guiaría a través de la solapa de la bata hasta llegar a las cintas que la amarraban.
Sabía que él entendería lo que le quería decir, sin embargo siguió el movimiento y con los dedos de ambos, entrelazados las desató lentamente.
Quedó abierta la prenda, dejando entrever parte del sostén negro que usaba.
Timothée la tomó por la nuca y acercó con ímpetu su rostro para beber de ella otra vez. Bajó con lentitud las caricias, y cuando rozó el corpiño con el dedo pulgar, Camille respingó. Siguió trazando su camino con caricias perezosas que deshacían a ambos.
Las llemas de los dedos del muchacho le quemaban a cada roce en su piel. Le prendía fuego y con gusto se consumía en aquel ferviente ardor que compartían, deteniéndose pocas veces a respirar.
Los besos ansiosos y hambrientos servían como gritos silenciosos para decirse la gran falta que les había hecho el cuerpo del otro.
La bata cayó por los hombros de Camille y se estremeció. 
Siempre que se encontraba así; en un mínimo de ropa, se sentía incómoda, como si estuviera indefensa y necesitará refugiarse. Pero ahora no se sentía de aquella manera con Timmy. No le dió miedo la idea de quedar completamente descubierta con él y el cosquilleo en su piel se lo exigía.
Pensar en eso, aunque fue una fracción de segundo le hizo sentirse viva por completo y colocó una mano en el pecho de Timothée, para empujarlo ahora a él.
El chico cayó cuando topó con la orilla de la cama y Camille encima de él.
Timmy soltó un bufido divertido. Alzó el brazo y retiró los alocados cabellos que le cubrían el rostro de la chica, aún seguían húmedos los mechones, pero no supo si era debido a la ducha que había tomado o el sudor.
Camille bajó las manos y ayudó al chico para retirarse la camiseta por la cabeza.
Fue su turno de enredar sus dedos entre los suaves rizos.
Se dejaron caer y Tim rodó, dejando a la chica bajo de él. A horcajadas no podían separarse y continuaron embebiéndose entre ellos.
Cuando él introdujo sus manos bajo el corpiño de Camille, la chica lanzó un gemido implorante para que siguiera. Enseguida se sonrojo y mordió una de sus manos para evitar que los jadeos se hicieran más sonoros y terminarán despertando a la familia que dormía en las demás habitaciones.
Timothée le rozaba sus clavículas que comenzaban a perlarse de sudor. Ella con un movimiento veloz lo tomó por las trabillas del short y se deshizo de aquel obstáculo.
Lo sentía duro contra su cuerpo y elevó las rodillas para rodearle la cadera, evitando que se alejara.
No quería que lo hiciera.
Timothée gruñó dulce sobre su boca y continuaron en aquella danza carnal por un extenso tramo de tiempo, que para ellos fue como tomar arena con los dedos.
Cada extremidad vibraba en una emoción distinta, según como el beso fuera. En un instante Cami sentía el deseo de permanecer sostenida a él por el resto de su vida y al siguiente surgía la necesidad de embonarse con él. Complementarse y hacerse uno solo, como siempre debió de ser.
Procuraron extender en tiempo para disfrutar de cada espacio que tenían, cada segundo que la noche les regalaba y finalmente llegó el momento en que no hubo nada entre ellos más que piel.
El pecho parecía a punto de estallarle de felicidad cuando escuchaba las palabras de Tim suplicar su nombre. Camille a su vez pronunciaba con delicadeza el nombre de él evitando gritar con todas sus fuerzas.
Jamás se había sentido tan feliz en su vida por compartir besos y caricias... Jamás había amado a alguien con cada latido de su corazón, como lo hacía con Timothée.
Si pudiera, el resto de su vida lo pasaría con él, como si nada importara y el tiempo dejara de existir.
Las venas le borboteaban de contento.
Tendida en aquella cama, con los besos de Timmy delineándole el contorno parecía que no existía nada más que ellos dos.
El joven volvió a su boca y le dió el roce más dulce que jamás había recibido, antes de entrar en Camille y sintió como el mundo se tornaba de distintos colores. Eran los efectos del placer.
Cuando todo concluyó ni siquiera conseguían recordar sus nombres. No les importaba demasiado.
La luz del amanecer comenzaba a alzarse por el cielo. Ella reposaba encima del pecho desnudo de Timothée. Sus ojos se entrecerraban de cansancio, pero el latido de su pecho la mantenía entretenida; rítmico, familiar y apaciguado.
Hacía minutos... Tal vez horas antes el pecho les bombeaba desbocado contra las costillas y cuando Camille colocó la oreja encima de él estaba muy distinto a aquellos momentos.
Timothée dibujaba con sus dedos en la espalda de ella, iba desde las lumbares hasta los omóplatos, creando pequeñas ondas que le causaban escalofríos. No le pidió que se detuviera.
Lo último de lo que estuvo conciente fue cómo la respiración de él se iba apaciguando más y más. Al instante cayeron juntos en las oscuras aguas del ensueño.

Amándote En Silencio || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora