VIII. Deux Cafés

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Por la noche, después de salir de la piscina, Camille se dió un largo y gustoso baño.
Sí, había pasado bastante tiempo en el agua, pero era fantástico estar entre aceites que le relajaban los sentidos.
Salió envuelta en una bata que había en el closet y Timothée estaba recostado en la cama, con un brazo encima de su cabeza y un libro en el regazo.
Cuando escuchó los pasos de Camille, hizo la cabeza a un lado y abrió mucho los ojos. Cerró el libro y comenzó a alzarse del lugar.
—Descuida, yo puedo dormir en el suelo hoy —apuntó ella.
Timothée sacudió la cabeza.
—No, yo lo haré, ya puse las cosas. —Señaló con la cabeza el suelo a los pies de la cama y Camille comprobó que era cierto. Unas mantas extendidas hacían una especie de cama y en lo alto reposaba la almohada—. Mañana te tocará.
Camille le sonrió y agradeció.
Sentándose al filo de la cama sacó un cepillo de su bolso y comenzó a desenredar su cabello.
—¿Cómo sabías lo del ala Sully? —cuestionó ella después de un largo silencio, metiéndose entre las sábanas y tapando sus pies con ellas.
Ya no alcanzaba a ver a Timothée, debido a que él estaba también acostado en su lecho, pero no tardó en contestar y demostrar que aún no estaba dormido.
—El día que fuimos con Emily, Sue y Fabrizio, ¿Recuerdas?
Camille quedó callada unos segundos.
—Pero, fue hace demasiado —comentó entre ligeras risas.
—Siete meses no es mucho tiempo —argumentó él. Por su tono, debía estar sonriendo.
—¡Es un embarazo prematuro!
Para Timothée le fue imposible no soltar una carcajada y se asomó a la cama, escrutando a Cami con una impenetrable mirada.
—Gracias, Camille.
La sonrisa en el rostro de ella desapareció y se encogió de hombros lentamente.
—¿Por qué?
—Por ayudarme con ésto. —Volvió a desaparecer detrás de la cama—. Creo que jamás podré terminar de pagártelo.
Camille resopló y se introdujo aún más en las cobijas, como esperando que en ellas encontrara algo que decir.
—Descuida —susurró dulce—. Bonne nuit.
Estiró el brazo fuera del colchón y con unos toques la lámpara de apagó.

•••

A Timothée le fue imposible reconciliar el sueño durante la mayor parte de la noche.
Por más vueltas que diera en su lugar, tenía tantos pensamientos en la cabeza que no le era posible acallar a su mente para descansar.
Cuando el sol comenzó a pintar el horizonte pensó en que la mejor opción sería levantarse y revisar el celular, pero no quería mortificarse al encontrar la bandeja de mensajería vacía.
Aún creía incierto que Amélie no le hubiese respondido los mensajes que la noche anterior él le había enviado. Pero antes ya había sucedido y cada vez le era más indiferente sus actitudes despectivas con él.
Estaba muy próximo a qué le dejara de doler aquello.

•••

Camille despertó cuando escuchó los pasos en el exterior de la habitación. Lo siguiente en llegar a sus oídos eran los toquidos a través de la puerta. Alguien llamaba a ella.
La chica se levantó de la cama como un resorte y se dirigió a abrirla, pero se detuvo al tropezar con las largas piernas de Timothée.
¿Cómo se le había olvidado?
Sería terrible que entraran y vieran al muchacho durmiendo en el suelo.
—Tim —susurró agachándose a su lado—, despierta, alguien toca la puerta.
El muchacho solo respondió con un apagado gruñido antes de esconder el rostro debajo del antebrazo.
—¡Levántate! —musitó histérica.
El toquido volvió a hacerse en la puerta.
—!Vamos! —avisó.
Tomó por los hombros a Timothée y lo zarandeó. Él alzó el rostro y la observó con los ojos entornandos. Una de sus mejillas estaba llena de marcas rojas, por la almohada.
—Vete a la cama —ordenó ella y levantó a rastras al muchacho, aún adormilado.
Aventó las cobijas a la cama y le lanzó la almohada, la cuál cachó torpemente Timothée.
Cam alisó su cabello con rapidez y quitó el seguro del cerrojo.
Al abrir la puerta Nicole esperaba con una taza en cada mano y le sonreía.
Iba tan pulcramente arreglada que Camille se avergonzó de haber abierto en pijama.
—¿Los desperté? —cuestionó al ver rápidamente Timothée que yacía extendido en la cama con la boca abierta.
—Oh, está bien —aseguró ella—. Así aprovechamos el día.
Nicole volvió a elevar las comisuras de los labios y le entregó a Camille las dos bebidas. El aroma de café inundó la nariz de la chica y su estómago comenzó a crujir hambriento.
Merci.
—Los primos de Timothée llegaran más tarde. Aún tienen tiempo, así que no se aceleren —explicó la mujer y dió una delicada palmada en el hombro de la chica antes de dar vuelta y volver a las escaleras.
Camille dejó en el buró la taza de Timothée y la suya la sostuvo entre sus dos manos mientras le soplaba para que se enfriara un poco.
Se dejó caer con cuidado en el pequeño espacio que Timothée había dejado en la cama y él se quejó cuando accidentalmente le aplastó la pierna.
—Aún es muy temprano —farfulló entreabriendo los ojos para reprocharle con la mirada.
—Tu mamá nos vino a dejar café.
Camille dió en primer sorbo y la cama se movió bajo el peso de Timothée al incorporarse en la cama.
—¿Qué tal dormiste? —preguntó ella tranquilamente.
El chico hizo un sonido apergaminado y Camille supuso que era un «nada bien».
El repiqueteo de la taza alzándose del buró retumbó momentos previos y Timothée, con cara de pocos amigos, ya estaba bebiendo.
—Extrañaba este café —comentó en voz baja.
Camille sonrió.
—Pues prepárate que hoy nos espera otro día más —anunció ella y Tim le respondió con una expresión de angustia.

Amándote En Silencio || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora