XVIII. La pluie ⭐

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¡Capítulo especial de vacaciones!
Ya que sé que much@s están disfrutando de sus vacaciones, les traigo un capítulo más.
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El agua se dejó caer antes de llegar a la casa, por lo que Timothée encendió los limpiadores del parabrisas.
La lluvia caía a cántaros del cielo y empañaba los vidrios.
Camille reía mientras con la manga del suéter limpiaba la parte del cristal que Timothée usaba para ver.
—¿Disfrutaste el museo? Al fin pudiste ir —dijo Tim sin quitar la vista del frente.
—Fue grandioso —exclamó ella con una sonrisa que era imposible ocultar.
No tardaron mucho en llegar a Bombard, aunque tuvieron que esperar unos cuantos minutos para que se aplacara.
No sucedió.
—¿Crees que podamos permanecer aquí toda la tarde? —cuestionó ella con diversión.
—¿Piensas bajar ahora con este aguacero?
—No me molesta el agua —comentó encogiéndose de hombros.
Timmy reprimió una sonrisa y sacudió la cabeza, pero accedió a la idea. Sacó de su bolsillo las llaves de la casa que su madre le había prestado aquella mañana para poder correr y estar en el lugar lo antes posible.
—A la de tres —comentó él. Camille contó más rápido de lo que Timothée tenía considerado.
Abrieron las puertas simultáneamente y echaron a correr.
Él se detuvo en la puerta, intentando insertar la llave, pero el cabello se le pegaba a la frente y amenazaba a entrar en sus ojos. Sacudió la cabeza, intentando deshacerse de los mechones cuando consiguió que el pestillo hiciera un chasquido y avisó que estaba abierto.
Una risilla sonó tras él cuando abrió la puerta y un par de metros más atrás, Camille alzaba la cabeza mientras brincaba en un charco que se había formado.
—¡Camille, ya está abierto! —gritó él para que le alcanzara a escuchar.
—¿No te gusta la lluvia? —preguntó ella acercándose al chico. El cabello le escurría por los hombros y sus pestañas se pegaban entre las de abajo—. Me encanta a mí.
Timothée sacudió las manos para deshacerse del agua que se le acumulaba en las mangas y ayudó a Camille para secarse los pies en la alfombra.
—Sí me gusta, pero te recuerdo que estamos en Marsella y es muy probable que el agua que cae aquí sea lluvia ácida.
La chica frunció el ceño cuando observó el interior de la casa.
Timothée regresó la mirada hacia donde ella veía y se percató de que todas las luces estaban apagadas. Las ventanas completamente cerradas y ni una señal de movimiento. 
—¿Hola? —cuestionó en voz alta, pero no hubo respuesta—. Deben de seguir afuera.
Camille asintió y se acomodó el cabello detrás de las orejas.
—¿Quieres ver la lluvia? —preguntó él—. Hay un lugar donde podemos estar sin mojarnos.
—¿Se le llama ventana? —cuestionó Camille, alzando una ceja de manera burlona.
Timothée le dió un empujón juguetón y la tomó suavemente para llevarla a través de la sala.
Muy cercano al cuarto de televisión había un ventanal enorme, que abrió sin cuidado y salieron.
Era una balcón grande, con un barandal de granito que lucía bastante agradable.
Los ojos de Camille se abrieron por completo y sonrió.
—¿Por qué jamás lo había visto? —cuestionó ella.
—No se dió la oportunidad.
El aire pegaba con fuerza, por lo que no mojarse resultó imposible, pero era menor la cantidad que llegaba hasta ellos, convertido en una helada brisa.
Camille puso los codos en el barandal y quedó inmersa viendo cómo las gotas caían en los árboles.
—¿Por qué te gusta tanto la lluvia? —preguntó él, poniéndose a su lado.
La chica sonrió sin regresarle la mirada.
—Sabes que no soy de París. Soy de Grenoble y las lluvias ahí eran maravillosas... Cuando no estaba nevando, por supuesto. 
Él sonrió y dejó la mirada fija en sus manos, las gotas de lluvia eran delgadas, pero su tacto en la piel era bastante reconfortante.
Al chico le entró una duda, ¿Debería intentar hablar del tema de anoche con Camille?
Inspiró profundamente para agarrarse de valor y dijo:
—Camille, yo... —la chica llevó sus enormes ojos hacia él. La boca se le secó de un momento a otro y las palabras se le atoraron en la garganta—, lo siento —susurró a medias.
La chica alzó una ceja y sonrió de medio lado.
—¿Por no dejarme disfrutar la lluvia bajo de ella? —Le dió un empujón con el hombro antes de apoyar la espalda en el barandal. Poco después se apoyó con las manos en ésta y de un brinco se sentó en el espacio—. Descuida, me hubiera cansado rápidamente.
Timothée decidió que dejaría el tema para otro momento, no tenía la menor intención de romper un espacio tan pacífico como ese.
El agua le corría a Camille por la cara y el cabello. Poco a poco se veía como le escurría más agua por los hombros y aún así su mirada era brillante.
El suéter ya estaba pegado a sus hombros y comenzaba a mojarle el pecho. Ella no se inmutaba. Continuaba con su mirada divertida hacia el joven.
Timothée dió un paso hacia ella y rió entre dientes.
—Estás toda empapada —comentó él y apartó de sus sienes los mechones de cabello que se le pegaban a la piel.
Ella rió al sentir los helados dedos del chico en su rostro.
Timothée no pudo ocultar su sorpresa cuando sintió el cálido tacto de la chica, que a pesar de encontrarse hecha un caldo, su temperatura corporal continuaba arriba.
Relucía como pocas veces las personas lo hacían.
Timothée se detuvo cuando ambas manos estuvieron a la altura de sus mejillas y la sonrisa que ilustraba en su boca desapareció. No porque algo le hubiese quitado la felicidad, más bien estaba embelesado contemplando las suaves facciones de la Camille. Si la dibujara, ¿Qué sería lo primero en retratar?
Probablemente los ojos, aunque le costaría captar el brillo de éstos. O las elegantes mejillas y las curvas que daban mientras más abajo llegaban. No obstante lo más probable es que empezaría por sus labios, esos que tantas veces había tenido tentación de probar. El arco de cupido tan definido  provocaba que el corazón le diese un vuelco, sin duda, si lo dibujara se le volvería una adicción.
Conforme él más observaba, Camille transformaba su expresión. También había ocultado su sonrisa y se tornaba una expresión desconcertada, atenta a lo que pudiese seguir.
Tim sostuvo con más fuerza sus pómulos. Se sentía atontado pero pidió silenciosamente el permiso que creía necesitar. Ella, inclinándose hacia adelante le respondió su afirmativa.
Timothée dió un corto paso para estar más cercano a ella y ya que continuaba sentada en el barandal no hizo falta agacharse para cubrirle la boca con los labios.
Camille soltó un sonido gutural de aprobación antes de envolver con sus brazos el cuello del muchacho.
El beso era lento, sin prisa. Tim disfrutaba de la sensación de la respiración de ambos unidas.
Con una mano acarició el cabello que le escurría por la espalda y le recorrió con calma los omóplatos.
Los labios de Camille se tensaron en una sonrisa que contagió a Timothée, aunque esa no fue excusa alguna para detenerse.
Camille se estremeció bajo sus brazos, y Tim supo que que aquella ocasión no se trataba de un temblor de nerviosismo.
—¿Tienes frío? —preguntó él separándose unos centímetros de ella.
La chica con las mejillas sonrojadasn asintió.
—El aire y la espalda mojada… —explicó torpemente.
Fue como si lo arrancaran de la mejor sensación de su vida cuando le propuso:
—Será mejor que te cambies si no quieres enfermarte.
Le ofreció una mano para que bajara del barandal y la acompañó a su habitación con un manojo de sentimientos.
Estaba tremendamente feliz por lo que acababa de suceder, aunque también le aterraba pensar en que fuera la única ocasión en que ella le permitiera hacerlo.

Amándote En Silencio || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora