XXVIII. Rire Avec Toi

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Después de que Pauline se marchó de regreso a la casa, Camille y Timmy compartieron un rápido juego.
Uno de ellos abría la boca y el otro intentaba que una uva cayera en el interior.
Camille llevaba la delantera, era la que más veces había atinado a Timmy. Mientras tanto, él ya llevaba dos veces dándole en los ojos, otra la lanzó sin fuerza por lo que fue a internarse en el sostén de ella y las últimas dos fueron con tanto ímpetu que salieron volando un metro más allá de donde se sentaban.
-Ya no quiero jugar -soltó Timothée cruzándose de brazos.
Camille resongó con un gesto ansiosos de manos.
-¿A qué te refieres?
-A eso, a que no quiero seguir jugando.
-No soportas la idea de perder -se burló ella.
-Más bien, quiero comer las uvas.
No tardó en admitir que era cierto: No le gustaba perder, y peor aún si lo presenciaba la chica que le gustaba. Camille sonrió victoriosa con el rubor rebosándole las mejillas.
La tarde les rindió demasiado, inclusive sacaron un bloc de dibujo, unos lápices y goma.
Camille fue la primera en dibujar. Le ordenó a Timothée que hiciera algo normal, que viera el cielo o observara el pasto para que ella pudiese retratarlo.
-¿Observar el pasto es algo normal para tí? -cuestionó iluso.
Camille le dió un empujón con el pie y puso los ojos en blanco, resoplando una carcajada.
Tardó en poder captarlo con exactitud.
La forma romana de su nariz era difícil de igualar, sí, pero lo más complicado fueron sus ojos; las pestañas espesas tenían formas irregulares, algunas que iban hacia abajo y otras se rizaban en las puntas.
Cuando al fin estuvo más contenta, seguía habiendo algo que le incomodaba. No estaba del todo contenta por lo que no se lo dió a ver al muchacho. Se negó rotundamente a mostrarlo, inclusive amenazó con arrancar la hoja, pero no lo hizo.
Cuando fue el turno de Timothée Camille se recostó en su regazo y sin saber en qué momento, sus ojos se cerraron y se quedó dormida.
No fue tanto tiempo... Suponía.
Cuando retomó la conciencia sintió los dedos de Timmy sobre su cabello, que con ternura le acariciaba y disfrutaba de la textura de sus rizos.
Habían sacado una mochila llena de juegos y libros para entretenerse en la tarde, y por el sonido de las hojas al pasar, supuso que estaría leyendo. Aún no se percataba de que ella ya había despertado.
-¿Qué lees? -preguntó en voz baja.
Timothée respingó muy levemente.
Ella giró sobre su espalda y el muchacho alzó el libro para enseñarle la portada.
-Poesía de Emily Brontë -le dijo con una sonrisa-. Jamás había leído esta parte del libro, ¿Sabías?
-¿Tienes libros sin leer en el librero? -cuestionó Camille, incrédula.
Timmy rió y asintió.
-Creo que todos tenemos libros en espera. -Observó el cielo con el celo fruncido y encogió los hombros-. Aún queda un poco de sol, ¿Quieres que te lea?
Camille acomodó mejor la cabeza en el regazo del muchacho y abrió mucho los ojos. Hizo un ademán con la mano para indicarle que continuara.
-Me encantaría.
Timothée abrió el libro donde su dedo había quedado esperando e inspiró con fuerza.
-«Vendré a tí -comenzó a recitar con dulzura-, cuando estés muy triste,
en la soledad de la habitación oscura,
Cuando el alegre y loco día hasta huido,
Y la sonrisa feliz se haya notado,
Por la tristeza de la noche fría»
Camille lo miraba con atención y se dejaba embeber por las palabras que salían de su boca.
No era demasiado de poesía porque jamás había sabido cómo recitarla, le daba vergüenza entornar y que alguien más estuviese observándola.
Pero Timmy sabía hacerlo con tanta soltura que deseaba ni siquiera respirar, para que el sonido no interrumpiera su voz.
-«Vendré a ti, cuando el real sentir de tu corazón
reine imparcial y absoluto,
y mi influencia silenciosa,
ahondado en dolor, helada la alegría,
sin temor con tu alma se alzará.
¡Escucha! -El tono del muchacho se alzó y Camille se quedó inmóvil, espectando- Es la hora,
el momento por ti temido.
¿No sientes el fluir en tu pecho
del río de una sensación extraña,
precursora de un poder más fuerte
que a quien anuncia es a mí?»
Timothée cerró el libro con fuerza y sonrió. Camille lo observaba boquiabierta y sin decir una sola palabra.
Estaba alucinada y no conseguía calmar los rebeldes latidos de su corazón.
-Eso fue asombroso -alcanzó a murmurar.
Las mejillas se le llenaron de color cuando Tim reprimió una sonrisa.
-No soy el mejor...
-Para mí sonó increíble -le interrumpió y se irguió para quedar a su lado.
-Tú lo eres, Camille -susurro Timmy apartando los mechones de cabello alborotados que le cubrían los ojos a la chica.
Quería lanzarse directo a él y envolverse en sus labios, redescubrir cada angulosa facción de su rostros con los dedos y probar de su boca todo. Se detuvo antes de hacerlo. No quería precipitarse y algo dentro de su cabeza le obligó a permanecer en donde estaba.
Lo sentía trabado. Algo de su garganta pretendía salir, pero el pánico la inundó de repente y selló sus labios.
¿Acaso pretendía decirle cuánto lo quería? Sin duda había pasado por su mente.  Explotar en amor y volver a enredarse en sus brazos era todo lo que su mente alcanzaba a formular en aquel instante.
Después de titubear, se limitó a posar su frente sobre la de él.
Un segundo más de amor era igual a un segundo más de Camille ignorando sus prejuicios morales y peor aún, dejando que si corazón martilleara desbocado por él. Si no detenía sus sentimientos de una buena vez, una terrible y dolorosa colisión le aguardaría más tarde.
—¿Todo bien? —inquirió Timothée escrutándola con la mirada.
La chica elevó la barbilla y asintió, procurando ocultar bajo un capelo de cristal sus miedos.
—Perfecto —susurró.
Timmy elevó las comisuras de su boca.
—¿Te han mencionado que la hora más romántica siempre es la tarde?
Camille internamente se estaba reprimiendo, sin mucho éxito, enseguida encargó una ceja y le cuestionó:
—¿Y qué estamos esperando?
Timothée se inclinó sobre ella para besarla.
Estaba entrando en un territorio bastante peligroso y Camille lo sabía.

Amándote En Silencio || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora