XIII. Beau et Belle

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Estar en la habitación de Pauline asustó de primer momento a Camille.
No sabía siquiera cómo actuar. Ella era tan elegante y dulce que la chica se sintió cohibida.
Más tarde, cuando comenzó a maquillarla, los nervios de Camille se apaciguaron e incluso rieron. Toda una suerte que compartieran gustos musicales.
—Con razón —dijo Pauline en un susurró mientras le ponía un poco de rubor en las mejillas de la otra chica.
—¿Con razón qué? —cuestionó Camille desconcertada. Lo último que habían dicho no tenía nada que ver con esa frase.
—Que le gustes tanto a Timothée.
Un flechazo exaltado cruzó el rostro de Camille por un momento casi imperceptible, esperaba que Pauline no lo hubiese notado.
—¿Por qué lo dices? —inquirió, procurando que su voz sonara lo menos trémula posible.
Pauline frunció el entrecejo y la miró fijamente un momento antes de seguir adelante.
—Eres muy lista y creativa —contestó encogiéndose de hombros—. Y cada que hablas le brillan los ojos como cuando veía su película favorita a los tres años, ¿Sabes?
Los nervios del cuello de Cami se tensaron, igual que los de las comisuras de sus labios, pero lo transformó a una sonrisa. Y no fue del todo falsa, algo en su interior se regocijaba al saber eso.
—¿De verdad? —Fue lo único que le alcanzó a salir de la boca.
Pauline se dirigió a su tocador y tomó el cepillo con unos cuantos pasadores y los llevó hasta Camille.
—Claro que sí. —Alargó la mano hacia el cabello de la chica—. ¿Te parece si te hago un twist francés?
Camille comentó que sí. De hecho, era la clase de peinado que siempre utilizaba en los días importantes. Le fascinaba y consideró que quedaría espectacular con el vestido que usaría aquella noche.
—¿Y qué fue lo que a tí te gustó Timmy? —cuestionó Pauline, retomando la conversación.
Las manos de Camille se le humedecieron de nerviosismo, soltó una risilla ansiosa y se encogió de hombros.
—Yo... Eh —tartamudeó—. Bueno... —Evitó prestarle atención al rubor que se le acumulaba en las mejillas y procuró concentrarse. Para qué hacerse tonta. Por supuesto que le gustaba Timothée, pero ¿Qué fue lo primero que le atrajo?—. Seamos honestas, es bastante atractivo, pero lo primero que me gustó fue su humor. Solía ser demasiado reservada en las prácticas, pero cuando me cambiaron a su cubículo no podía parar de reír.
Pauline dejó escapar de sus labios una sonrisa a la par que asentía.
—Es imposible no hacerlo cuando está él.
Oui... También —prosiguió Camille—, es asombroso en lo que hace, y siempre que yo necesitaba su ayuda me la brindaba. Y cuando él tenía problemas no temía en preguntarme. O las cosas tan interesantes que platica y la manera en que se curva su labio inferior al pronunciar la «e».
Soltó una carcajada para sí. Era cómodo  sacar todas aquellas cosas que le hacía sentir. Hace mucho tiempo había leído lo beneficioso que era expresar con palabras las emociones; en bastantes ocasiones funcionaba para apaciguar el sentir. 

Si le iba bien, comentarle a Pauline ayudaría a que su amorío hacia Timothée se disolviera como tinta en agua.
—Creo que hacen una muy linda pareja —confesó Pauline.
Con menos violencia volvió a sonrojarse.
—Ojalá... —Se interrumpió y alzó la vista a la par que su nueva amiga. Se miraron curiosas unos segundos antes de que Cam sacudiera la cabeza y riera irónica—. Ojalá y sí, o las fotos de boda serán un desastre.
Pauline no parecía del todo convencida, pero no lo volvió a mencionar.
Quitó el vestido del gancho después de peinarla y Camille fue hasta el cuarto de baño para ponérselo.
Si no hubiera sido porque su busto era una talla más chica, el vestido le habría ajustado muy bien.
Era largo, de un tono verde bastante bonito y los tacones combinaban bastante bien.
La muchacha procuró practicar unos cuantos pasos sola para ajustarse a su tamaño y que Pauline no la viera caminar como borracho en madrugada.
Al salir, la otra chica ya tenía puesto el vestido y se veía magnífica. El corte de la prenda le recordaba a las historias griegas. En su mente, así era como Atenea luciría: hermosa, imponente y gloriosa.
—¡Me encanta! —le dijo Pauline y se aproximó para ayudarle a colocar la cremallera—. Bien, es momento de salir.
Camille dejó que la hermana de Timmy abriera la puerta y saliera antes, después le siguió.
En el pasillo de las habitaciones ya no había nadie, pero los murmullos en la planta baja les avisaba que todos estaban listos, las únicas que faltaban eran ellas.
Cam se sostuvo del barandal de las escaleras mientras bajaba. Ya se sentía más estable con las zapatillas, pero consideró que bajar rodando las escaleras no sería la mejor idea para  anunciar su llegada.
Frente a las escaleras Timothée y Marc platicaban.
El muchacho en su traje se veía espectacular a pesar de que su cabello se encontrara tan revuelto como siempre.
Cuando el repiqueteo de los tacones resonó en la madera, los dos hombres alzaron la cabeza.
Marc sonrió como todo un orgulloso padre al posar la vista en su hija. Por otro lado, los labios de Timothée se separaron de asombro cuando observó a Camille y los músculos de su cuello se tensaron al tragar saliva costosamente. Después sonrió.
Detrás de él un alarido de felicidad resonó y Nicole se aproximó.
—Se ven encantadoras —exclamó y Timmy asintió torpemente.
—Demasiado —mustió él y recibió a Camille con una mano extendida para que ella bajara el último escalón.
El tacto de sus manos unidas desconcentró a la muchacha y el tobillo se le dobló al estar en la planta de mármol. Timothée hizo un audaz movimiento de brazos para sostenerla por la cintura y ayudó a incorporarse bien.
Merci —susurró retirando la mirada de él.
Timmy resopló con diversión y dió una teatral inclinación.
—Tú me salvas de caer en la locura y yo de que caigas al suelo por un talón sensible, Chouchou.
Camille se mordió el labio para contener la risa. Había recordado lo de los apodos y eligió los que menos esperaba.
—Bien, suficientemente romance —cortó Pauline con una sonrisa—. Joan estará esperándonos afuera.
—¿Quién es Joan? —cuestionó Timothée.
El rostro de ella se iluminó y encogiéndose de hombros dijo:
—Es mi novio. Ha llegado el momento de que se conozcan.

Amándote En Silencio || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora