XXX. La Fille Perdue

818 67 5
                                    

Timothée no esperaba encontrar a Pauline en su habitación cuando subió por la manta.
Debido al silencio que reinaba en la casa, supuso que ya se habría dormido o tal vez que hubiera salido, pero no era así.
Cuando se encontraron en el pasillo ella le dirigió una mirada enfurruñada y negó con la cabeza.
—No encontré mis llaves dónde dijiste —soltó.
Timothée se encogió de hombros. Sacudió la cabeza despreocupadamente y le respondió:
—¿Crees que las robé?
—No —reprochó su hermana—. Pero necesito que me ayudes a encontrarlas, mañana saldré por la noche y si no las tengo tendré que pedírselas a mère o père.
Timmy resopló con diversión.
—¿Y por qué no quieres pedírselas a ellos?
Pauline le fulminó con la mirada y puso los ojos en blanco.
—No te hagas el que no sabes —farfulló, se miró las uñas con paciencia después—. Los escuché anoche.
Las mejillas de Timmy se empaparon de color rojo y entró en la habitación de su hermana.
Quoi? —cuestionó impaciente y avergonzado.
Pauline rió entre dientes.
—Entonces es verdad —levantó la cabeza y con una expresión engreída explicó—. En realidad lo que escuché fue un golpe en la pared. Y claro, lo primero que pensé fue en que tú y Camille tenían algo de pasión. Lo descarté, por supuesto y pensé en que alguien debía de haberse caído. Pero al verlos actuar hoy en la tarde supuse que mi primera teoría era correcta.
—Cielos. —Timothée ocultó el rostro debajo de las manos, tapándose los ojos—. Que horror...
—Dímelo a mí —aseguró Pauline con un exagerado tomo de disgusto para incomodar aún más al muchacho—. Así que tengo otro secreto tuyo. ¿Ahora comprendes porqué quiero mis llaves?
—Ya, ya, lo sé —farfulló molesto—. Enseguida vuelvo.
Con paso rápido fue a su habitación y buscó en la mochila que el día anterior habían llevado a la playa. Las llaves tintinearon hasta el interior y las tomó entre los dedos. Con desgano caminó hasta la habitación de su hermana y las lanzó a su cama. Pauline sonrió satisfecha.

—Antes de que te vayas, Timmy. —Pauline se elevó de la cama y le miró inquisitiva—. Creo... Que la plática que tuvimos el día de la cena te ayudó, ¿No? Camille y tú...

Timmy permaneció inexpresivo. No sabía cómo contestar aquello y tenía la suposición de que su hermana le reprendería de algo. Por muy grandes que fueran, ella siempre conseguía demostrarle lo equivocado que podía estar.
—Sí —convino el muchacho—. Las cosas cambiaron entre ambos.
—¿Y bueno? —cuestionó arqueando las cejas con impaciencia.
—¿Y bueno qué?
Pauline movió las manos con un ademán desesperado, como si su hermano supiera de lo que hablaba. Definitivamente no lo hacía. La chica bufó:
—Sabes que no puede ser tu amante eternamente, ¿Verdad? No sigas extendiendo más esa situación.
Hubo un breve silencio por parte del muchacho. Eso era lo que menos le preocupaba, ya tenía una respuesta para ello.
—Lo sé. Y lo haré. Terminaré con todo ésto cuando lleguemos a París —declaró convencido.
—¿Terminar todo?
Los pies de Timmy se comenzaron a desplazar por toda la habitación. Era un reflejo para calmar sus nervios y siempre le era eficaz, hasta en ese momento donde se sentía bastante cohibido.
—Sí. —Fue el turno de él para hablar exasperado—. No pienso seguir con Amélie y lo deberías saber. Temía que Camille no quisiera nada y consideré mejor disipar el dolor con alguien más. —La expresión de su hermana seguía siendo bastante exigente y él alzó las manos para aclarar—. Lo sé, suena terrible y lo siento. Pero... Seguir con eso solo sería un martirio, para ambos. Para Ámelie y yo.
» Además, Camille ya ha demostrado que también siente lo mismo.
—¿Lo han hablado? —interrumpió Pauline seriamente.
Timothée titubeó y negó con la cabeza.
—No. Hoy lo haré —prometió—. Pero sea como sea, no puedo seguir con Ámelie. Por respeto a su tiempo.
Fue la primera vez que Pauline sonrió honestamente en la noche y se cruzó de brazos conforme con la respuesta.
—Y —continuó el muchacho—, podré hablar con Camille respecto a todo. Ver qué es lo que quiere.
—Eso es lo más sensato que te he escuchado decir jamás.
Timothée le miró fulminante y salió de la habitación con cansancio. 

Bajó las escaleras para encontrar a Camille.
Se llevó la sorpresa de encontrar sola la habitación con el televisor encendido y el Caballero de la Noche danzando en la pantalla. Camille no sé veía por ninguna parte.
Seguramente había ido al baño.
Se encogió de hombros y tomó asiento en el sofá, envolviendo sus piernas en la manta.
Aquella película radicaba entre sus favoritas, por lo que mantuvo su concentración en ella. Los ojos comenzaban a pasarle mientras más adelante iba la película y con un momentito que dejó reposar la cabeza en el respaldo, se perdió en sus sueños.
Pasaron las horas. Los padres de Timothée volvieron y al encontrar al muchacho allí dormido apagaron la TV.
No encontraron extraño que Camille no sé hallara ahí con él. Pensaron lo mismo que el muchacho, debía de estar en el baño o poniéndose la pijama. No le dieron muchas vueltas al asunto y subieron a su respectivo cuarto.
Hasta la madrugada, cerca de las 5:00 cuando Timmy dió vuelta en el sillón en búsqueda de más cobijas se percató de que aún estaba solo en el sillón. Camille no apareció en toda la noche.
El corazón se le aceleró enseguida con preocupación. Apretó los puños sobre el pecho, no debía preocuparse, seguramente dormía arriba o estaría duchándose. Era una chica bastante madrugadora.
La espalda le tronó cuando se levantó del sofá y aceleró el paso al subir la escalera.
La puerta de la habitación estaba igual a como él la había dejado la noche pasada y en el interior ni una sola cobija estaba desacomodada. A través de la puerta del baño no se escuchaba nada.
Timothée corrió a través del pasillo hasta llegar a la habitación de Pauline y con suavidad para que sus padres  no escucharan llamó a la puerta.
Su hermana apareció con una maraña hecha en el cabello y le miró con recelo.
—Timothée son las cinco, ¿Qué quieres? —refunfuñó soporosa.
El muchacho intentó no sonar alarmado cuando preguntó:
—¿Camille está contigo?

Amándote En Silencio || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora