XX. L'amour Ne Fait Pas Mal

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Besar dolía.
Cuando Camille despertó, las piernas le calaban como su hubiera recorrido kilómetros a pie. Los brazos tampoco se quedaban atrás, los había apoyado varias veces en el respaldo del sofá para sostenerse y en otros momentos se agarraba del cuello de Timmy. De una o de otra forma, había hecho demasiado esfuerzo y el cuerpo le dolía.
No obstante su corazón palpitaba veloz cada que recordaba los detalles.
Los delgados dedos de Tim recorriéndole la espalda, rozándole la nuca y sus labios unidos.
No soportaba más de unos segundos rememorando todo lo sucedido la tarde pasada, porque el estómago se le estrujaba y los nervios se le ponían de punta.
Al voltear hacia arriba encontró que Timothée tenía la mirada perdida en el techo. Con una mano le acariciaba a Camille los mechones de cabello en completo silencio.
No tardó muchos segundos en sentir la mirada de ella y giró la cabeza en su dirección.
Terció una sonrisa que ella le devolvió.
-Bonjour. ¿Dormiste bien?
La chica asintió.
Dejando de lado el dolor que se hacía en sus músculos, había sido de las mejores noches; dormir en los brazos de Timothée era una experiencia por completo distinta de las que había conocido y le agradó bastante.
-Très bien, ¿Y tú? -respondió con una sonrisa amplia.
-Bien -aseguró y volvió la vista hacia el techo-. Revisé el clima del día de hoy y parece ser el ideal para visitar el parque de Calanques, ¿Qué dices?
Camille lo pensó solo un instante. No dejaría que el dolor de piernas detuviera su tour por Marsella.
-¿A qué hora salimos?

•••

La caminata fue extensa. Dejaron el automóvil en un aparcamento del centro de la ciudad y se movieron por  metro el resto del viaje.
La entrada al lugar tenía un gran letrero donde se leía «PARQ NATIONAL DE CALANQUES» y una reja metálica entreabierta ardía bajo los rayos del sol.
Camille, con su bolso repleto de bocadillos, las sandalias y un frasco de bloqueador solar, fue la primera en entrar, seguida de Tim.
-¿Cómo vas Camille? -preguntó a sus espaldas el muchacho.
-Bien -dijo ella. No le había contado al muchacho el detalle de su malestar muscular porque simplemente no tenía intención de hablar del tema.
Ninguno había tomado por conversación el hecho de que toda la tarde pasada la habían disfrutado entre los brazos del otro, con besos y sonrisas.
Aún así, algo le decía a Camille que llegaría el momento en el que tarde o temprano tuvieran que hacerlo.
Era jueves a medio dia, partirían de regreso a París el sábado por la noche. No quedaba demasiado tiempo para hablar respecto a lo sucedido entre ellos.
¡No!
No tenían nada qué hablar a menos que Camille tuviera la estúpida idea de mencionar «Sé que te besé aunque estés comprometido, es solo que tenía muchas ganas de probar cómo era. Olvidemos eso y retomemos nuestra buena amistad». ¡Por supuesto que no!
Cambio de planes. Procuraría evitar el tema a toda costa. Era una idea que jamás llegaría a concretarse por muy enamorada que ella pudiera sentirse. ¿Para qué molestarse en hablar de un caso perdido?
Siguió caminando lo mejor que podía y subió la colina que se alzaba ante ellos. Los árboles tupían el monte y el follaje les cubrió del sol por extensos tramos de tierra.
A lo lejos, Camille pudo observar el agua mediterránea al que muy pronto llegarían para divertirse.
Supuso que el agua se encontraría helada, no obstante hacía tanto que no disfrutaba del mar que estaba dispuesta a entrar hasta que los huesos se le entumieran.
Timothée iba platicando unas cuantas anécdotas respecto a las veces de pequeño que había ido allí y cuando comenzaron a bajar la colina rumbo a la playa se encontraba en medio de una historia sobre cómo se perdió en el bosque una ocasión.
-... Y gracias a eso aprendí que es mejor no emberrincharse por perder un juguete en el agua. -explicó con una sonrisa y dió el último salto para llegar al suelo, dónde la arena comenzaba a expandirse.
-¿Y cómo te encontraron? -cuestionó Camille.
Tim y ella se acercaron a un espacio cercano a la orilla para dejar las cosas que traían.
El muchacho bajó la mantas y comenzó a hacer un pequeño espacio para llevar a cabo el picnic. Mientras tanto, Camille se cambió los zapatos y  retiró la ropa que tenía encima del bikini.
-Puff, empecé a llorar y se guiaron por el sonido -respondió alzando la vista hacia ella con los ojos entornandos para protegerse del sol.
Camille se estaba retirando la camiseta cuando sintió como las mejillas se le sonrojaban al recibir la mirada del chico.
Un cosquilleo nuevo le surgió en el estómago, quemaba y le ponía todo el cuerpo en alerta.
Tim rápidamente retiró la mirada y continuó arreglando las mantas mientras tarareaba una canción por lo bajo. Y poco después también retiró su playera también.
El muchacho tenía un cuerpo bastante esbelto con caderas estrechas, las costillas se le marcaban en ciertas posiciones y las clavículas siempre le sobresalían en el inicio del cuello, pero el primer pensamiento de Camille no fue nada en contra de ello. Su tersa y pálida piel le produjo cierta fascinación, unas inmensas ganas de ir hasta él y explorar cada espacio de su cuerpo, hasta llegar a la raíz de sus cabellos... Enredar las manos en los mechones chocolate.
«Es hermoso» pensó ella para sí misma y enterrando las uñas en la palma de su mano se regañó y obligó a bajar la vista.

•••

Timothée disfrutaba bastante de la playa y sus sentimientos encontrados se regocijaban de tener a Camille a un lado de él. Estaba tan feliz que tenía unas tremendas ganas de envolverla en sus brazos y no soltarla por un buen rato.
Se obligó a mantenerse sentado en la arena, después de todo, si había podido controlarse cuando despertó, ¿Por qué no lo podría hacer ahora?
Por la mañana, antes incluso de abrir los ojos, mientras estaba entre sueños felices de lluvia y jabones, una idea alocada tocó a la puerta de su mente y entró a tropel poco después, dejando a Tim paralizado del gusto.
«Creo que la amo».

Amándote En Silencio || Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora