JEREMÍAS:
No quería ir, pero sabía que si no lo hacía el Pablo se sentirá mal debido a que le hacía mucha ilusión que el Félix y yo fuéramos amigos. Por lo que, me había dicho que fuera a su casa porque estaría él, para que así hiciéramos algo los tres. Así que tomo mi celular junto con mis audífonos y salgo de mi pieza. Cuando bajo las escaleras me encuentro a mi mamá junto con mi tía sentadas en el sillón como cualquier día domingo.
—Hola Jeremías.—me saluda ella, dándome una sonrisa de lado.
—Hola tía...—me acerco a ella y le doy un beso en la mejilla.—¿Cómo está?
Me pongo de pie al lado del sillón y cargo mi peso en la pierna derecha, para así estar un poco más cómodo. A pesar de que me iba a ir apenas me dijera que estaba bien.
—Normal.—murmura y al tiro mi miro a mi mamá, quien me da una mirada dándome a entender que me contaría más tarde.
Me vuelvo a acercar mi tía y deposito un beso en su frente. Camino unos pasos más y hago lo mismo con mi mamá.
—¿Y a dónde vas tú un día domingo?
Se cruza de brazos viéndome con las cejas alzadas. Sabía que lo hacía porque estaba su hermana, porque en días normales, ella solo me pide que me cuide, o sea, traducido: No tener demostraciones de cariño con un hombre en la calle para que no me hicieran nada.
Sí.
—A la casa del Pablo. Vamos a salir, supongo.
—¿Es tu pololo?—pregunta mi tía, mientras empiezo a caminar hacia la salida.
—No, es un amigo no más.—respondo abriendo la puerta, no queriendo tocar el tema con ella.—Ya, me voy, cuídense.
Salgo de la casa y empiezo a caminar con tranquilidad.
No me gustaba hablar de yo siendo gay con mi tía. No por ella, sino que por mi tío, ella le cuenta todo a él y sé que cuando se entere sobre mi orientación sexual me exiliará de cualquier tipo de reunión familiar que tengamos. De hecho aún no entiendo como a mi tía no se le ha escapado todo, si cuando lo supo puso una cara de querer contarle a todo el mundo. Supongo que el respeto es su virtud.
Cuando llego a la casa del Pablo su mamá me abre la puerta y me hace pasar. Entro con un poco de timidez, encontrándome con su abuela mirándose en el viejo espejo que colgaba al lado de un sillón mientras se ponía unos aros.
—Hola...—la saludo y ella me sonríe.
—Que está solicitado el Pablito.—comenta.
—Sube no más, Jeremías.—dice la tía Magda y yo asiento.—¿Le puedes decir que nosotras ya nos vamos?
Vuelvo a asentir, sintiéndome intimidado por ambas mujeres, y subo las escaleras.
En el momento que llego a la puerta de la pieza de mi amigo me quedo frente a ella un rato, intentando calmarme sabiendo que del otro lado de la puerta está el Félix, quien en pocas semanas ha hecho que en mi cabeza se cree un lío de esos que son difíciles de resolver.
Tomo aire, mientras abro la puerta sin tocar previamente. Mi única reacción al hacerlo es saludar en el aire, para que ambos reciban el saludo. De inmediato veo al Félix, quien estaba de pie, mirando el suelo, al lado del escritorio en donde estaba el Pablo.
—Tu mamá con tu abuela iban saliendo cuando llegué, me dijeron que te avisara.—hablo, aún incómodo, mientras intento disimular.
El Pablo hace un gesto de asentimiento y enrollo los audífonos en mi celular, intentando ignorar que el Félix estaba en la misma pieza. Sin embargo, mi impulsividad hace que me acerque a él.
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Lo difícil de quererte
Teen FictionLa vida amorosa del Félix nunca ha sido tema para él. Siempre se intentó reprimir en ese aspecto, sin ningún porqué, pero, no vamos a obviar sus enredos en los carretes. Todo para él parecía ir normal, ser un adolescente triste que se desahoga con l...