El miércoles había llegado más rápido de lo que pensé, teniendo en cuenta que me la pasé pensando en que vería al Jeremías de nuevo, y siempre cuando uno desea que alguna ocasión llegue lo antes posible, los días y las horas se hacen eternas, pero esta vez no fue así.
Había sido un día normal en el colegio, incluso las ridiculeces que decían mis amigos fueron más fáciles de soportar, considerando que desde que mi mejor amigo se fue, ellos se volvieron más insoportables. Además, no tienen límites.
Cuando llego al local lo primero que hago es caminar a la barra y saludar al Ricardo, él me da una mirada seria, al mismo tiempo que levanta las cejas, como si quisiera decirme algo. Enseguida frunzo el ceño y al segundo siento como alguien me toca el hombro haciendo que me sobresalte y que vea de reojo hacia atrás, encontrándome con su hermano, el dueño que aparece de forma esporádica por acá.
—Félix...—dice con una voz imponente al mismo tiempo que da un par de pasos para quedar a mi lado.
De forma inmediata lo miro de frente y le doy una sonrisa.
—Hola, don Jairo.—murmuro, un poco intimidado con su presencia.
Don Jairo era totalmente opuesto al Ricardo, su hermano menor; Mantenía su semblante serio la mayoría del tiempo, siempre vestía un poco formal y se podría decir que dentro del local era el malo de la película.
—¿Cómo te ha ido por acá?—pregunta, mirando a su alrededor, y con ello a las pocas personas que venían llegando. Todos adultos.—¿Te hay ganado el cariño del público?—comenta con gracia.
Mi única respuesta es encogerme de hombros y bufar, porque de verdad estaba un poco intimidado.
—Por lo que yo he visto, a la gente le gusta.—se mete el Ricardo, llamando la atención de ambos. Estaba apoyado con sus antebrazos en la barra.
—Mira qué bien...—hace una mueca de asentimiento y golpea mi hombro.—Eh...—esta vez levanta las cejas mientras mira a su hermano.—Hoy día vienen unos proveedores, así que ojo.—pone dos dedos frente a su vista.
El Ricardo asiente un poco desanimado y don Jairo se va sin decir nada hacia la puerta que está detrás del bar.
—Cagaste Felix, hoy día no hay copete.—murmura, enderezando su espalda.
—Tampoco iba a tomar hoy.—me encojo de hombros y él sonríe dándome un asentimiento de cabeza.
Centra su atención en limpiar la mesa y en ese momento aprovecho de sacar mi teléfono para ver si el Jeremías ha dado señales de vida. No quería asumir que deseaba verlo, pero era más que obvio para mí, porque mirar hacia la puerta de vez en cuando no es normal.
No habíamos hablado desde el domingo, en donde él me había dicho que me iba a avisar si venía, pero, al parecer se le olvidó porque mi mensaje no fue contestado.—Oye, lo que le dije al Jairo es verdad. —habla, provocando que levante mi mirada.—Hay harta gente que viene a pedir algo mientras estay cantando y no falta el que me dice "oye que es bueno el hueón que canta"—Lo último lo dice con un susurro y una sonrisa.
Sentí como una leve felicidad crecía dentro de mí, porque el que alguien valore mi música era valioso para mí y seguro que si supiera quienes son los que comentan eso, no olvidaría sus rostros.
—Qué buena...—sonrío, sin ocultar mi felicidad.—Me hace feliz.
—Bacán que te haga feliz, porque llevai semanas con un caracho...—comenta, haciendo una leve mueca.—Aunque el viernes te vi hablando de lo lindo con un cabro de tu edad.—el Ricardo me ve con burla y de inmediato siento un ligero calor en mi espalda.
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Lo difícil de quererte
Teen FictionLa vida amorosa del Félix nunca ha sido tema para él. Siempre se intentó reprimir en ese aspecto, sin ningún porqué, pero, no vamos a obviar sus enredos en los carretes. Todo para él parecía ir normal, ser un adolescente triste que se desahoga con l...