9

107 14 5
                                        

FÉLIX:

Si me preguntaran cuál ha sido el peor momento de mi vida me atrevería a decir que es ahora. Hasta el momento ha sido un año asqueroso. Todo empezó cuando entré al colegio, la presión por parte de mi familia, el Pablo se cambia de casa, vuelven a aparecer esas dudas que pensé que tenía enterradas en lo más profundo de mi mente, y por último, la Isidora chantajeándome. Me atrevería a decir que lo único bueno que me ha pasado ha sido conocer al Jeremías, y hasta ahí, porque su presencia significó muchas cosas.

Me siento en la banca y apoyo mi espalda en el respaldo de ella, esperando a que el timbre suene y pueda irme a la sala. Los recreos sin el Pablo eran horribles, debido a que a veces se me hacía insoportable el aguantar a los demás. Me sentía incómodo y fuera de lugar. Por lo que, desde que se fue, algunos de mis recesos solo se limitaban en mirar mi celular y comer.

—Necesito que me hagas un favor.—escucho una voz aguda y de inmediato sé que se trata de la Isidora.

Doy un gran suspiro y la miro. Su pelo estaba amarrado con totalidad, y me veía con detenimiento, como si supiera que me  tenía en jaque. Ella sabía que le cumpliría lo que sea que me pidiera, a pesar de mi negativa, terminaría cediendo.

—¿Cuál?—ya estaba un poco harto de su insistencia, a pesar de que haya pasado solo un día desde su chantaje.

—Que le digas al Pablo que quiero hablar con él, hoy día.—frunzo el ceño y la miro incrédulo.

—Isi, el Pablo no puede hoy día.

No era mentira, me había contado que hoy salía más tarde debido a la pelea que tuvo y dudo que quiera subirse al metro a las cinco de la tarde.

—Bueno, entonces voy a decirle...

—No—la detengo y ella guarda su celular en el bolsillo de su polera.—Voy a hablar con él, pero tendrá que ser después de las cinco.

—Bueno.—y cuando pensé que se iba a ir o callar para siempre, vuelve a hablar.—¿El Pablo está donde su Nona?—solo me limito a asentir y ella frunce el ceño.—¿Y por qué no viene al colegio?

Por suerte, tengo una gran capacidad para salir de apuros. Menos mal no soy el Pablo, o sino estaría con plena crisis existencial.

—Está dando exámenes libres, por unos problemas que tuvo.—me encojo de hombros.

—¿Y dónde conoció a esa mina del viernes?

—No sé, Isidora.—respondo chato y exasperado por tanta pregunta.—Voy a hablarle al Pablo y te digo qué onda, chao.

Me pongo de pie y la dejo sola en la banca.

Ojalá que el Pablo no se enoje cuando le mienta y le diga que es de suma urgencia juntarnos.

Aunque no es tan mentira, para mí es de mucha urgencia.

[...]

Me remuevo, incómodo ante la mirada fugaz y amenazadora de mi mejor amigo, quien se encontraba hablando con la Isidora en pleno cambio de andén. Me sentía mal, sí, pero no tenía otra opción. No quería que una persona me expusiera. No cuando ni siquiera sé qué pasa conmigo.

Siento mi celular vibrar y lo saco con brusquedad de mi bolsillo. Mi rostro se tensa al ver el nombre del Jeremías en mi pantalla. Ayer, mientras esperábamos por la comida habíamos logrado intercambiar números, sin embargo, ninguno se había atrevido a mandar un mensaje, hasta ahora.

Jeremías:
Cómo estás?

Doy una mirada fugaz hacia la pareja, la cual estaba a unos metros de distancia, aún hablando e intercambiando opiniones. Apoyo mi espalda en la baranda del metro y decido responder.

Lo difícil de quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora