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NAVEGANDO POR LAS MARAVILLAS DE INTERNET se encontraba cierto chico morocho. Hasta que un bello clásico color rojo interrumpió sus pensamientos.
— Oiga, solo quería agradecerle por salvarnos, ya sabe a la chica y a mí —el mayor lo miro neutral.
— Ya lo hiciste, entonces —dijo siguiendo su camino, teniendo a Miguel detrás de él.
— Lo de anoche, ¿qué fue? ¿taekwondo, jiu-jitsu o artes marciales mixtas?
—Karate —dijo sobando su cuello —, de la vieja escuela —recalcó.
— ¿Podría enseñarme? —cuestionó sin temores.
— ¿Que? Claro que no —respondió duramente.
— ¡Oh vamos! En cuanto ponga un pie en la escuela, esos chicos me harán la vida miserable.
— ¡Genial! —dijo emocionado —. No es mi problema —volvió a su seriedad.
— Mire si usted me enseña, no se va a arrepentir —insistió.
— Mierda, olvídalo. Ya dejé eso en el pasado. Además soy un adulto responsable y tengo que encontrar un trabajo —hablo mirándolo finalmente.
— Bueno, señor adulto responsable. Podría abrir una escuela de karate, así obtener un empleo y hasta ser su propio jefe — animó.
—Primero —alzo un dedo —, se llama dojo —sonrió sin ganas —. Segundo —continuó —, en tu vida, vuelvas a llamar así.
— Bien, pero podría abrir su propio dojo, ¿no? —dijo alzando los pulgares.
— Dios mío, niño. Eres demasiado persistente —cerro los ojos brevemente —. No hablaré acerca de esto. Y hazle un favor al mundo dejando de ser tan irritante, tal vez así dejen de molestarte.
— Bueno —dijo desanimado.
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Evidentemente la relación entre Johnny Lawrence y su padrastro, no era la mejor. La única razón que los mantenía unidos, era el dinero del mayor.
Era hábil en querer manejar vidas ajenas y eso era algo que Lawrence odiaba. En especial porque siempre era su vida la que quería controlar.
— Te diría que pusieras tu vida en orden pero a este punto eres como la carne en tu nevera —hablo su padrastro cuando finalmente se digno a irse.
— Así de podrido, entendí la referencia —dijo la enfermera personal de Sid. Johnny la miró fumigante y ella alzo sus hombros.
