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DICEN QUE LA MUERTE ES EL REMEDIO QUE NOS LLEGA SIN SABER pero mientras en nuestra memoria esté el recuerdo de lo que alguien fue, jamás se verá reflejado en el olvido.
— Del uno al diez, ¿qué tan mal te cae LaRusso? —cuestionó Brandis.
— Fácil, un once —sonrió con cinismo —. Cuando terminó el torneo me daba igual su victoria, hasta lo felicité pero cuando el sensei Kreese casi me mata, odie con todas mis fuerzas a LaRusso.
— No jugaste muy limpio que digamos, Johnny —negó mirándolo —. Siempre quise ser tan genial como tú en el karate, pero no así. Herir a los demás de una manera tan sucia, no es lo mío —confeso con temor de herir a su mejor amigo.
— Lo sé, Jonathan —suspiro con cansancio —. Recuerdo ese día que me dijiste que no estabas dispuesto a ser un Cobra Kai, si implicaba no tener piedad por tu oponente.
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— Sí, bueno. Me retire de la contienda sin siquiera darle la oportunidad —ambos rieron —. Pero Johnny —lo llamo —, espero que si algún día me caso y tengo hijos, tú seas un mejor sensei de lo que es Kreese.
— ¿Piensas poner a tus descendientes en mis manos? —se sorprendió.
— Claro, eres mi mejor amigo. Serás su único y más genial tío consentidor.
— ¿Cómo los llamarías? —sonrió enternecido por las palabras de Brandis.
— Si es niño, Ethan. Pero sí es una niña ¡dios, no! su nombre será el más precioso de este maldito mundo —miro al cielo con anhelo —. Se llamará T/N.
