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TRABAJAR PARA OBTENER TU PROPIO DINERO, sonaba era tentador y satisfactorio. Aunque el hecho de pensar en el cansancio y estrés acumulado después de pasar ocho horas en un mismo lugar, era aterrador.
Pero eso era lo de menos para Robby Keene quien recientemente empezó a trabajar en la concesionaria de los LaRusso.
Incluso el positivismo y energía de Robby hizo que Anoush y Louie rieran por su deseo de tener una camiseta con su nombre grabado en ella.
— No te juzgo —comenzó el primo de Daniel —. Eres el nuevo, no es fácil y quieres hacerte notar del resto —hizo ademanes con sus manos —. Entonces, todos los miércoles alguien debe de rotar los autos por la zona, ya sabes para mantener el inventario fresco —Robby lo escuchaba atentamente —. ¿Ves ese porsche 911? Es una belleza, ¿de acuerdo? —el menor visualizo el auto —. Bueno, el jefe quiere exhibirlo justo cerca de las ventanas, ¿podrías hacerlo? —cuestionó mostrando las llaves del vehículo.
— Claro. Sí, puedo hacerlo —Keene no se lo pensó un segundo más y tomo las llaves con una sonrisa triunfadora.
Y es que desde luego que podría, así como dijo Louie, quería destacar del resto. Incluso si llevaba menos de una semana ahí, quería que apreciaran su esfuerzo.
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Si bien Miguel había puesto en su lugar a Kyler, eso no implicaba que dejaran de molestar a Samantha. Me atrevía a decir que eso apenas comenzaba, y sí, eran leves bromas pero realmente irritantes para la chica.
— Que inmaduros —susurro T/N viendo como Sam retiraba una paleta de su suéter.
— ¿Quién acepta a esta cerdita en su equipo? —bromeo el profesor haciendo referencia a su clase del día —. No se amontonen —dijo con burla. Sam solo bajó la mirada.
— Nosotros —alzo la mano la chica de orbes cafés. Demetri la miro sorprendido y Miguel no pudo estar más nervioso.
— Gracias —dijo Sam una vez que se acerco —. Mejor traeré una silla —sonrió con timidez más para Díaz que para el dúo.
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Desde la lejanía, Louie y Anoush observaban a Robby subir en el porsche. El primero solo reía cómplice, era una buena persona y amaba a su familia pero siempre solía gastar bromas realmente pesadas y actuar de una manera inmadura.
Evidentemente las reacciones de los presentes fue de asombro y sobre todo susto, por el rugir del motor.
— ¡¿Que diablos pasa contigo?! —expreso Daniel una vez que salió de su oficina para encontrarse con Robby —. Encender un auto en una sala de exposición llena, ¿estás loco? —lo ataco verbalmente —. ¿En que estabas pensando? —en hacerse notar, sólo eso.
