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(☁️)
SILENCIO TOTAL, un par de enamorados en un ambiente melancólico.
— ¿Gustas un café, linda? —habló dulcemente Robby, intentando aligerar el lugar.
— Con tres cucharadas de azúcar, por favor —sonrió Brandis.
Mientras ambos disfrutaban la presencia del otro, detrás de la puerta estaba la mujer que fingía felicidad para ocultar su dolor.
— ¡Querida! —gritó una vez que entraba, con una botella de licor, se acercó a su único hijo —¿Qué pasó? ¿por que esas caras largas?
— Buenas tardes, señora Keene —sonrió levemente hacia su suegra —. En pocas palabras, no ha sido un día muy agradable.
— Me imagino —dijo sinceramente —. Cariño, ¿te importaría prepararme un café bien cargado? Es que ¡dios! no aguanto la cabeza —se llevó ambas manos a su nuca.
— No pasaría si dejases la bebida un rato —habló despectivo. Shannon lo miró desafiante —. Y quizás así podría conocer verdaderamente a mi madre, no a una farsante —expresó. La mujer molesta lo abofeteó, T/N se levantó exaltada.
Sin bien, Robby amaba a su madre, estaba harto. Harto de siempre estar solo en casa cuando no lo acompañaba T/N, harto de tener que conocer un hombre nuevo cada semana porque su madre se aburría de las cursilerías.
— Deja de meterte en mis asuntos, ya te cuide 19 años, ¿suficiente, no? —reclamó —. Que con eso te baste.
— Pero tal vez-
— Robby —habló en un susurro, su amada, mirándolo con esos ojitos que lo enamoraron desde el primer instante.
— Solo —suspiró — iré a dejar a T/N a su casa y regreso a hacerte ese café.
Shannon no muy convencida solo los miro una última vez sonriendo falsamente para irse a su habitación.
Robby quien aún estaba en la cocina tembló en cuanto su madre se había ido. Era la primera vez que le ponía una mano encima.
T/N sin esperar un segundo más, se le acercó abrazándolo fuertemente por la cintura, intentando acallar sus temores.
(☁️)
Los recuerdos invadían su mente, LaRusso siempre anhelo tener una familia casi perfecta rodeada de bienestar y salud pero aunque ya la tenía, no era suficiente.
Ya que la etapa más complicada de tener hijos era verlos crecer y como poco a poco dejaban el nido. Tal era el caso de su primer hija, Samantha.
— Realmente lo siento, Sam —habló Daniel detrás de la puerta.