Dulzor

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La primavera era la estación del amor para muchos. El día de san Valentín era donde mas aumentaban las ventas de chocolate, al igual que las rosas, peluches; cualquier regalo "romántico". Eso a Len le daba igual, pero no podía fingir que no le interesara el tema del dulce, algo que llamaba su atención.

-Oye Len-sus pensamientos fueron interrumpidos al escuchar la voz de su mejor amigo, quien se acercó más a él, dejando de lado los papeles que traía consigo-¿volverás a visitar la repostería del centro?-miro con cierta picardía, tratando de molestar a su "jefe".

-Si, lo hare-tomo los papeles de su compañero y los coloco a un lado de su computador, los revisaría mas tarde, por ahora, quería concentrarse en algo más. Su mente vacilaba bastante. Suspiro un poco, para luego acomodar sus cosas, preparándose para marcharse al lugar nombrado.

-¿Desde hace cuanto tiempo vas?-pregunto con genuina curiosidad, sabia que su amigo iba todos los días a ese lugar, pero no se acordaba desde hace cuánto, según el habrían pasado 8 meses, pero no estaba seguro.

-Un año-murmuro Len, su expresión seguía calmada, no tenía por qué avergonzarse. El peliverde dio un silbido.

-Vaya...si que te deben de gustar los dulces-carcajeo un poco, sabia perfectamente que su amigo detestaba todo lo dulce, pero le encantaba molestarlo con ese tema.

-No tienes idea-agrego Len, siguiendo el juego de su amigo.

-Salúdamela-se marcho hacia la puerta de la oficina-oh si, esta vez...invítala a salir-guiño su ojo para luego marcharse.

-Esta vez lo haré, Gumo-musito el rubio con confianza mientras terminaba de acomodar los últimos papeles del lugar.

Aun no entendía a la perfección ese sentimiento...antes le habría importado poco o nada el asunto de relacionarse con una mujer, pero el día que la conoció robo su primer suspiro; Su madre estaba de visita, hacia mucho tiempo que no la veía y ella amaba los dulces por lo que decidió comprarle algo. Últimamente había escuchado por sus subordinados que había una nueva repostería en el centro de la ciudad, sus postres eran deliciosos según la mayoría, así que el confió en su palabra y decidió marchar ahí. Cuando llego no pudo negar que el lugar estaba lleno, la gente hacia fila por comprar una de las masas ya preparadas, ese lugar se volvió popular en tan poco tiempo. Algo que le llamo la atención es que la mayoría de los que compraban algo eran hombres, algo un poco peculiar a su punto de vista. Pero cuando la vio salir junto con unos postres de la cocina lo comprendió.

Fue atendido con total amabilidad y eso hizo que el tiempo que llevo esperando valiera la pena, su voz era música para sus oídos, cada que observaba sus ojos sentía que se perdía en el mar, sus mejillas sonrojadas le parecían algo adorable y su sonrisa conmovía por completo su corazón, anhelaba poder acariciar sus cabellos dorados. Pidió ayuda a la hora de comprar algo ya que no sabia de esas cosas, lo que le recomendó fueron unos eclairs rellenos, agradeció y se marchó. No seria la ultima vez que la vería.

Al otro día dudo en si ir o no, no quería parecer un acosador, pero deseaba poder volverla a ver, aunque fuera por un momento. Volteo por varios momentos por el centro, llenándose de valor. Para su suerte en la mañana no era un lugar muy concurrido así que podría hablar un poco mas con ella, entro dudoso dándole la mejor sonrisa que pudo.

Todos los días iba a comprar uno que otro postre, no le gustaba el dulce pero cada que comía algo hecho por ella lo hacia sentir cálido. Al pasar la primera semana se animo a preguntar su nombre; "Rin", un nombre muy bonito a su parecer. Ahora cada que iba la llamaba por su nombre al igual que ella le agradecía por su nombre cada compra que hacía.

Los primeros meses tenían conversaciones cortas, siempre pidiendo la opinión de Rin para comprar algo. Poco a poco conoció los motivos por el cual la llevaron a abrir esa pastelería y el como aprendió a cocinar, sorprendiéndolo por sobre manera al saber que era un poco torpe en la cocina, ya que pensaba que tendría agilidad por el como cocinaba tanto en el día. No hacia falta que los demás empleados también lo conocían, de vez en cuando charlaba con ellos para matar el tiempo mientras esperaba a su querida rubia salir de la cocina, pues siempre esperaba ser atendido por ella.

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