Guardián II.

77 5 0
                                    

Lo que le daba vida al pequeño pueblo eran las carcajadas de los niños a todas horas, solían jugar tanto en la mañana como en la tarde hasta que quedaban cansados de tanta actividad y dormían en las noches, reposando y soñando con los cuentos que les proporcionaban los adultos.

Podían jugar en las cosechas, claro siempre que tengan cuidado...también podían jugar en los ríos cuando se acarreaba el agua, aunque siempre con la supervisión de un adulto. La gente se sentía más tranquila cuando jugaban en las afueras de las casas. Aunque...existía una pequeña regla que no debían desobedecer para nada.

Ir al bosque en soledad.

No era secreto que uno de los suyos se fue a vivir al bosque hace un tiempo, dejando de verlo en un tiempo, creando cuentos sobre su perdida e inclusive algunos creían que estaba muerto; siempre culpando a los espíritus.

Crearon un pequeño relato que si escuchaban bien podían escuchar el cantico de una mujer y junto a él la silueta del rubio que alguna vez vivió con ellos, algo romántico que solía robar el aliento a los más jóvenes y frustrar de cierta manera a los adultos que crecieron con el chico.

Claro, los niños siempre suelen ser curiosos y cuando cierta pequeña escucho aquello quiso verificarlo por su cuenta. La regla era no ir en soledad, así que si se llevaba a un amigo...no estaba rompiendo las reglas, ¿no?. Decidió ir en la madrugada, tomándolo como una ventura; entusiasmada por su primera travesura corrió a la casa de su mejor amigo, el cual siempre se regodeaba de tener una buena orientación, y se encaminaron al bosque con un pequeño bolso de pieles que contenía algunas frutas para comer.

—Yuki...¿estás segura de que esto es buena idea?—pregunto el mayor de los dos, aunque solo por unos meses.

La pequeña niña de 7 años tomo aire mientras caminaba a paso decidido a las profundidades—¡Si!—grito con cierto entusiasmo, volteando a verlo—¿Tienes miedo?—se burló un poquito, haciendo que su amigo se sonrojara de la vergüenza y negara abiertamente.

¿Acaso él?, ¿hijo de un respetado cazador tendría miedo de un simple espíritu?, ¿de aquellos que dicen que se devoran a los niños malos?, con sus poderes malvados...y que podrían salir de cualquier lugar...

—Yuki...no me dejes—tomo la mano de la pequeña volteando a ver a todos lados al más mínimo sonido que escuchaba.

—Tranquilo, será rápido—intento animar a su amigo—además, traje esto—de su pequeño bolsito saco dos papeles en amarillo con algunos símbolos escritos con tinta negra—mamá dice que son para alejar a los espíritus—se mostró orgullosa ante el conocimiento que tenía. Guardando nuevamente los papeles con cuidado de que la fruta no lo aplastara.

—Bueno...

Sin otra cosa que decir, pasaron cierto tiempo caminando en busca de ese "algo" sorprendente y al ver que caminaron mucho y no encontraron lo que la leyenda decía se lo tomaron a mal. Descansando en las raíces de algún árbol grande que vieron por ahí.

Sacaron la fruta del bolso de la pequeña y comieron a medias, sentían sus piecitos cansados. Además, que sus parpados estaban a punto de cerrarse, tal vez no debieron salir tan temprano de sus casas, intentaron pelear contra el sueño...pero les fue imposible quedándose dormidos después de comer, uno junto al otro.



...



Algo despertó a la pelinegra, un sonido cálido...suave, arrullador, sumamente hipnotizante. Con pereza se removió de su lugar, apartando un poquito a su amigo para poder escuchar mejor aquella voz femenina.

relatos cortos rinxlenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora