5to Pierrot (Mi versión)

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Nuevamente su cuchillo se encontraba manchado de aquel color rojizo que tanto...le causaba confusión, podía asegurar cada que "trabajaba" era otra persona, recordando vagos recuerdos de lo que sucedía; Saco un pañuelo blanco de entre sus ropas llamativas y con cuidado envolvió su arma, divisando una luz a lo lejos del callejón en el que se encontraba con dicho cadáver de una mujer, antes de que el policía de guardia lo alumbrara salto hasta el techo de los edificios, desapareciendo con la luz de luna.

Volvió a asesinar a otra prostituta.

Desde pequeño lo entrenaron para matar a quien sea, aunque últimamente su único objetivo eran las mujeres de la noche. Aún recordaba su primera víctima, no se arrepentía en lo absoluto, era un hombre que lastimaba a su amada, obligándola a cantar en recitales solo para ganar dinero.

Oh cierto...tenía que ir a verla, su recital ya habrá terminado...seguramente estaría molesta por no verlo en ese lugar. Con rapidez y agilidad recorría los techos de los edificios, moviéndose lo mejor que podía para llegar a su destino, después de todo se lo prometió cuando la salvo...que nunca la dejaría.

Pero al recordar el rostro lleno de miedo de ella...lo hacía querer detenerse, recordando que por momentos se opuso ante su cuidadora por los valores que le inculcaba, pero cuando vio el mundo lleno de gente inmunda, malvada que no merece la pena no dudo en implantar su cuchillo con "justicia" ante esos seres causando un "bien", según él, para los demás.

Su corazón se sentía relajarse cada que la escuchaba cantar, su voz era parecida a la de un ángel, comprendía de cierta forma como ese hombre utilizaba a Rin para sus propósitos, pero no se lo permitiría, nadie podría dañarla...e intentaría mantener esa sonrisa en su rostro.

Entro con cuidado a la habitación de Rin, forzando la ventana de su cuarto y decidido mirarla por un momento; Suspiro cansado de su vida y con una cálida sonrisa dejo una rosa con una pequeña nota invitándola a un baile que haría su tutora, aunque esta tenía otros objetivos en realidad.

Nuevamente desapareció entre los tejados de la ciudad...

Sentía miedo de sí mismo, como se dijo anteriormente tenía un impulso irremediable a acabar con la maldad del lugar, Santa le decía que lo que hacía era lo correcto, no había duda...pero al notar esos rostros inertes al final de su jornada hacía que su mente divagara de sus acciones anteriores.

Ja...poco importaba como se sentía, sabía que para esa mujer solo era un peón más en su tablero como los otros asesinos, Pere Noel. Aunque intentaría vivir lo más que pudiera para mantener a salvo a la mujer que amaba y si pudiera...tener un futuro junto con ella, aunque por sus manos manchadas no quería arrastrarla a ese mundo.

Se miro atentamente en el espejo arreglando el moño del esmoquin que traía, listo para la gala de la noche. Acomodo su cabello rubio, dando un suspiro aburrido, por lo menos esperaba que su compañera fuera a esa fiesta, ella era la única que sabía la identidad del asesino de mujeres y aun así no lo juzgaba.

Quién sabe porque no lo delata, tal vez porque en el orfanato que se criaron ambos solo se tenían el uno al otro...prometiéndose cuidarse a como dé lugar, tal vez la forma en que la salvo no fue la correcta. ¿Qué más daba?, su vida era una total mierda desde que nació.

Bajo en busca de aquella persona que lo comprendía, aunque sea un poco e inesperadamente la encontró, vistiendo un hermoso conjunto rosado y su cabello rubio recogido en un hermoso moño dejando a la vista sus hermosas facciones del rostro; se acercó hasta ella saludándola con una reverencia a lo que también tuvo una como respuesta.

—¿Me permite estar a su lado por el resto de la noche?—indago buscando la mirada de la joven, viendo un delicado sonrojo en sus mejillas.

—Es lo menos que puedes hacer—dijo de forma petulante, estirando su mano hasta el chico quien la beso delicadamente.

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