VII

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Llegó a su casa a las doce y media de la madrugada, otra vez.

Al entrar vio a su mamá esperándolo con un plato de comida.

—No es necesario que me esperes —dijo poniendo sobre la mesa el dinero que sobró.

—Es por algo importante.

—¿Qué?

—¿Cómo está Erick? —Chris la miró al oírla—. Quisiera saber cómo se encuentra, si no te incomoda contarme. Puedes irte a tu cuarto si quieres.

Probablemente su madre era la única persona que entendía su depresión.

Era seguro que lo haría desde hacer una larga llamada con su psicóloga cuando fue diagnosticado.

Christopher se sentó al frente suyo como respuesta.

—¿Hay novedades?

—No, aún no hay nada.

—Pobre chico. ¿Cómo llegó ahí?¿Un robo?

—Eso dijo Daysi. Lo asaltaron y lo golpearon hasta casi matarlo.

—¿No está comprobado?

—Bueno, los hematomas y lesiones graves estaban en su cuerpo ese día que ingresó al hospital. Pero no lo sé, algo no me cierra.

—Entiendo. Gracias por contarme. Puedes llevarte tu plato a tu cuarto si quieres.

—Gracias por preguntar. Buenas noches —tomó su comida e ingresó a su cuarto.

Se sentó en su cama y recordó el momento con Daysi.

A pesar de ser la madre de Erick, él jamás tuvo un momento de suegra a yerno como sería en otras familias, a penas la conocía. Quizás era porque no le agradaba a ella.

13 de marzo, 2016

Erick y Chris se habían vuelto muy cercanos. Se acompañaban y apoyaban en todo lo que propusiera el otro.

Los últimos domingos Chris iba a buscarlo a su casa y pasaban tiempo en donde fuera, ya sea un parque, una heladería, la casa de Chris, donde sea.

Cualquier lugar era agradable mientras están juntos, de todas formas, no requerían de lujos u objetos para tener un día envidiable, ya que la magia estaba en ellos, en cómo se miraban, se hablaban, simplemente, en su uníon.

Chris llegó con su bicicleta y Erick ya estaba afuera, esperándolo con su típica sonrisa.

—Hola, Chris —se acercó y dejó un besito en su mejilla, antes de subirse a la bicicleta resivió otro besito de regreso. Se volteó hacia el contrario—. ¿Y ese beso? —preguntó.

—Te saludé —respondió tranquilo y sencillo, tragándose sus nervios y su molestia con sí mismo a causa de ese impulso que tuvo.

—Ah, okey.

—Te compré algo —dijo sonriente, Erick lo miró divertido.

—¿Qué?

—Mira —tomó una bolsa de regalo dentro del canasto y se lo dio. El contrario no dudó en abrirla con emoción.

Erick levantó la vista, su rostro estaba entre serio y queriendo reír.

—¿Es en serio? —dijo mostrándole el regalo.

—Para que no te rompas más tu culito.

—Idiota —le dio un pequeño golpe—. Aún así, gracias por la almohadita, aprecio el gesto —colocó el objeto sobre el cañito y se sentó sobre este—. Sí funciona.

—¿Lo ves? Tonto, hablas antes de tiempo —en un rápido movimiento mordió levemente su oreja, haciendo que Erick se corriera al instante y riera un poco por el comentario.

—Arranca, chofer. Pies a los pedales.

—Como diga, su majestad.

De camino jugaron al veo veo, ya era costumbre.

Llegaron a una heladería algo lejos de sus casas, querían conocer más lugares.

—Se ve bonita —habló Erick bajando.

—Sí pero, que no se haga costumbre el irnos lejos. Estamos en una bicicleta y yo pedaleo, que no se te olvide —el contrario le sonrió.

—Tú sabes que te quiero, Chris —dijo tomando las mejillas de este—. Ahora estaciona la aeronave, te espero.

Entraron y observaron la gran variedad de gustos, no sabían cuál pedir.

Luego de unos minutos ya estaban sentados con sus helados en tazitas.

—¿La frutilla es rica? —preguntó Chris ya que él no había pedido ese gusto.

—Síp. Abre —ordenó y le hizo probar un poco de su cuchara.

—Es verdad, es rica.

—Sí. ¿Y qué hay del chocolate?

—Abre —Chris estaba por hacerle probar aquel gusto, pero el cómo Erick abrió su boca al instante le causó ternura, sonrió.

—Idiota se me va a caer la baba si le das tantas vueltas.

—Lo siento, ten —le dio su cuchara para que probara por sí mismo.

—También es rico.

Siguieron disfrutando de sus helados y charlando.

—Oye, Erick. ¿Qué hay de tu familia? Nunca me hablaste de ellos.

—Oh... nada, normal.

—Ah.

—No, de hecho —dejó la tazita vacía a un lado ya que ya había acabado—. No quiero mentirte.

—Tranquilo, no pasa nada si no quieres hablar de eso.

—No, no, está bien. Vivo con mi papá. Mis padres se divorciaron hace dos años. Mi mamá vive con su novio, a penas conozco a mi padrastro y de vez en cuando veo a mi mamá, cuando tiene ganas de verme.

—Lo siento.

—No te preocupes. Mi papá me llevó a vivir con él cuando mi mamá trajo a su novio a vivir a casa, dice que no confía en él como para dejarme vivir allí.

—Entiendo. ¿Tú estás bien con eso?

—¿Con vivir con mi papá?

—Sí.

—Me da igual —se encogió de hombros—. ¿Puedo comer un poco de tu helado?

—Lo que quieras —Erick sonrió y tomó el helado.

—Bueno, la cosa es que papá nunca está en casa. En el día trabaja y en la noche va con amigos o chicas. Tampoco me quejo, su responsabilidad como padre es cumplír mis necesidades básicas y siempre hay comida, agua para la ducha, etc.

Terminó el helado de Chris, pagaron y subieron a la bicicleta para regresar.

De camino charlaron sobre la preparatoria, sus tareas pendientes, etc.

Llegaron a casa de Erick y este bajó.

—¿Sabes, Chris? Eres la única persona con la que paso mucho tiempo, y la que más quiero. Después de ti, nadie se interesa en mí, quizás Richard, pero él se dedica más a sus otros amigos y tampoco me interesa. Saber que tengo a alguien que espera toda la semana para salír a andar en bicicleta conmigo, es el gesto más bonito que puedes darme.

Erick se inclinó hacia Chris para rodearlo en un cálido abrazo, quería demostrarle lo especial que era en su vida.

—Gracias —susurró con sus párpados cerrados para disfrutar de aquel momento.

Fue en ese momento que Christopher supo que, Erick comenzaría a ser mucho para él.

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Muerto || ChriserickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora