XIV

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—Ya está, hijo. Dijo la doctora que está todo bien de milagro y que ahora toca reposar en casa. En una hora ya te darán el alta.

—Bien —se limitó a decir sin mirar a su mamá. Su expresión era apagada.

Yenny lo miró un momento hasta entender su comportamiento. Suspiró con tristeza y se sentó a su lado. Odiaba ver a su hijo mal y no poder hacer nada para ayudarlo.

—No vas a poder ver a Erick por unos días.

—No, claro que lo haré.

—La doctora dijo-

—La doctora no tiene a un novio en coma que no sabe si estará vivo mañana así que no, voy a venir aunque me retuerza de dolor en el camino. No voy a dejar de ver a Erick, lo siento.

Yenny se quedó en silencio. Le molestaba un poco cuando Christopher actuaba así de terco, dejando completamente de lado su bienestar pero debía ponerse en su lugar, Chris perdió grandes oportunidades de estudio por Erick. Perdió amistades por no querer abandonar a Erick y se perdió a sí mismo para no abandonar a Erick.

—Veré si puedo conseguirte una silla de ruedas para traerte yo —dijo luego de un silecio incómodo.

—Gracias.

—De nada —se levantó y salió de la habitación.

Al día siguiente Christopher estaba de camino al hospital acompañado de su madre.

Pasaron la recepción y fueron al cuarto de Erick, Yenny prefirió no pasar.

La última vez que vio a Erick fue una vez en la que él los acompañó en una cena familiar. Tenía una imagen tan bonita de él, sonriendo y achinando sus ojos que no quería ver cómo estaba ahora, le causaba un gran miedo.

Christopher entre medio de quejas por el movimiento de sus brazos al tener que mover las ruedas se acercó a la camilla de Erick.

Al no poder llegar a su rostro sólo dejó un besito en su mano.

—Hola, amor. Buenas tardes.

Se recostó en la silla de ruedas e hizo silencio. Le dolía mucho el cuerpo como para hacer una charla divertida para su novio y el saber que este quizás no escuchaba sus esfuerzos por lucir bien lo desanimaba.

—Voy a ser claro —dijo de pronto—. Estoy como la mierda y seguro lo sabes, doy mucho por ti y... no me arrepiento —comentó e inmediatamente un nudo se formó en su garganta.

Comenzó a llorar y a maldecirse en voz alta, no quería llorar.

—Dios, Erick. Sé perfectamente que estoy sacrificando mucho por ti, estoy perdiéndolo todo por ti y ni si quiera sé si vas a despertar pero no me importa. Si pudieras comunicarte conmigo me dirías que deje de ser idiota y viva mi vida, que deje de perder tanto pero, ¿Sabés qué? Tú también sacrificaste mucho por mí. Desde antes de comenzar lo nuestro sabías que no iba a ser fácil... pero estoy seguro de que ni siquiera imaginabas que te iba a suceder todo aquello —su llanto aumentó e intentó limpiar su rostro tonta y bruscamente—. Me ocultaste tantas cosas, me ocultaste tanto con tal de que tenga una vida tranquila pero, yo siempre estuve al tanto. ¿Qué?¿Crees que yo no me daba cuenta de cómo cubrías tus moretones rápidamente cuando notabas lo exponidos que estaban?¿Crees que yo no me daba cuenta de que cuando dormíamos juntos en la madrugada te levantabas y llorabas torpemente en silencio por no poder aguantar más? —sintió su corazón oprimirse en su pecho de dolor—. ¿Acaso piensas que yo no te oía cuando en las noches me susurrabas lo mucho que me amabas y que temías no estar conmigo por mucho tiempo? Yo llegaba a ver tus mensajes repentinos en la noche diciéndome que me amabas y que no lo olvidara, llegaba a leerlos antes de que los elimines. Sé que amarme a mí te dolía mucho. Sufrías por amarme y lo sabía. Aunque siempre supe lo que estaba pasando no quise decir nada porque veía en tus ojos lo aterrado que estabas, el miedo que te daba el que yo descubra por lo que pasabas. Yo lloraba todas las putas noches por tener que fingír una sonrisa cada vez que te veía, me lastimaba tener que ignorar el infierno que viviste, pero sé que tú llorabas mucho más, sé que sufriste mucho más y eso me aterra.

Miró hacia el techo en busca de que las lágrimas regresaran a sus ojos. Odiaba hablar de esto.

—¿Por qué decidiste amarme si sabías que sufrirías? Y mucho más, ¿Por qué continuáste esto?

Entonces, recordó lo que Erick solía decirle y se había vuelto algo tan común de escuchar de su parte que nunca había terminado de caer en el peso de esas palabras;

"Eres todo lo que tengo".

Tomó su cabello y tiró de este rompiendo en un fuerte llanto instantáneamente.

El dolor de Erick siempre estuvo frente a sus ojos y jamás fue capaz de hacer algo al respecto. Sentía que no tenía el alcance y ahora, se sentía culpable.

—Te amo, Erick —alzó su nublada vista a su pareja y sus labios temblaron antes de continuar—. Te amo tanto que no sé qué hacer con este amor. Quiero dártelo todo, quiero que me mires y veas en mis ojos lo que siento por ti. Quiero abrazarte, quiero besarte. Anhelo tocar tu cuerpo y vivir nuestro amor al máximo. Quiero que tengamos una relación feliz completamente alejada del dolor. Quiero darte todo lo bueno que haya en este mundo inmundo porque no te mereces menos que eso. Te daría mi propia vida y soy capaz de mandar a la mierda todo lo que me queda con tal de sacarte de aquí, con al menos saber que estás bien, si tan sólo supiera que me sonríes desde donde estás, yo ya podría morirme con algo de paz pero te prometo que nadie tiene la capacidad de cambiar mi postura. Nadie puede hacer nada para alejarme de tu lado. Ambos sufrimos tanto con este lazo mas no me importa. Quiero estar contigo a cualquier costo, pero ante todo, quiero que seas feliz y tengas paz sin importar dónde.

Terminó de hablar y miró a Erick fijamente, esperando con ilusión que al oírlo este se despertara por arte de magia.

—Pero ni si quiera me escuchas —susurró—. Y no sé por cuánto tiempo podré tenerte —desvió su mirada hacia sus pies.

Muerto || ChriserickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora