XXI

111 17 2
                                    

Ya había pasado una semana desde el incidente.

Chris ya podía caminar normalmente, sin forzarse demasiado.

Estaba de vuelta a casa después de ver a Erick toda la tarde.

Entró y su madre lo esperaba en el living.

—Hola, amor. ¿Hay noticias?

—No, nada —dijo desanimado y se sentó junto a ella.

—Lo siento —Chris se limitó a asentir levemente y mirar sus manos sobre la mesa.

—Oye... Chris.

—¿Qué sucede?

—Tu padre quiere volver a la casa. Sabes que de ser por mí no entraría pero, me tiene amenazada y no sé qué hará si no lo dejo entrar. Hoy fui a la comisaría y lo denuncié, tengo que esperar. Mañana llamaré al número de quienes ayudan a las mujeres víctimas del maltrato de género.

—Está bien, no te preocupes por mí. Pienso ir más tiempo al hospital.

—¿Estás seguro?

—Sí.

—Está bien. Hay comida en la nevera, voy a ir a mi cuarto.

—Gracias.

—No es nada —se levantó y se fue.

Christopher se quedó en la mesa.

Tenía muchas emociones atrapadas.

Quería ver a Erick, quería verlo sonreír, que vaya de aquí para allá animado e insistiéndole para que vayan a la heladería.

Quería oírlo reír y que le dijera que lo amaba.

Se levantó sintiéndose débil y fue hasta su habitación con pasos torpes.

Cerró la puerta y al ver el cuarto a casi oscuras, viéndose a él solo llevó su mirada a sus pertenencias.

Aún podía ver a Erick dormido en su cama como un burrito mientras él jugaba a su videojuego.

Aún podía ver a Erick sentado en su escritorio tratando de dibujar un paisaje.

Aún podía ver a Erick ir y venír en su cuarto, haciendo idioteces, contándole alguna anéctoda, hablándole de sus estudios.

Lo necesitaba más que a nadie.

Al siguiente día llegó al hospital con el mismo estado de ánimo.

Sentía que Erick estaba perdiendo su vida lentamente, sentía que con cada segundo lo perdía aún más.

Tenía tanto miedo de dejarlo solo, quería quedarse a su lado las 24 horas del día, le daba igual estar solo con un chico en coma, porque al fin y al cabo era su chico.

Llegó al cuarto y para su sorpresa Richard se encontraba ahí.

—Hola. Buenos días —saludó.

—Hola. Igualmente —devolvió y se sentó en el suelo puesto que el contrario estaba en la silla.

—Vine temprano porque no podré verlo en la tarde y por dos días no voy a poder pasar. Espero que no te moleste.

—Para nada. Me alegra que le hagas compañía.

—Gracias.

—No hay por qué. Oye, Richard.

—Díme.

—Sabes... yo... todos los días, bueno, menos los que sólo llego a pasar menos de una hora pero fuera de esos, me encargo de estimular los músculos y articulaciones de Erick.

Muerto || ChriserickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora