1. Piégé

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Capítulo 1.

Me siento frente a Agustín, tiene en la mesa del centro algunos cuadernos y lapiceros de colores. Miro a mi alrededor nerviosa, aun asombrada de tanto lujo al cual no estoy acostumbrada.

Hay un silencio incómodo entre ambos, no sé qué decir, y dudo que él tampoco.

— ¿Empezamos con las clases? —le pregunto, él solo asiente con una sonrisa.

Tomo uno de los cuadernos y empiezo a escribir lo básico del idioma, recargándome sobre mis piernas.

— ¿Cómo es que dominas tan bien el francés?—me pregunta.

Levantó la mirada ligeramente y sonrío.

—Soy de Francia.

Él parece sorprendido, incluso sus mejillas se tornan de un ligero color rojo.

—Francia, nunca lo hubiera adivinado—una voz a nuestras espaldas murmura.

Sus pasos se acercan hasta quedar frente a nosotros, lo miro de reojo.

Alejandro Avilar.

Físicamente es como Alexis, solo que su piel es mucho más pálida y sus ojos verdes son mucho más oscuros.

—Hola Alex—saluda Agustín, equivocándose claramente de gemelo.

—Es Alejandro —murmuro tímida, el nombrado me mira encarnando una ceja.

—La pelirroja sabe cosas ¿eh?—comenta con sarcasmo.

—Creo que eso está claro—contestó de vuelta.

—Ni siquiera nuestro padre sabe distinguir a los gemelos.

Agustín niega con la cabeza, tengo a ambos chicos mirándome fijamente. Diablos.

—A nuestro padre le dejamos de importar hace mucho tiempo―otra voz se une a la conversación. Su tono es igual, sarcástico.

Alexis.

— ¡Oh! Vamos hermanito no seas amargado.

Alejandro da unos pasos hacia su gemelo, burlón.

Alexis rueda los ojos.

—Eres mi hermanito, soy veinte minutos mayor que tú—lo molesta, una risa sale de mis labios.

Alexis lo nota y me quema con sus orbes verdes.

— ¿Te parece chistoso?

Nunca creí que unos ojos pudieran generar tantas emociones en una persona, no sé si son el color o la energía que cargan, no por nada dicen que los ojos son el reflejo del alma.

—Alexis...—Agustín le reprocha, intentando salvarme de la situación.

Finalmente, ambos desviamos la mirada. Eso fue demasiado incómodo y extraño.

¿Qué mierda le pasa?

Decidí ignorar a ambos gemelos y concentrarme en mi tarea. Al fin y al cabo, me van a pagar por esta tortura.

Agustin es un buen alumno, es bastante fácil explicarle.

—Aprendes rápido —le comento, el ríe—, ¿entendiste, Agustin?―el asiente con la cabeza.

―Vamos, dime Agus, solo una persona me llamaba Agustín.

Sonrió.

— ¿Ah, si? ¿Quién?

—Mi...

— ¡Agustín!—la voz de Alejandro retumba, impidiendo que termine la oración.

Ni siquiera me había dado cuenta que él seguía ahí. ¿Acaso dije algo malo? No lo creo, a pesar de todo este ambiente incómodo, he sido amable.

Los A.A © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora