3. Grand-père

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Capítulo 3.

Es un nuevo día, ya saben lo que dicen: cuando el sol vuelve a salir, tienes una nueva oportunidad para corregir tus errores.

Okay, se que no todo el mundo dice eso pero mi abuelo, si.

Lo recuerdo a él, que me cargaba para colocarme en su regazo para contarme todas sus anécdotas a lo largo de su vida. Ese viejo con arrugas es sabio como ningún otro.

Y si algún día conozco a alguien más sabio que él, se lo diré.

¿Por qué estoy siendo tan profunda?

La respuesta tiene nombre y apellido, pero creo que en este caso serían las mismas iniciales.

Hoy decidí venir a pie a la casa de los Avilar, mi madre dice que es una buena forma de despejar la mente y disfrutar del sol.

Aunque hoy esté demasiado nublado.

Es el universo diciendote que hoy sera un mal día.

Que entusiasta, conciencia.

Es lo que veo.

Resoplo cuando estoy frente la puerta, intentando relajar mi respiracion y armarme de valor para tocar el timbre.

Cuando lo hago, una linda campanada suena, no hay vuelta atrás.

Se escuchan pasos detras de la puerta, mi mirada esta clavada en ella, la perilla dorada se mueve ante mi hasta que finalemente me encuentro cara a cara con el Señor Antonio.

­—Buenas tardes—murmuró nerviosa, el señor es igual de alto que sus hijos.

Sus ojos se clavan inmediatamente en los mios, noto como estos son identicos a los de su hijo menor.

—Hola, Juliett—me saluda, dándome el paso para entrar—. Agus aun no llega de su práctica de natación, pero lo puedes esperar en su habitación—dice rápidamente, señalando las escaleras.

No logro preguntar nada más porque desaparece en su camino hacia la cocina.

Elevo una ceja ante su comportamiento.

¿Ya les dije que soy demasiado curiosa?

Lo sigo a paso lento y a través de la barda que divide la sala de estar con la cocina, una mujer de cabellera negra me da las espaldas.

Tiene un vestido rojo demasiado pegado para mi gusto que solo cubre lo necesario pero no lo suficiente. El señor Antonio la toma de la cintura y...

¡SAl DE AHÍ, SOLDADO!

Reacciono ante la situacion y doy la media vuelta, subiendo como puedo las escaleras. 

Me tropiezo con algunos escalones pero mi unica preocupacion ante mi crisis solo es una: Que el Señor Antonio no me haya visto.

Cuando por fin estoy en la planta alta, miro con ansiedad las miles de puertas que hay frente a mi.

Sin pensarlo mucho, abro la primera puerta que me encuentro, esperando que sea la correcta.

Es bastante amplia y por las ventanas entra bastante luz, —aunque el clima este horrible—. Tiene un armario gigantesco y demasiados posters de bandas en una esquina. Están todas mis favoritas: Muse, Oasis, Green day e incluso Pinkfloyd.

Para la desgracia de la humanidad, muchas personas no conocen a estas leyendas.

Alice, por ejemplo.

Los posters están demasiado bien cuidados, la cinta que los sostiene en la pared está perfectamente bien cortada.

Yo corto la cinta con los dientes.

Los A.A © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora