Capítulo 19 (antiguo 10)

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Colton

Apreté los puños con fuerza ¿Cómo cojones se atrevió a hablarme así? ¿Quién coño se creía que era?

Observé la puerta de la cocina, por donde acababa de salir, fijamente cómo si intentara traerla de nuevo, sus palabras habían calado bastante hondo en mí, pero seguía sin tener derecho a decir cómo tenía o no que criar a mis hijos.

—¿Se puede saber qué ha pasado aquí? —preguntó mi madre al entrar en la cocina.

—Pregúntale a tus adorados nietos y a la estúpida de su niñera.

—Colton, ten un poco más de respeto por esa mujer, no permito que hables así de ella.

—Ni siquiera la conoces para poder defenderla.

—Créeme que no me equivoco con la gente y se que ella de estúpida no tiene un pelo.

Bufé ante su comentario mientras intentaba limpiar los restos de huevo y harina de mí ropa.

—Anda déjame, así solo lo vas a empeorar, quítate la camisa y dámela, le diré a Dalia que la lave.

Sin pensarlo mucho desabroché los botones de la camisa y me la quité, junto con la corbata y la americana para entregárselo.

—En tu vieja habitación debe de haber ropa todavía, vete a buscar una camiseta.

Asentí sin decir nada y me encaminé al segundo piso. Una vez allí pude escuchar risitas que provenían de la habitación de Mason, con mucho cuidado de no hacer ruido me acerqué al baño de la habitación para ver qué narices hacían. Me encontré con la imagen del pequeño sentado en el lavabo con un albornoz mientras Aida le quitaba restos de comida del pelo con cuidado de no hacerle daño, en cambio Christopher les observaba divertido sentado en la taza del váter, supuse que él había terminado de ducharse ya que tenía el pelo chorreando mojándose la camiseta.

—Aida, ¿te puedo hacer alguna pregunta?

—Claro enano, cuéntame.

—Tú cuando vivías en España ¿Cómo era?

—Pues diferente a la vida de aquí, allí por ejemplo se come mucho, se hace mucha vida fuera de casa hasta altas horas de la noche; es otra vida distinta.

—¿Vivías con tus padres?

—Sí y con mis hermanos, tengo dos, uno mayor y otro pequeño.

—¿Chicos?

—Si, soy la única chica en mi casa, bueno a parte de mi madre.

—Por lo menos tú tienes mamá —Murmuró Mason agachando la cabeza, haciendo que se me formara un nudo en la garganta.

—Oye, no te desanimes, tienes a tu padre y a tus abuelos que te quieren un montón, además me tienes a mi y pronto tu padre se casará y...

—No te atrevas a decir que esa bruja será nuestra madre, porque no la pienso considerar ni una madrastra —La cortó Christopher enfadado.

—Ojala tu fueras nuestra mamá —Soltó de repente Mason, lo que me hizo tensarme al igual que a Aida que cambió radicalmente de conversación.

Decidí salir de allí sin que se percataran de mi presencia para ir a mi antigua habitación en la que dormía mientras estábamos aquí. No había cambiado nada, jamás llegué a quitar la decoración que puse cuando era un adolescente. Abrí el primer cajón y agarré una camiseta que me hizo sonreír cuando la vi, se trataba de la camiseta del equipo de fútbol de la universidad.

Reparé en todas las fotos que había colgadas y no pude evitar tensarme al ver una foto mía y de Alice cuando estaba embarazada y supimos el sexo del bebé, mi sonrisa era totalmente radiante y de felicidad, pero jamás llegué a percatarme de que la suya en realidad era una sonrisa falsa.

Sin pensarlo más salí de la habitación y fui hacia a la cocina encontrándome con Aida de camino, me miró fijamente sin decir una palabra al igual que yo.

Aida

Estaba que echaba humo, el muy imbécil se pensaba que podría irse de rositas después de decirme esas cosas. No sabía que se había metido con la persona equivocada.

Siempre supe que a pesar de mi personalidad risueña tenía un carácter fuerte y como no tenerlo, si en mi país éramos de ser así, a diferencia de los estadounidenses que eran muy blanditos.

La conversación que había tenido con los chicos respecto a lo de antes dejó claras dos cosas, una que ellos no se arrepentían de pasárselo bien y dos que su padre era un maldito exagerado. Lo que hicimos no era correcto, pero no era motivo para ponerse como se puso y empezar a despotricar como lo hizo.

Salí de la sala de juegos donde les deje jugando al Fifa y me dispuse a marcharme diciéndoles que al día siguiente estaría en su casa temprano para prepararles el desayuno y llevarlos a clase. No me di cuenta de la presencia de Colton hasta que me choqué con él de bruces, me hizo gracia ver que iba vestido con lo que parecía una camiseta de la equipación de fútbol americano, concretamente de la universidad de Yale, pero no me reí, no le daría aquella satisfacción.

Aparté la mirada y empecé a bajar las escaleras ignorándolo totalmente.

—Aida espera.

Respiré hondo y me giré en su dirección.

—¿Si señor Fernsby? ¿Necesita algo?

—No te vayas así por favor —Me pidió acercándose cada vez más

—No me voy de ninguna manera, yo estoy estupendamente. Simplemente tengo ganas de llegar a casa, el día ha sido largo.

Me di la vuelta dispuesta a irme, pero su mano me detuvo al agarrar mi muñeca

—Por favor —Susurró, sus ojos brillaban más de lo normal y se le veía algo angustiado.

Cerré los ojos y suspiré, cuando los volví a abrir me solté de su agarre.

—Mira Colton, el día ha sido duro y largo, estoy cansada, me duele el cuerpo entero y lo único que quiero es llegar a casa, tirarme en la cama a ver una película con mi mejor amiga que ha venido a visitarme.

—No lo sabía — me reí sin humor alguno.

—No hacía falta que lo supieras, es mi vida privada, así que te pido por favor que me dejes irme de una vez. Por mucho que mañana trabaje y sabes que amo mi trabajo, pero necesito descansar.

Asintió y se separó de mí, me di la vuelta y bajé las escaleras, cuando agarré el pomo de la puerta de salida me giré para mirarle, me observaba estático desde donde habíamos estado hablando. Parecía que iba a decir algo, pero no le dí pie a que pudiera decir algo, no quería seguir teniéndolo cerca.

—Que tenga buena noche señor Fernsby.

Dicho eso salí para montarme en mi coche y conducir en dirección a casa.









Una niñera a la españolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora