Capítulo 26

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Colton

Aida no preguntó más y subió corriendo las escaleras para cambiarse, yo por mi parte decidí quedarme como estaba, no me encontraba con ropa inadecuada para el momento. Caminé en dirección al garaje donde teníamos las motos y le indique a uno de los empleados que las preparara, una vez listas Christopher se subió en la suya con su hermano detrás de él por lo que me dejaron bastante claro que yo llevaría a Aida.

La susodicha no tardó en entrar corriendo al garaje, parecía un un peluche con exceso de relleno gracias a la ropa de nieve que se había puesto. Estaba claro que si se caía no la íbamos a perder viendo el color rosa chillón de su ropa, era como un foco.

— Bueno estoy lista, ¿Dónde me subo?

—Papá.

Me atraganté con mi propia saliva.

— ¡¿Qué?!

—Que te subas con él en la moto —repitió Mason extrañado ante la contestación de Aida, pero yo también me quedé perplejo cuando mi hijo soltó aquello, en cambio su hermano soltó una risita en dirección a su niñera y a mi me miro mal.

Me subí a la moto y arranqué para después girarme hacia Aida que me miraba con desconfianza, sin decirle nada palmeé el asiento detrás de mí. Sentí una corriente eléctrica recorrerme el cuerpo cuando sus piernas rozaron las mías y sus brazos se apretaron en mi cintura.

—Señorita Alonso le pediría que no me apretara así porque una de las dos o expulso el desayuno o me quedo sin respiración.

Aflojó su agarre rápidamente y murmuró una disculpa haciéndome sonreír. Sin más problema empezamos a recorrer los alrededores del lugar con las motos, íbamos a bastante velocidad algo que hizo que Aida se tensara.

—¿Los niños no van muy rápido? —preguntó preocupada.

—Christopher sabe lo que hace de sobra, están protegidos debajo de la ropa y el casco, además de que mandé capar la velocidad de su moto; créeme que no les dejaría hacer algo peligroso para ellos

No dijo más hasta que llegamos a nuestro destino, un precioso barranco que tenía vistas a todo el valle. Bajamos de las motos y los chicos junto con Aida fueron hacía el mirador que estaba vallado para observar el paisaje.

—Es precioso.

—Si que lo es— Contesté mirándola, algo de lo que ella no se percató.

—Hay mucho eco aquí, mira —Mason se bajó la bufanda, carraspeó como un viejo antes de empezar a gritar —¡EEEOOO!

Los cuatro nos empezamos a reír ante las tonterías y los gritos de los chicos.

—Cuando era adolescente mis amigos y yo alguna vez fuimos a algún pueblo y subíamos a las iglesias que estaban en lo alto de una colina y gritábamos desde allí— dijo Aida con un tono melancólico.

—¿Y qué gritabais?

—Pues cosas como esta, atentos —Se bajó la bufanda y miró a los chicos— AUREEEEEEEEELIOOOOOOO

—Joder que tono de voz, madre mía —Soltó Christopher entre risas.

—Digamos que los españoles nos caracterizamos por gritar cuando hablamos. Estamos contentos, gritamos, estamos enfadados, gritamos, tristes, gritamos y así siempre, somos como pastores de cabras u ovejas. En mi familia pasa mucho.

—Pues qué familia guay, ¿Alguna vez los conoceremos?

Preguntó Mason colocándose delante de Aida para que esta le abrazara mientras se encogía por el frío.

— Si, por su puesto.

Ambos críos la abrazaron con amor, sin poder evitarlo la vi como una madre que ama y adora a sus hijos porque así les quería Aida, adoraba a mis hijos y les amaba, de eso no me cabía duda.

—¿Podemos ir a España papá? —La voz de Mason me hizo salir de mi trance.

—Si, de hecho, iremos después de este viaje, tengo trabajo allí y pensé en que estaría bien llevaros.

—¡¿Enserio?! —Gritaron los tres a la vez poniendo la misma expresión en la cara.

—Si, enserio.

Sin yo esperarlo Aida y Mason se tiraron encima de mí haciéndome caer de espaldas sobre la nieve, Christopher en cambio me miraba sin expresión alguna.

Una bola de nieve se estampo en su cara haciendo que mirara mal a la mujer que estaba a mi lado mirándole divertida. Christopher se agachó agarró nieve son su manos y se la lanzó de vuelta a Aida dándole en toda la cara, haciendo que los tres nos riéramos.

—¡PELEA! —Gritamos los cuatro a la vez mientras nos levantábamos de golpe y empezábamos a lanzarnos bolas a diestro y siniestro.

Jamás pensé que la presencia de la nueva niñera cambiaría tanto nuestras vida pero quien sabe que estaba por venir, pero solo podría ir a mejor ¿verdad?

Una niñera a la españolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora