Capítulo 17 (antiguo 9)

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—¿Puedo pasar?

Asintió sin despegar la mirada de mi. Se movió hacia un lado y entre algo tímida observando toda la casa, era simplemente maravilloso. Me giré para mirarlo mientras cerraba la puerta.

—Gracias por haber venido.

—Sí bueno, no es nada

—Bien, los niños están en la sala de cine viendo una película.

Asentí abrazándome a mí misma sin mirarle, se quedó delante de mí y vi como respiraba hondo.

—Bueno...

—Aida, quería pedirte disculpas por lo de ayer, nunca fue mi intención ponerte en una situación incómoda.

—Da igual, voy a buscar a los niños, permiso.

Sin preocuparme de si pretendía hablar conmigo o no, fui rápido hacia la sala de cine, aunque no tenía ni idea de donde estaba.

—Mason, psss —Susurré para ver si los encontraba.

Miré en todas las puertas de manera cuidadosa como si de un ladrón me tratara. Segundos después sentí una mano en el hombro, lo que me hizo asustarme y golpearme la cabeza con la pared, me llevé la mano a la zona dolorida y emití un quejido de dolor.

—¡Dios mío Aida! ¿te encuentras bien querida? —me preguntó el señor Henry con cara de susto al ver lo que había pasado.

Me quité la mano de la cabeza y sonreí como si en mi vida hubiera roto un plato, sentí las mejillas totalmente calientes, ¿Cómo podía ser tan sumamente patosa?

— Si señor Henry, no se preocupe, simplemente me asusté.

—Lo siento querida, no era mi intención, ahora me gustaría saber por que estaba caminando por la casa como si fuera un intruso.

Sonreí todavía más y empecé a juguetear con los dedos, sintiendo mis mejillas ponerse más rojas, me miró divertido mientras intentaba aguantarse la risa.

—Yo vera... si hijo me dijo que los niños estaban en la sala de cine y claro el muy listo no me dijo dónde se encontraba, por eso tuve que buscarla yo misma y claro esta casa es enorme ¿sabe que tiene una casa preciosa? bueno, el caso es que me puse a revisar por todos lados intentando no molestar, pero no me esperaba que...

—Aida, respira querida, que te vas a ahogar. Tranquila, no me preocupa en absoluto haberte encontrado por ahí husmeando, te entiendo, no sabías donde estaban los niños.

— Si, bueno...

—Por favor no hables, no necesito explicaciones —Me interrumpió levantando una mano pidiéndome silencio mientras sonreía —La sala de cine se encuentra en esta planta, vas por ese pasillo girando a la derecha y la puerta doble de color negro ahí es, no tiene perdida.

—Gracias señor Henry.

—De nada querida, disfruta del día y sí necesitas algo no dudes en pedirlo — dijo antes de darse la vuelta y desaparecer por el pasillo.

Respiré hondo y me volví a frotar la cabeza haciendo una mueca de dolor que me había estado conteniendo, caminé en dirección a la sala y entré sin llamar a la puerta.

—¡¿Alguien ha pedido domicilio a la mejor niñera del mundo?! —Exclamé abriendo los brazos y sonriendo.

—¡Aida! —Gritaron los dos niños antes de correr en mi dirección y tirarme al suelo al abrazarme.

Empecé a reír con ello en el suelo, hasta que me quedé sin aire y les empujé con todas mis fuerzas lejos de mi, pero se volvieron a pegar como dos lapas. Una vez que conseguí levantarme me pasé las manos por el culo para quitarme los restos de polvo mientras sonreía.

—¡Estoy muy feliz de que estés aquí Aida! —dijo Mason abrazándose a mi pierna fuertemente.

—Lo se cariño, para mi también ha sido toda una sorpresa que vuestro padre me llamara.

—Hombre solo faltaba, después de que ayer te fueras corriendo por su culpa —soltó Christopher entre dientes apretando los puños.

Me acerqué a él para abrazarlo, haciendo que se relajara y me abrazara de vuelta, segundos después Mason estaba entre nosotros riendo porque según él, éramos un sandwich.

—Bueno queridos niños, ¿Qué queréis hacer?

—Podemos ir a la bolera que hay en el sótano.

—¡¿Tenéis una bolera?! —Exclamé gritando.

—Sí y un campo de golf en la azotea —Añadió Mason como si fuera lo más normal.

—Pues eso, vamos a jugar a los bolos.

—¡No! sabes que yo no puedo, papá no me deja —recriminó el pequeño a su hermano.

—Pues te jodes, si no fueras un enano podrías estar con nosotros.

Antes de que la discusión se convirtiera en una batalla campal decidí hablar.

—No vamos a jugar a los bolos, haremos algo que podamos hacer los tres.

Los dos me miraron con el ceño fruncido, me acerqué y con mis manos se los estiré a cada uno haciéndolos sonreír.

—Tengo una idea ¿vuestros abuelos nos dejaran usar la cocina?

—Hombre a nosotros solos no nos dejan, pero si estas tú no veo por qué no —Dijo Christopher encogiéndose de hombros.

—Bueno, pues guiarme a la cocina grumetes.

Después de decir eso me miraron mal, a lo que rodé los ojos y les indique que fuéramos a la cocina. Una vez dentro, mis ojos se abrieron como platos, la cocina era literalmente el doble de grande que todo mi apartamento, la recorrí con la mirada sin ser capaz de cerrar la boca.

—Bueno y ¿Qué cojones vamos a hacer?

—Cómo vuelvas a hablar así jovencito te aseguro que te lavaré la boca con jabón —Le dije a Christopher apuntándole con el dedo— Vamos a hacer cupcakes.

Los dos me miraron como si les acabaran de dar una patada en el estómago a lo que les sonreí maliciosamente.

—No me miréis así, manos a la obra.

Una niñera a la españolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora