Este capítulo tiene menciones de violencia en varias de sus formas, física, verbal, etc. Si no desean leerlo, pueden saltarse la letra en negrita.
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Salió de la ducha, secó su cabello y arrugó la nariz hacia mí, como si me pidiese disculpas por casi alterarme la existencia hace un rato.
Se acerca, para mí sorpresa, rodea mi cintura con ambos brazos y apoya el mentón en mi pecho, sonríe.
—Me divertí mucho.
—Ja. No se notó en absoluto.— ríe— Anda, enróllate en las cobijas para que agarres calor, hace frío.
—Enrollémonos juntos.
Este ser bonito e inocente no tiene una idea de cuántos significados tiene para mí esa palabra y proposición, no necesita saberlos de todas maneras.
—Dale pues, hagámonos rollito.
Sus pies estaban helados a comparación de los míos y disfrutó hacerme sufrir un rato con ellos, de nuevo me sorprendió cuando me dejó enredar mis piernas con las suyas y se acurrucó contra mi, podíamos hablar en susurros ahora, sacó el rostro fuera de mi pecho y quedamos frente a frente, cerquita.
—Tae.
—¿Si?
—Una vez dijiste que podías ver los recuerdos en los objetos.
—Lo dije, si.
—¿También es posible que pase si tocas a una persona?— asiento.
—Pero no es algo que haga muy seguido, es invasión a la privacidad y requiere de mucho esfuerzo— musita una afirmación—¿Quieres enseñarme algo?— vuelve a afirmar.
—Confío en ti— sonríe a medias— y eres psiquiatra, sabrás que decirme. Debe ser en el lugar preciso ¿no? si el recuerdo está en mis manos, debes tomarlas.
—Exactamente, corazón.
Toma una de mis manos, duda un poco, quiero decirle que si no quiere que lo vea, puede solo contármelo, pero entonces, la coloca en su cuello y antes de quedarme con las imágenes de sus recuerdos, noté sus ojos llorosos.
Está caminando detrás de un hombre, no, este jala de su mano, caminan por un pasillo y finalmente se adentran en una de las habitaciones, habían muchas puertas y música en altos volúmenes, deja de percibirse un poco cuando este sujeto cierra la puerta y cuando se voltea, puedo ver de quién se trata, Hansung.
—¿Estás borracha?— le pregunta.
—Creo que sí, me siento mareada.
—¿Qué tanto?
—No lo sé, es... es la primera vez que bebo tanto... ¿Podemos volver con Yuna?
—Dijiste que te gusto ¿cierto?— no responde, solo baja la mirada— quería hablar sobre eso, escucha, tú no me gustas porque no eres mi tipo, tú rostro... no es para mi— se acerca y sonríe— pero, tú cuerpo... bueno, ese es un asunto muy distinto a tú rostro.
—¿Mi...?
—Algo bueno tenías que tener, no me sorprende, o es el cuerpo o es el rostro, rara vez te bendicen con ambos— levanta la mano, la coloca en el cuello de Katrina y acaricia— yo estoy acostumbrado a verte, así que no me molestaría hacértelo.
—N-No creo que sea buena idea— se aparta, tambaleando— no estoy en... en condiciones.
—Relájate— vuelve a tomarla, la espalda de Katrina se estampa contra una de las paredes— tú déjate hacer, tómalo como un favor.
—N-No.
—Nadie más se arriesgaría contigo ¿vas a perderte la oportunidad de que alguien te toque?— ríe— será divertido, no te preocupes.
—¿Taehyung?— la luz, los colores y sus ojos regresaron—¿Estás bien? Lo siento.
—¿Sucedió?— se queda callada— ¿Llegó hasta el final?
Asiente.
—Si.
—Le habías dicho que no.
—No le importó.— suelta mi mano— Por ese suceso me ausenté un año de la carrera— ríe, sin ganas— no podía verlo todos los días porque me sentía muy mal, Hansung me gustaba mucho pero luego de eso... se regó el rumor de que él me había hecho el favor— suspira— le contó a todos lo que pasó y empezaron los... los apodos, los comentarios, ya mi nombre no era Katrina, era la gordita, la fea. Él... le dijo a sus amigos que mi cuerpo no era la gran cosa y que no tenía forma, me comparó con otras chicas con las que se había acostado.
No he parpadeado en todo este tiempo, demasiado consternado, enojado.
Furioso.
—¿Hablaste de esto con alguien además del psicólogo?
—A mi hermano mayor, Kris. Él fue quién me ayudó, estuve en terapia un año completo, asistí a muchas sesiones.— sonríe— Ahora estoy mejor, no puedo decir que lo olvidé porque no es así, pero podía verlo sin sentir pánico, aunque lo evité tanto como pude, no tenía suerte la mayoría de veces.
—¿Denunciaste?— negó— ¿Quieres contarme por qué?
—Ahora mismo no, sigo en dilema con ese asunto—vuelve a refugiarse en mi pecho, me abraza con fuerza y respira tranquila, acaricio su espalda— me siento aliviada de que lo sepas ahora.
Los castigaré a todos.
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