Capítulo 36: Me Transformo En El Hombrecito De Jengibre

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=Astrid=

¿Vieron lo que yo?

Eso lo llamó, la forma más rápida de destruir la esperanza.

Me quedé ahí, paralizada, me lo permití, lo procese, el corazón me latía como loco, como el de una ratita sabiendo su destino, en ese entonces no encontraba la diferencia entre ella y yo.

Intenté respirar hondo, calmandome, o esa era la idea, no resultó como me lo imagine, pero al menos me moví.

—¡Hey! ¡¿Qué creen que hacen?! —grité, a paso rápido, firme y furioso

Enfrenté a los dos detectives que quedaron atrás, mi padre ya había desaparecido por las puertas de la escuela. Apunté con un dedo al principal protagonista de mi rabia e intenté verme intimidante, creo que no lo logré, pues le llegaba al pecho.

Jane retrocedió y le dio una mirada a Cruz, como si pidiera ayuda, no la obtuvo de cualquier manera, ni siquiera pareció importarle que podía castrar a su compañero. Tampoco lo miré, no tenía porqué enojarme con él, de todas maneras fue él quien me dijo la verdad.

Pero el detective Jane, como jefe de la investigación de seguro mando a arrestar a mi padre, su incompetencia y valoración con esto terminaran destruyendo mi vida. Miré su cabello negro perfectamente peinado, como si nada pasara, mientras que mi mundo colapsaba. Y por un minuto desee con todas mis ganas que fuera él el asesino, poder golpearlo justificando que él es el destructor de mi vida, pero no, solo es un ser humano hueco de cabeza.

Jane recupero la compostura, enderezó su postura para enfrentarme.

—Arthur Hofferson es arrestado por el asesinato de Chloe Collins, Bruno García, Luis Ortiz y entre otros—dio un paso hacia adelante, demostrando su control en esta situación—. Entre ellas también su esposa Angela Hofferson Dixon

—Él no fue—dije con la mandíbula tensa

Podían llamarlo sexto sentido o instinto femenino, me da igual, pero no hay ni una persona aparte de mi madre que lo conozca tan bien como yo.

Para la desgracia para Jane, solo existe una de esas personas, yo.

—No sé que esta tramando él, pero lo averiguare y te dejare como un estúpido—declaré mirándolo fijamente, haber si entendía que hablo en serio

Todo el poder y control que él pretendía tener desapareció ante mis palabras, su cara se endureció de una forma que no había visto antes, supe entonces que su paciencia conmigo había acabado.

—Todo indica lo contrario, no dejes que problemas adolescentes cieguen el juicio que pretendes tener, niña—soltó con crudeza

Niña.

Esa palabra hizo eco en mi cabeza y por cada repetición más me enfurecía, sabia que se equivocaba y se lo iba a demostrar.

Le dirigí una mirada a Cruz, pero él negó con la cabeza, no valía la pena. Trague mis próximo ataque verbal hacia un incompetente y me fui por el pasillo casi huyendo de la realidad, necesitaba aire.

Entré a tropiezos al periódico, con una dificultad para poder respirar, era como si estuviera en una piscina, mis movimientos eran lentos y el ambiente espeso, sentía que me ahogaba. Mi mente necesitaba encontrar una solución, hallar la manera de avanzar de forma rápida, pero al final se terminaba en cómo se respiraba y me hacia sentirme el ser más inútil del mundo, ni siquiera podía realizar una acción básica y pretendía encontrar un asesino en menos del tiempo que creía.

Patético, me decía.

Me apoyé en una mesa intentando mantener el equilibrio, tenía la mirada perdida en algún punto del suelo tratando de recordar como se respiraba con normalidad, ¿por qué era tan difícil? Sentía un gran impulso de llorar y quedarme ahí, débil, permitiendo que el mundo cayera a mis pies, pero con solo pensarlo mi respiración se aceleraba por el pánico... pánico, era eso.

Un Misterio en BerkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora