Capítulo 25: No Hay Primeras Impresiones

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=Hipo=

Si tuviera que resumir estás últimas semanas seria en ver los anuarios de unos tres años, para nuestra desgracia Astrid tenía razón, el sujeto que organizó y ordeno las fotografías junto con su historia están repartidas sin ningún patrón aparente.

Curiosamente la gran mayoría de actividades extracurriculares no están, o al menos de los más importantes. Lo máximo que hemos encontrado han sido la participación de cada asignatura repartidos en cada anuario —al parecer el medio ambiente no eran su prioridad en ese momento—. Misteriosamente lo demás que tal vez nos ayudaría desapareció, lo único que logramos descubrir es que nuestros padres eran un ejemplo a seguir según sus calificaciones, pero al seguir observando las fotografías —que Astrid no dejaba de quejarse por la mala calidad—, nos surgía otras dudas.

La más persistente de todas era: ¿Qué diablos les paso?

Sin ganas de ofender a nadie, antes ellos eran casi modelos, claro algunos rasgos siguen intactos hasta ahora, pero pongámonos a observar con atención, mi padre —que tiene un enorme cuerpo—, en ese entonces era hasta incluso más delgado que ahora, su cabello destaca más con ese color rojizo que se le ha opacado con los años. En cambio el padre de Astrid se transformó en todo lo contrario, ahora su delgada forma lo caracteriza como el rubio de su cabello, que para ese entonces él era hasta incluso más ancho que papá y su cabello parecía la cosa más preciada junto a su novia, la madre de Astrid.

De vez en cuando volvia mi mirada a la antigua imagen de mi papá y me preguntaba que es lo que me esperara el futuro, en que conceptos cambiaré sin darme cuenta, o que hare en ese entonces cuando me dedique a ver el pasado. Con solo pensarlo me ponia nervioso, todo podria cambiar.

Mi pierna sube y baja indicando claramente mi nerviosismo, que aumentó considerablemente antes mis pensamientos nerviosos del cambio inevitable que tiene el ciclo de la vida, también por el hecho que haya cometido el peor error del momento al invitar a Astrid a la fiesta familiar de mi cumpleaños, donde no solo estará mis abuelas ofreciendoles abrigos de lana, sino también mis tíos amantes del alcohol y lo que menos quiero es que Astrid se sienta incomoda.

Para intentar calmar mis nervios me asomo por la ventana, suelto un bufido, pues tuvo el efecto contrario al que esperaba, una tormenta se aproxima.

Si una cosa destaca Berk es por su mal clima, en especial en está época, ya nos hemos adentrado al invierno que se está comportando más feroz que nunca.

Siento una mano en mi hombro, me doy la vuelta para encontrar el sonriente rostro de mi mamá, que me observa con ternura —la que yo no veo, voy a explotar de la ansiedad—, sonreí como pude, aunque creo que me salió una mueca, por su risa me confirma lo anterior.

—Todo saldrá bien—me asegura, dandome un masaje en los hombros al estilo maternal.

—Pero ¿qué tal si no? ¿Qué pasará cuando el tío Rayan se pase de copas y empiece a dar comentarios vergonzosos o si se siente incomoda cuando este rodeada por la cinta métrica de la abuela? —me solté de su agarre y comencé a caminar en circulos por mi habitación—. De hecho el único que no me preocupa es Ignacio que se la pasa 24/7 en el computador.

—Astrid tiene carácter, estoy segura que dará ha saber cuando algo la incomode—dijo.

Como todo un dramatico me echo a mi cama, quedando boca arriba. Mi madre sonríe de una forma que no pude decifrar y tomó asiento al lado mío.

—Sí, es cierto, de seguro me estoy preocupando por nada, sí.

—Además, ya soportó a Patán ¿no? —bromeó, lo que sólo tuvo un asentimiento de mi parte.

Un Misterio en BerkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora