31. A LA DERIVA

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Capítulo final

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Capítulo final.

》• Elizabeth White •《

Esa mañana me había despertado más emocionada y melancólica de lo normal. Incluso me obligué a mí misma a levantarme temprano un fin de semana.

Tenía todo preparado y todo controlado para que nada saliera mal. Tenía mi ropa lista, aunque dudaba, e incluso sabía cuánto tenía que demorarme con cada cosa.

Lavé rápidamente mi cara y cepillé mis dientes mientras me miraba sonriendo al espejo, me veía radiante, quizás por la emoción que sentía.

Bajé corriendo las escaleras, pero con cuidado de no ser torpe y caer. Fui directamente a la cocina y un rico olor inundó mis fosas nasales.

—¡Buenos días! -saludé con emoción a mi padre.

Él se sobresaltó por mi alta voz y se giró mientras sostenía un cucharón con masa de panqueques como escudo.

—¿Estás demasiado contenta o me parece? -cuestionó él, levantando una ceja.

—No dañes mi buena vibra, por favor -le pedí, jocosa.

—Pues controla tu buena vibra o no habrá desayuno si haces que lo tire.

—Deberías, no sé, levantarte muy feliz de vez en cuando.

Le sonreí con inocencia y él me miró frunciendo el ceño. Decidí alejarme e ir a la sala.

-¡Estoy muy feliz! ¡Lo estoy! -gritó él.

—¡Me alegro! -grité de vuelta.

Me dejé caer en el sillón y puse algo en la TV, justo estaban dando una película de Barbie, la dejé porque me pareció interesante.

Me entró la curiosidad de mirar mi teléfono para checar la hora. Faltaban veinte minutos para las 10, estaba algo temprano. Decidí recibir los mensajes y...

No tenía nada. Ni un solo mensaje.

Pensé que todos seguían dormidos, aprovechando que no debían madrugar. Hice un puchero cuando vi que tampoco había rastros de Jack. No pensé mal, seguro estaba ocupada empacando sus cosas para el viaje.

Y sí, había llegado el día en el que Jack tenía que irse con su padre a esas vacaciones que no terminaban de agradarme, más sin embargo, me alegraba por él.

Habíamos quedado en que yo iría a despedirme de él en el aeropuerto, esperaba no hacer una despedida dramática o derramar alguna lágrima en la despedida. Tenía que mostrarle lo feliz que estaba por él.

—Y aquí está tu desayuno -informó mi padre al llegar a mi lado y pasarme un plato con dos panqueques.

—¿Dos? -inquirí, mirando con decepción mi plato.

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