Capítulo Treinta y Cuatro

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Podía afirmar que el simple hecho de despertar al lado de Louis era capaz de mejorar el día de cualquier persona aún antes de que haya siquiera comenzado. Harry ya había perdido la cuenta de cuantas veces lo había hecho, pero cada día su teoría se veía más confirmada y estaba feliz de ser el único que pudiera hacerlo.

Pequeños rayos de la prematura mañana se filtraban por la también pequeña ventana del ojiazul, iluminando un poco la habitación. El rizado era muy influenciable a la luz, por lo que despertó sin mucha dificultad. Se removió un poco en la cama y comenzó a frotarse con determinación el ojo izquierdo, mientras bostezaba sin ánimo de disimulo. Poco a poco, su vista se fue acostumbrando y lo borroso por fin terminó de desaparecer. Dirigió la vista al reloj en la mesita de luz de su hospedador: eran las siete menos cuarto. Todavía faltaban algunos minutos para que la alarma de Louis sonara, advirtiéndole que tenía que apurarse para llegar al trabajo. Se alegró de haberse despertado antes, así podía prepararle lo que había planeado. 

Su brazo estaba algo adormilado y le dolía un poco, había estado en la misma posición por prácticamente toda la noche. Giró la cabeza con cuidado, para encontrarse con el revoltoso cabello del ojiazul. Este dormía profundamente sobre la almohada que creaba el cuerpo de Harry, dándole la espalda. Habían hecho cucharita durante las horas de sueño y él, profundamente cómodo no se había movido ni un poco. El rizado había sido la cuchara mayor y al parecer en algún momento de la noche se había visto obligado a girar, quedando boca arriba. Harry siempre había sido de esos que se desplazaban por toda la cama a al hora de dormir, cambiando de posición a cada rato. Louis parecía ser de aquellos que se hundían en un sueño tan profundo que no emitían movimiento. Era entendible, siempre llegaba muy cansado y dormir en los brazos de Harry le daba mucha paz y tranquilidad. Era como un especie de sedante. Uno bueno y lindo, con aroma a caramelo.

Era verdad que desde que el ojiverde se había empezado a quedar con el muchacho había aprendido a dormir mucho más tranquilo. Él también se sentía muy cómodo junto a Louis, pero la principal razón se basaba en que básicamente no había espacio para moverse. La cama era muy pequeña para dos, y a primera impresión incluso para uno. Ambos debían acurrucarse mucho para entrar y dormir muy cerca para asegurarse de que ninguno se caiga. Obviamente el hecho de abrazarse con el objetivo de caber no era problema para ninguno de los dos, incluso lo harían aunque tuvieran la cama más grande del mundo.

Harry se acercó un poco más al cabello del ojiazul, hundiendo su nariz en él y haciéndole suaves caricias con el rostro en movimientos circulares. Tenía un olor hermoso, aunque no podía identificar muy bien qué era. Simplemente era el olor de Louis y le encantaba. Al igual que su sabor, al igual que su todo.

Aferró sus manos a la cintura del otro, desplazándolas suavemente de arriba a abajo. Todo por encima de su fina y gastada remera blanca, aunque siendo suficiente para que el otro sufriera leves escalofríos, aún dormido. 

Louis y Harry aún no habían pasado a ese otro nivel, todavía no habían llegado a tal intimidad. El rizado debía admitir que había veces en las que le daban ganas de arrebatarle toda la ropa al ojiazul y llenarse aún más de él, sentir su delicada piel chocar contra el áspero de la suya, pero tenía algo de miedo. Jamás había tenido sexo con un chico y no sabía qué debía esperar. Tampoco estaba seguro de cómo actuar y temía hacer algo mal. Con respecto a Louis, bueno, él moría por que llegara el momento, pero no quería presionar al rizado y obligarlo a avanzar cuando tal vez él no estaba listo. No quería que pensara que lo único que quería de él era sexo. Por supuesto que no, era solo uno de los últimos items en la lista y podía esperar.

Tras depositar unos suaves y tiernos besos en la nuca y cuello del muchacho, Harry hizo ademán de levantarse. Había pasado diez minutos solamente valorando lo afortunado que era, que prácticamente había olvidado que no tenía mucho tiempo. A penas se movió un poco, Louis tomó su mano y la volvió a poner por sobre su cadera, susurrando algo parecido a "no te vayas". 

Catorce Días (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora