Louis volvió a su casa, agotado pero feliz. Había finalizado su primer semana de trabajo, y había transcurrido sin inconvenientes.
El chico se pasaba todos los días, de lunes a viernes, en la panadería. Había tomado la jornada completa, por lo que en la mañana trabajaba solo y a la tarde se le sumaba Gigi. Estaba muy agradecido de que le haya tocado una compañera tan agradable como lo era la muchacha, desde un principio Louis supo que le caería bien. Era bastante alta (mucho más que él) y estilizada, su cabello era largo y rubión y su cara era prácticamente perfecta. En serio, si el no fuera gay, probablemente hubiese caído a sus pies desde el primer momento. El ojiazul estaba casi convencido de que la mitad de los clientes eran atraídos por la chica y se preguntaba seriamente que hacia en una panaderia y no en las pasarelas de modelaje. Pero obviamente, lo que hizo que a Louis le agradara Gigi no fue como se veía, sino su personalidad. Para él eso era muy importante, y ella tenía todo lo que buscaba en una amiga. Se veía alegre y saltarina, transparente y sincera, a pesar de que solo se conocían por cinco días, ambos habían conectado de inmediato.
Louis entró a su apartamento y se tiró directamente a la cama, sin ni siquiera detenerse a acomodar sus cosas. A pesar de que su turno terminaba a las ocho, había tenido que quedarse a acomodar y a su vez el colectivo llegó considerablemente tarde, por lo que ya eran las nueve.
Al otro día era su día libre. En un principio el señor Brown le había indicado que tendría que trabajar también los sábados y domingos, pero al final la suerte le sonrió: la hija del hombre había decidido tomar el puesto. Eso era considerablemente extraño pero Louis no se quejaba.
Se quedó dormido sin darse cuenta, sin comer ni bañarse. Tampoco es que le importara mucho, necesitaba unas largas y intensas horas de sueño. Pero sin embargo, su idea de descansar de corrido no funcionó tan bien, a penas una hora después sonó el teléfono de la casa.
En un principio el chico no pensaba atenderlo, pero cada vez que el límite de llamada se agotaba comenzaba a sonar de nuevo por lo que no le quedó otra opción. Se levantó con suma pereza y malhumor y cogió el tubo.
-¿Hola?
-¡Louis! ¡Louis, querido!
El chico tuvo que separar el instrumento unos centímetros de su oreja, porque la anciana del otro lado gritaba tanto que lo estuvo a punto de dejarlo sordo.
-Mary- dijo-. Hola, Mary.
-¡Que bueno escuchar tu voz! Aunque suena algo ronca, ¿estabas durmiendo?- preguntó la abuela de Harry.
-Sí- contestó él.
-¡Pero si es viernes! ¡Y son las diez de la noche! ¡Ni yo que soy vieja me acosté aún! ¿Los adolescentes de hoy no salen a fiestas y eso en estos días?
-Yo ya no soy adolescente. Y apuesto que todos esos que usted nombra no se pasan trabajando turno completo la semana entera. Como su nieto por ejemplo.
"El sueño me afecta el cerebro, ¿Podria ser un insulto?" pensó Louis.
-¿Hablas de Harry? A él no le gustan mucho ese tipo de cosas, podrían llegar a ser grandes amigos.
-Sí, olvide lo que dije- se retractó él, ya tomando mas conciencia.
-¡Pero ya basta de hablar de tonterías! vamos a lo importante, al por qué de te llamé: te vienes con nosotros a comer el domingo.
El chico lo pensó un poco, aunque el tono con el que la anciana habia hablado era mas una orden que invitacion.
-Mmm, no se si sería correcto. Me refiero, ya fui una vez y creo que no le agradé mucho a nadie- "No le agradé a el"
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Catorce Días (Larry Stylinson)
Romance[COMPLETO] Harry odia las reuniones familiares. Pretender que es divertido escuchar como su madre habla de sus novias o como sus abuelos discuten sobre política lo agobia. Pero un día apareció un plato más. Un chico nuevo en la mesa. De repente las...