Capítulo Dos

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El consultorio del doctor Toledo siempre le ha parecido un lugar acogedor; sobre todo por las pinturas que tiene colgadas en sus paredes. No son originales, claro, pero ver "La noche estrellada" de Van Gogh y "Las señoritas de Avignon" de Picasso, hacen su estancia allí menos tediosa.

—¿Cómo estás, Ulises? Hace mucho que no te veía por aquí.

—Hola, doctor... Me he sentido mucho mejor últimamente, así que no sentí la necesidad de venir.

—Y ¿Por qué viniste hoy entonces?

—Mi medicina, ya se terminó —le dice mostrándole el frasco vacío.

Ulises evita mirarlo a los ojos mientras él toma el frasco. No le enorgullece el tener que tomar antidepresivos. De hecho, intentó dejarlos por un tiempo, pero las consecuencias fueron desastrosas. No podía dormir; tenía constante cansancio, aunque no hiciera nada; perdió todo su apetito; faltó varias veces al trabajo ya que su ánimo estaba tan bajo, que ni siquiera podía pararse de la cama; incluso, dejó de pintar. Gracias a una intervención de Félix volvió a consumirlos. Aunque le costara admitirlo, dependía de ellos para llevar una vida más o menos normal.

—Aquí tienes la receta —le dijo el doctor Edward Toledo, extendiéndole un papel con el logo de la clínica y su firma—. Pero, antes de que te vayas, me gustaría que me contaras un poco de cómo te está yendo. Hace mucho que no hablamos.

Ulises lo piensa por un segundo, pero termina tomando asiento en la silla de cuero frente a Toledo. El doctor siempre ha sido muy amable con él; aunque Ulises no se engaña pensando que es alguien especial, sabe que es su trabajo ser amable; aun así, le inspira mucha confianza. Después de todo, no tiene muchas personas con quien hablar, así que ¿Por qué no hacerlo con un profesional?

—Estoy bien, doctor. Aún tengo trabajo y no he vuelto a tener pesadillas —le informa.

—Eso está muy bien. Y dime ¿Has conocido a alguien?

Ulises se queda callado por un instante antes de contestar:

—Sí, conocí a alguien. —Se mueve un poco en el asiento, mientras se rasca la nuca, un gesto que siempre hace cuando se siente inseguro—. Es una nueva bailarina en el teatro. Se llama, Diana.

—Lindo nombre, ¿ya la invitaste a salir? —Quiso saber el doctor.

Ulises pudo haber dicho que sí, e inventarse toda una fantasía de que fueron a un lindo restaurante, compartieron una pizza, se tomaron de la mano... Pero Toledo sabría que estaría mintiendo.

—Ni siquiera sabe que existo... Además, tiene novio.

—Entiendo... Las pastillas que te acabo de recetar son nuevas. Quiero que vengas la próxima semana para ver que tal te va con ellas.

—Gracias, doctor.

Ulises se despide y sale del consultorio. Está tarde para el trabajo, así que intenta apurarse.

 Está tarde para el trabajo, así que intenta apurarse

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El club de los amores imposibles (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora