Capítulo Veintiocho

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Y entonces Hades, el rey de las tinieblas por fin tenía una reina que gobernara asu lado. La llevó a su reino oscuro, la vistió con finos vestidos de seda y puso una corona de zafiros y diamantes sobre su cabeza.

Ahora ella era suya y nadie podría arrebatársela. La bestia horrible que acechaba entre las sombras ya no tenía que esconderse, su doncella estaba a su lado, tal vez engañada, tal vez en contra de su voluntad, pero estaba a su lado.

Y quién quiera que intentara arrebatarsela sería envestido por su ira implicable. Pelearía, mentiría, mataría si fuera necesario para conservar a su amada.

El doctor Toledo mira las noticias en su teléfono inteligente con una expresión calmada en su rostro, desde la fila para abordar un vuelo con destino a Europa

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El doctor Toledo mira las noticias en su teléfono inteligente con una expresión calmada en su rostro, desde la fila para abordar un vuelo con destino a Europa. La mujer del noticiero cuenta como un sacerdote de nombre Raúl Sánchez, que tenía más de tres meses desaparecido, se presentó ayer en un hospital de la zona. Fue atendido de inmediato por las claras muestras de desnutrición y maltrato que presentaba.

El hombre denunció haber sido secuestrado por una mujer llamada Verónica, que lo torturó y lo abusó sexual y psicológicamente durante todo ese tiempo. Los policías, siguiendo la dirección que la víctima les había dado, fueron a la vivienda y encontraron el cadáver de una mujer que coincidía con la descripción de la secuestradora y a un hombre de unos treinta y dos años junto a ella.

El susodicho, que resultó ser hermano de la mujer se entregó y confesó ser cómplice de secuestro, no solo de Raúl Sánchez, sino de otras diez personas más que fueron capturadas por miembros del grupo de apoyo que tanto él como su hermana dirigían. La policía está investigando a todos los implicados.

Toledo cierra el teléfono y termina de entrar en el avión, toma asiento en la sección turística y se recuesta en él con expresión cansina, esperando el despegue. Supo que todo se fue al caño cuando Óscar lo llamó la noche anterior hecho un mar de lágrimas, diciéndole en una voz apenas entendible que Verónica estaba muerta. La noticia casi lo destruye por dentro, pero de inmediato le colgó, no podía permitir que lo arrastrara con él.

Lloró toda la noche por la muerte de Verónica, sin embargo, esa mañana tomó el primer vuelo disponible Europa antes de que lo involucraran a él en todo ese desastre. No sabe que pasó con Ulises o si está también involucrado, solo espera que esté bien. No se arrepiente de haberlo enviado con ella, pues en su corazón estaba segura de que Verónica era la única que podía ayudarlo.

Pensar en Verónica lo hizo sentir melancólico, pero su deceso no sería en vano, él continuará con su legado, él ayudará a otros a ser feliz cómo ella lo hizo en vida.

Ulises sale del teatro luego de despedirse de un afligido Félix, quien aún está calculando  los gastos médicos que tiene que pagar por los accidentes de Estela, cuya pierna izquierda quedó rota, y la otra chica

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Ulises sale del teatro luego de despedirse de un afligido Félix, quien aún está calculando  los gastos médicos que tiene que pagar por los accidentes de Estela, cuya pierna izquierda quedó rota, y la otra chica. El escenógrafo acepta apoyarlo con tres meses de su salario para compensar los daños que él mismo causó. Por suerte tiene un poco de dinero ahorrado para subsistir durante ese tiempo.

Aún así show debe continuar y Félix ya tiene reemplazo para los desaparecidos Diana y Jordan. Henry hará el papel de Hades, como siempre lo quiso y la suplente de Diana, quien ya se recuperó de su caída, tendrá el papel protagónico de  Perséfone permanentemente. Él sabe que necesita recuperar el dinero invertido en la puesta en escena aún así no sea el gran éxito que se esperaba. Sólo eso lo salvará de la bancarrota.

El clima se torna nublado y con ventisca, eso le favorece a su caminata, pues es peor en un día soleado. Camina por las calles sin concentrarse en nada en específico hasta llegar a una parada de autobuses. Se monta en el que va por la ruta que desea seguir y toma asiento frente a una ventanilla, acomodando la pesada mochila que lleva en su espalda para que no le moleste. Se dice a sí mismo que debe perder su miedo a conducir tarde o temprano, sería todo mucho más fácil si lo hiciera.

A pesar de las súplicas de las familias de Diana y Jordan, el caso fue archivado después de no encontrar ningún indicio de secuestro o asesinato, tras varias semanas de investigación y búsqueda.

Los rumores en el teatro dicen que alguno de los dos recibió una propuesta mejor de algún otro teatro y seguro decidieron irse juntos después de una reconciliación. Era bien sabido que ambos planeaban trabajar en Broadway, por lo que era factible.

Nadie sospecha de él, ni siquiera Henry, a quien ni siquiera parece importarle lo que pasó, más bien parece feliz porque gracias a eso consiguió el papel que tanto anhelaba. Aunque tal vez si lo hace, pero tiene miedo de decir algo. Después de su pelea siempre trata de evitarlo, ni siquiera lo mira a los ojos; puede que le tema y, si es así... hace bien. Ulises lo odia por haber usado a Diana y ahora ni siquiera se inmuta de que algo le hubiera pasado. Eso lo convence cada día más de que hizo bien en salvarla, en alejarla de todos los que solo marchitaban su luz. Está seguro de que si volvieran a pelear él no mostraría la misma piedad que antes.

El autobús se detiene en su parada, él se baja y continúa su caminata hacia el bosque. La mochila cargada de alimentos enlatados, ropa y productos de aseo personal le pesa un poco, y las primeras gotas de lluvia ya empiezan a caer, debe darse prisa. No puede permitirse enfermar, si lo hace ¿Quién cuidaría de ella?

Llega hasta la cabaña y abre la puerta hermética. Una sonrisa se forma en su rostro en cuanto entra en la vivienda con paredes adornadas con cientos de retratos de su hermosa modelo.

—Ahí estas mi musa, mi amada Perséfone.

El club de los amores imposibles (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora