Capítulo Treinta

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Henry toca dos veces antes de entrar en la oficina de Félix y tomar asiento frente a su escritorio sin que esté se lo haya ofrecido. Después de ser elegido para sustituir al desaparecido Jordan en su papel de Hades, creyó que el productor le daría más reconocimiento... pero no fue así. Puede ver su cara de insatisfacción cada noche desde el escenario y eso lo frustra.

Sin embargo no cabe duda de que él salvó el espectáculo. Las primeras funciones después del cambio fueron tibias, a pesar de todo su esfuerzo él y la nueva protagonista no recibían ni la mitad de los aplausos que Diana y Jordan.

Pero todo cambió después de que su salida del closet saliera en los periódicos. Así es, sus padres en lugar de desheredarlo decidieron que celebrar con bombos y platillos su homosexualidad. Para él fue una sorpresa, pero estaba seguro de que, a pesar de que dijeron que lo amaban tal como era, el motivo real de su aceptación fue que sus padres son muy respetados en el mundo del arte de la zona y en este momento ser homofóbico no está muy bien visto por esa comunidad. Rechazarlo hubiera significado perder mucho de su apoyo.

En realidad no le importaba mucho si eso le ayudaba a su carrera y así lo hizo, más personas empezaron a ir a verlo. Al fin se sentía como una estrella.

Aún así a Félix no parece importarle que gracias a él su obra está salvada. Ese maldito mal agradecido no merece talento. Pero esa no es la razón por la que está allí.

—¿Qué quieres Henry? Estoy algo ocupado.

—Lo sé, siempre lo estás para mí. —Félix pone los ojos en blanco y exhala exasperado.

—No estoy de humor para dramas. Si vienes a pedirme un camerino privado o alguna tontería así olvídalo.

Últimamente es así de frío y cortante con él, como si nunca hubiera pasado nada entre ellos. Ni siquiera lo ha vuelto a tocar a pesar de que se le ha insinuado en más de una vez. No puede negar que lo afecta, pero talvez lo merece.

—Vine hablarte de Ulises —suelta sin más.

—Creí que habías decidido dejarlo en paz de una vez.

—Yo no me creo el cuento de que Diana y Jordan se fueron a Broadway —dice ignorando su comentario—. Creo que algo les pasó y creo que él está involucrado.

—¿Involucrado? ¿A qué te refieres? —pregunta confundido.

—Creo que él tuvo que ver con su desaparición.

—No seas ridículo Henry —bufa Félix poniéndose de pie—. Ulises no mataría ni una mosca, mucho menos desaparecería a dos personas.

—¡Sabes que me molió a golpes! —exclamó.

—¡Porque tú lo provocaste!

Henry también se pone de pie y ambos están enfrentados frente a frente con sus caras a centímetros de distancia.

—Yo lo vi en sus ojos, estaba dispuesto a matarme —dice más calmado—. Y tú sabes que estaba obsesionado con Diana.

Félix no dice una palabra, solo lo mira con expresión desafiante.

—Él confía en ti —continúa Henry—. Sé que lo quieres como a un hijo y por eso eres el único que puede hacerlo confesar. Yo no tengo pruebas para ir a la policía y no pienso volver a enfrentar a ese loco.

Se aleja de Félix y camina hacia la puerta. Aunque le cuesta admitirlo la verdad es que le teme a ese extraño sujeto. Está seguro de que él le hizo algo a la desaparecida pareja, pero no piensa poner su vida y su carrera en peligro para descubrirlo. Por lo que a él respecta ya hizo su parte.

Por otro lado Félix vuelve a tomar asiento y frota sus sienes intentando relajarse. No puede creer que Henry haya ido hasta su oficina a decirle todas esas estupideces. Conoce a Ulises desde niño, siempre ha sido tímido y pacífico, es imposible que haya lastimado a alguien.

Abre el cajón de su escritorio y saca de allí una foto del chico y su madre que guarda desde hace muchos años. Debía tener unos catorce años en ella. Su expresión seria y vacía, carente de cualquier emoción podría asustar a cualquiera que no sepa por los traumas y abusos que pasó. Y sí, es un chico raro, pero todos artistas lo son, él mismo siempre ha sido considerado un excéntrico.

Lo mejor será restarle importancia a esas habladurías. Vuelve a guardar la foto en el cajón y sale de la oficina a supervisar los ensayos para la función de esa noche.

Ulises toma el teléfono y marca los números que le dio la chica de la recepción de la clínica psiquiátrica una vez más

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Ulises toma el teléfono y marca los números que le dio la chica de la recepción de la clínica psiquiátrica una vez más. Necesita hablar con el doctor Toledo tan pronto como pueda pero no hay forma de contactarlo desde que se fue del país. Nadie contesta el teléfono así que deja un mensaje de voz:

"Doctor Toledo, soy yo Ulises. Por favor llámame cuando pueda, necesito hablar con usted. Es sobre Verónica".

Vuelve a guardar su teléfono e intenta comer la mitad del sándwich de atún que compró en la cafetería. La otra mitad la envuelve con una servilleta y la guarda en su mochila. Mira el reloj y se da cuenta de que aún falta mucho para que termine su descanso, por lo que saca su cuaderno y un lápiz y empieza a dibujar unos ojos verdes que lo observan desde la noche anterior.
En ese instante su teléfono celular empieza a timbrar. La llamada es de un número privado, pero aún así contesta.

—Ulises, soy el doctor Toledo. —Escuchar su voz le causa un repentino alivio.

—Doctor, gracias por llamarme. Necesito su ayuda —le implora.

—¿Alguien te pidió que me llamaras? —pregunta.

—No, para nada... yo. Necesito nuevas pastillas, creo que estoy empeorando —intenta explicar.

—¿Qué quieres decir?

—Recuerda la amiga de la que le hablé en mis sesiones. Verónica. Ella está muerta, pero ayer pude verla y me habló. —Él doctor Toledo se queda en silencio unos eternos segundos.

—¿Aún puedes verla?

—Sí, me sigue a todas partes —confiesa—. ¿Significa que estoy loco?

—No, para nada —lo tranquiliza—. ¿Has descuidado el medicamento?

—Sí, pero volví a tomarlo.

—Continúa haciéndolo y poco a poco desaparecerá. Puede que sea a causa de un descontrol neurológico causado por tu inconsistencia con las pastillas ligado al dolor que te causa la pérdida de tu amiga. Solo recuerda que no es real.

—¿Porqué se fue así doctor? ¿Cuándo volverá?

Ulises nunca entendió la repentina partida del doctor. Se había ido sin avisar ni referirlo con alguien más, y hasta ese momento había sido imposible contactarlo. También le pareció curioso que coincidiera con la muerte de Verónica y el destape de la red de secuestros que ella y su hermano Oscar dirigían. Estaba casi seguro de que él estaba involucrado, después de todo fue él quien lo guio hasta ellos.

—Me tengo que ir Ulises. Por favor no le cuentes a nadie que hablamos ni que tienes esas visiones. Llámame cuando tu medicamento esté a punto de terminar, te conseguiré más. Adiós.

Ulises volvió a guardar el teléfono el su bolsillo y miró el retrato incompleto que había dibujado. Sólo estaban lo ojos, unos ojos que lo miraban directamente a él, justo como el fantasma de Verónica lo hacía en ese momento.

—No es real, no es real —susurra antes de tomar su mochila y volver al trabajo, olvidando la libreta.

El club de los amores imposibles (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora