Capítulo Catorce

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Para la suerte de la muchacha unos nuevos invitados captan la atención de los anfitriones, así que se despiden de ella con cortesía y se alejan, permitiéndole por fin respirar.

—Lo lamento mucho —se excusa Henry, ofreciéndole una copa de champán.

—¿De qué hablas? —Finge ignorancia y acepta la copa de que le ofrece, tomando el contenido casi de un sorbo.

—Sé que mis padres pueden ser un poco intensos, es que se casaron muy jóvenes y quieren que yo haga lo mismo. Me quieren mucho a pesar de ser adoptado.

—Sí, eso veo —dice ella incómoda. No pretendía tocar ese tema.

—Sé que crees que soy un idiota, es más todos lo piensan. —Diana quiere refutar algo, pero él se lleva un dedo a los labios indicándole que calle—. De niño era molestado por otros; era golpeado, insultado y humillado constantemente, y aún más después de que descubrí que mi pasión era la danza. Mis padres fueron los únicos que me apoyaron. Aparte de ellos, sentía que todos a mi alrededor me despreciaban; estuve a punto de suicidarme; ellos llegaron a tiempo y me detuvieron, me dijeron lo mucho que me amaban y que no podía permitir que nadie me hiciera sentir menos de lo que soy. Desde entonces decidí que no lo haría, que sería fuerte de cuerpo y mente.

La actriz se conmueve al escuchar estas palabras. Jamás se imaginó que Henry hubiera sufrido tanto en su niñez, es comprensible que fuera tan altanero a veces, pues es solo un mecanismo de defensa para no ser lastimado. Ahora que sabe esto se siente más empática y relajada con él. Por primera vez en toda la noche le da una sonrisa genuina.

Después de terminar su copa Henry invita a Diana a bailar y ella acepta sin problema. Mientras caminan a la pista de baile la chica ve una cara conocida.

—¿Qué no es ese Félix?

Henry gira para verlo y todo su cuerpo parece tensarse.

—Sí... Mis padres mencionaron que lo invitarían. Es muy importante en la comunidad artística de la ciudad así que quieren tenerlo contento.

—Entiendo

Diana continúa mirando a Félix hasta que este se percata y le sonríe desde la distancia. Ella le devuelve la sonría; intenta ir a saludarlo, pero justo en ese momento llegan a la pista y Henry le extiende la mano. Piensa que sería una descortesía no aceptarla, así que la toma y decide ir a saludar al artista después. La música de orquesta sinfónica empieza a sonar y ellos empiezan a bailar al son de la música, prácticamente volviéndose el centro de atención de todos, al instante. Henry fija su mirada en ella mientras la guía de un lado a otro y la hace girar varias veces. Diana le sostiene la mirada y le sonríe quedamente pues, para su sorpresa, se siente bastante cómoda con Henry esa noche.

Al finalizar la música todos le aplauden como si acabaran de ver una puesta en escena de algún espectáculo parisino. Ambos chicos ríen y salen de la pista para dar oportunidad a otros de bailar.

—¿Te gustaría dar un paseo por el jardín? —La invita Henry.

—Me encantaría —acepta ella.

Caminan por el jardín, atravesando las mesas decoradas con orquídeas y las fuentes de agua con réplicas de esculturas famosas hasta llegar a un invernadero, donde ya casi no se escucha la música de la orquesta. Diana se queda maravillada con todas las hermosas flores y plantas dentro del lugar, tanto así, que no se da cuenta de que Henry no ha apartado la mirada de ella hasta casi un minuto después.

—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? —pregunta abochornada.

—Es que eres hermosa —contesta.

El club de los amores imposibles (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora