Capítulo Veintiséis

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Ulises llega al teatro totalmente exhausto, estuvo toda la noche pensando en Diana, en Verónica y en que es lo que debe hacer. Sus sentidos se ponen en alerta, al ver una patrulla de la policía estacionada frente al lugar y un escalofrío recorre todo su cuerpo; está casi seguro de que están allí por Diana, alguien ya reportó su desaparición. Inhala y exhala un par de veces antes de entrar, y hace lo posible por ocultar su nerviosismo.

Una vez dentro observa a dos agentes uniformados hablando con Félix y Jordan. Intenta fingir que no le importa y que solo está allí haciendo su trabajo, cuando en realidad toda su atención está en el cuarteto de personas. No puede escuchar lo que dicen, puesto que se posiciona algo lejos para no levantar sospecha, pero logra ver cuando Jordan empieza a llorar tras algo que le dice uno de los uniformados. Félix le da unas palmadas en el hombro y el actor inmediatamente recupera la compostura, aunque aún continúa limpiándose las lágrimas.

Los policías no parecen conmoverse por su arrebato y se limitan a asentir; uno de ellos escribe algo en una pequeña libreta. Después de unos minutos más, de lo que asume son preguntas sobre Diana, se marchan del teatro. Jordan se retira hacia las bambalinas, afligido ante la mirada de los demás miembros del personal que, a diferencia de él, no les interesa disimular su interés en lo que está pasando. Félix les lanza una mirada de reproche y todos vuelven a trabajar; es entonces cuando Ulises se da cuenta de que faltaron muchas personas ese día, incluyendo a Henry y otros de su equipo. Tampoco le sorprende mucho, después del desastre de ayer es probable que muchos aún se sientan conmocionados y otros fueron a visitar a las chicas accidentadas. Al pensar en eso recuerda que Estela está en esa situación gracias a él, sin embargo, sigue sin sentirse culpable por ello.

Lo que Ulises no había notado hasta ahora, es que algunas personas no dejaban de mirarlo a él también. Después de que los policías se fueran y Jordan se retirara, Ulises se convierte en el nuevo tópico de los murmullos, pero era de esperarse, puesto que envió a una de las chicas al hospital. Seguro creyeron que su aflicción y culpa no le permitirían ir al trabajo ese día, y ahora que lo piensa tal vez eso debió hacer. Decide ignorarlos y continuar con su tarea de recoger los paneles y materiales de escenografía para guardarlos hasta que se reanude la obra.

—Oye, Ulises. —Uno de los tramoyistas se acerca a él y toca su hombro por detrás, sorprendiéndolo.

—Sí...

—Quería que supieras que todos estamos contigo. Sé que no hablamos mucho, pero sabemos que lo de Estela fue un accidente así que no tienes que preocuparte. —Ulises asiente sin mirarlo a los ojos, no quería que notara que no estaba para nada afligido por eso.

—Gracias. ¿Tú sabes cómo están ella y la otra chica? —pregunta con fingido interés.

—No las he visto, pero si me entero algo te lo diré. Ahora debo volver al trabajo antes de que Félix regrese. Nos vemos amigo.

El chico se aleja dejando a Ulises con una expresión seria en su rostro, después de llamarlo amigo. A decir verdad, la mayoría de sus compañeros eran amables con él al principio, pero a pesar de eso siempre ha preferido mantenerse al margen hasta que todos empezaron a ignorarlo y a tacharlo de raro. Se le hace curioso que algunos aún lo intenten.

Recoge todo lo que puede del escenario, poniéndolo en una carreta para llevarlo hasta el almacén. Para llegar allí va tras bambalinas, siguiendo por el pasillo de los camerinos, pasa frente a la sala de ensayos y los baños. Ya está cerca de la puerta cuando nota la sombra de alguien a una corta distancia, se acerca despacio intentando adivinar de quien se trata para no tener que preguntar.

El almacén tiene un horario de días específicos en los que cada quien que esté autorizado puede visitarlo y ese día le toca a él, por lo que no puede ser ninguno de sus compañeros; sabe que no es Félix, pues es muy alto; y los actores y bailarines no tienen nada que buscar en esta área. Avanza un poco más dándose cuenta de que se trata de Jordan. El chico al verlo arremete contra Ulises, tomándolo del cuello y poniéndolo contra la pared con una ira implacable, haciéndolo soltar la carreta y que esta se voltee.

—¡Tú la tienes maldito degenerado! ¡Confiesa de una vez! —grita.

Ulises siente miedo por un instante, aunque logra disiparlo un poco cuando nota los ojos rojos y las lágrimas que aún resbalan por las mejillas de Jordan.

—Suéltame, no sé de qué hablas. —Logra decir con dificultad.

—¡Diana! Tú siempre la acechabas y ahora está desaparecida. ¡Dime que le hiciste!

El escenógrafo empieza a enrojecer, las palabras ya no salen por su garganta y, aunque lo intenta, no puede quitar las manos de Jordan de su cuello. Está a punto de darse por vencido cuando su agresor decide soltarlo. Tose con fuerza por el dolor, mientras se aleja de él arrastrándose por el piso unos cuantos centímetros.

—Lo... lo siento, me alteré... perdóname —dice Jordan recostándose de espaldas de la pared y resbalando hasta caer al suelo, derrotado y cansado—. Todos creen que fui yo. Sus padres, su tía, la policía... pero yo no sé dónde está, lo juro. —Un sollozo escapa de su garganta sin que pueda evitarlo.

—¿En serio la amas? —pregunta Ulises desde el suelo, mientras intenta con dificultad levantarse y quedar en la misma posición que está Jordan, quedando ambos frente a frente.

—Sí, la amo con toda mi alma.

—¿Y por qué la engañaste entonces? —Le reclama. Jordan lo mira furioso por un momento, antes de que la angustia y el remordimiento se apoderaran de su expresión.

—Porque soy un idiota que no la merece. Estela nunca significó nada para mí, ni siquiera me importa su maldito accidente. Esa noche estaba enojado con Diana, ella aprovechó para seducirme y yo... simplemente me dejé llevar —confiesa.

Ulises lo mira fijamente mientras habla, se ve tan demacrado y cansado como él. Sus palabras suenan sinceras, a pesar de que no justifican que le haya hecho eso a Diana. Sin embargo, para cumplir su promesa de salvar a Diana necesita ayuda y Jordan es fuerte, muy fuerte.

—Yo no le hice nada a Diana, pero sé dónde está y quien se la llevó.

—¿Cómo que tú sabes quien se la llevó? ¡Dímelo en este instante! —Los ojos del actor volvieron a llenarse de ira y confusión.

—Su nombre es Verónica. Creía que era mi amiga, pero es una mujer muy peligrosa. Le confesé que me gustaba Diana y ella se obsesionó con la idea de ayudarme a conquistarla, jamás pensé que haría algo como esto.

—Entonces sí es tu culpa. —Sentencia con voz gélida— ¿Sabes dónde la tiene?

—Eso creo, no estoy seguro.

—¡Entonces vayamos a la policía de una maldita vez!

—No podemos, si lo descubre ella la matará. Yo... yo tengo un plan, pero necesito ayuda.

Jordan se siente consternado y furioso, mira con repudio al chico albino al tiempo que frunce el ceño, no confía en él, ni cree del todo en lo que dice, pero hay una posibilidad de que sí sepa dónde está Diana y él es capaz de cualquier cosa por encontrarla. Talvez miente, talvez toda la historia es inventada y fue él quien la secuestró, si es así el mismo lo matará con sus propias manos. Asiente con la cabeza, indicándole a Ulises que lo ayudará... pero estará alerta, muy alerta.

El club de los amores imposibles (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora