Capítulo Treinta Y Tres

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Ulises llega a la cabaña con comida y ropa nueva para Diana en su mochila. Antes de entrar mira a todos lados con paranoia y lanza un suspiro de alivio. Hace días que no ve a Verónica, no la ha  escuchado ni sentido su aroma. Talvez el doctor Toledo tenía razón y sólo necesitaba tomar sus pastillas con regularidad, el problema es que se les están agotando y no ha podido contactarlo otra vez. Tiene mucho miedo de que vuelva a aparecer, pues sabe lo vulnerable que es ante ella.

Respira profundo y entra en la morada. Diana está dormida sobre el colchón, acurrucada y cubierta por una manta que él mismo obsequió para que se protegiera del frio. Se acerca a ella lentamente y se agacha para acariciar su pelo, ella reacciona al contacto pero no despierta, así que él aprovecha y la observa con mayor detenimiento. Su pelo alborotado, sus labios carnosos, sus mejillas sonrojadas... es lo más parecido a un ángel que jamás ha visto.

Siente la impetuosa necesidad de quitarle la manta y explorarla con más detalle, pero se contiene. En lugar de eso toca su mejilla con sus dedos con delicadeza, hasta que ella empieza a abrir lentamente los ojos y él se aleja unos centímetros.

—Hola —dice ella con suavidad, mostrando menos miedo hacia él que las veces anteriores.

—Hola —responde Ulises—. Te traje ropa nueva.

—Gracias. Yo iré a tomar un baño.

Se levanta del colchón y toma las prendas que él le ofrece. Se dirige hacia la ducha y cierra las puerta tras ella. Desde esa vez que bailó para él decidió dejarla con las manos desatadas y ahora puede hacer las cosas por sí misma. Tal vez por eso ya no muestra tanto recelo.

Aprovecha los minutos que tiene para limpiar un poco el lugar y servir en la mesa la comida que compró en un restaurante indio especialmente para ella.

Diana se reúne con él justo cuando está a punto de terminar. Tiene puesto unos jeans holgados y una camiseta negra con el logo de una banda de rock.

—¿Qué hay de comer? —pregunta sentándose en la silla frente a él.

—Traje comida India. Espero que te guste. —En realidad lo hizo con toda la intención, pues los padres de Diana son de India.

—Me encanta, hace mucho que no la como. —Se sirve una samosa, con pan pita y pollo tikka masala en su plato.

—Supuse que la comerías todo el tiempo —comenta Ulises.

—En realidad solo la como cuando voy a ver a mis padres. La comida India es en su mayoría vegetariana y yo amo la carne roja —confiesa con una sonrisa.

El artista se siente feliz de que la chica parezca estar a gusto con su compañía, aunque no puede evitar pensar en el porqué. Talvez esté planeando algo o talvez solo es su paranoia. Verónica seguro sabría identificar lo que pasa por su mente...

—¿Porqué estás actuando así... tan calmada? ¿Ya no me temes? —pregunta confundido.

Ella se queda callada unos segundos antes de contestar.

—Tú me soltaste —dice mostrándole las muñecas—. Creo que en serio no quieres hacerme daño y eso me hace estar más tranquila. Tengo la esperanza de que pronto recapacites y me dejes ir, pero mientras tanto quiero disfrutar la comida.

Diana empieza a comer y segundos después Ulises también lo hace. Todo está en verdad delicioso, aunque es la primera vez que come comida India, por lo que no tiene con qué compararla, pero si que le está gustando.

Mira de reojo a su acompañante y parece distante a pesar de intentar disimularlo. Para él es obvio que por más que trató de fingir simpatía le es imposible, su asco por él es se lo impide. Esto lo entristece sobre manera ya que por un segundo se permitió tener esperanza...

—¿Tienes hermanos? —pregunta la chica de repente.

Esta pregunta lo sorprende y se queda sin palabras por un momento.

—No. Soy hijo único ¿Porqué... lo preguntas?

—Es que casi no sé nada de ti y sentí curiosidad —responde encogiéndose de brazos—. Por cierto, yo también soy hija única.

—¿Qué más quieres saber de mi? —pregunta Ulises esperanzado.

—No lo sé —dice sirviéndose otra samosa—. ¿Dónde aprendiste a dibujar?

—Creo que siempre he sabido como hacerlo. Quise ir a la a escuela de arte, pero no podía pagarla.

—Que mal. Seguro hubieras tenido mucho éxito. ¿Qué hay de tus padres? ¿Dónde están?

—Murieron —responde inexpresivo.

—Oh... yo lo siento mucho.

El entusiasmo de Diana casi se desvanece al escucharlo. Su plan era intentar ser tan amable como pudiera con Ulises, que dejara de verla como el objeto de sus obsesiones y empezara a verla como una amiga. Talvez esto lo haría entender que lo que hacía estaba mal y terminaría liberándola.

A pesar de todo lo que hizo ella se aferraba a la idea de que era un buen chico con una mente perturbada, y ahora lo acaba de comprobar. Ulises tiene un pasado trágico, es comprensible que esté tan trastornado y, aunque eso no justifica que haya matado a alguien, ella está segura de que puede convencerlo de entregarse.

—Está bien, fue hace mucho —dice evitando mirarla a los ojos.

Ella cambia de tema para no seguir entristeciéndolo. No puede ni siquiera imaginar lo que es perder a uno de sus padres, mucho menos a los dos y si estuviera en su lugar sería la última cosa de la que quisiera hablar. Empieza a hablarle sobre su pasión por la danza y como desde niña siempre ha sido su gran sueño llegar a Broadway y convertirse en una gran estrella.

Él la escucha atentamente, quiere guardar en su memoria cada palabra que ella diga, cada mirada y cada sonrisa que le dedique. Quiere creer que él le importa, que ya no lo ve como un monstruo, sin embargo, una presencia familiar se posa a su lado con su característica sonrisa.

—En serio te la estás creyendo ¿Verdad? Ella miente. Todo es mentira —susurra Verónica en su oído.

El club de los amores imposibles (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora