Capítulo Veintinueve

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Diana se levanta del sofá al escuchar entrar a Ulises y le sonríe tímidamente cuando el se acerca a ella, solo para disimular el terror que le causa su presencia. Es cierto que hasta ahora no la ha lastimado, le permite bañarse todos los días y también le trae comida, incluso limpió toda la mugre y hedor que había en la cabaña. Es mucho mejor a lo que vivió sus primeros días allí, cuando esa mujer desquiciada la drogó y amordazó.

Pero sabe que en cualquier momento el chico puede tener otro colapso mental y asesinarla como lo hizo con Jordan. Por eso tiene que continuar siguiéndole el juego y acumulando fuerzas hasta que pueda lograr escapar.

Cuando Ulises le declaró sus sentimientos y ella lo rechazó jamás pensó que ese chico tímido y amable podría ser capaz de algo tan atroz como mandarla a secuestrar y luego asesinar a su novio en su presencia. Ahora estaba allí; atada de manos, las que solo le soltaba para permitirle ducharse, encerrada en una cabaña que aparentemente había sido diseñada para eso pues no había forma de escabullirse. Las ventanas tenían barrotes, no había ductos de ventilación y la única puerta era hermética y solo abría con la llave. En pocas palabras no había escapatoria.
Ulises deja caer en el suelo su mochila y saca comida, ropa y cuadernos de dibujos.

—¿Qué vamos a comer hoy? —le pregunta fingiendo entusiasmo.

—Traje salchichas y vegetales —responde Ulises mostrándole las latas.

Con excepción de la primera vez que estuvo allí y le confesó porqué hizo lo que hizo, no han hablado mucho desde entonces, él sigue siendo tan escueto como siempre. Ni siquiera la ha tocado. Sólo le habla si ella lo hace primero. Esa actitud antes le parecía tierna a Diana, pero ahora le da escalofríos.

—Están bien —le dice de repente—. Tú tía y tu prima están bien. Creen que tú y Jordan se fueron a Broadway y que llamarás cuando hallas triunfado.

Escucharlo decir eso fue desgarrador para ella. Significaba que ya no la seguirían buscando. Sin embargo intenta no demostrarlo y continuar mostrándose apacible.

—Ellas saben que siempre ha sido mi sueño ir a Broadway.

—Seguro triunfarás allá. Eres muy talentosa. —Su rostro se ilumina al pensar en la posibilidad de que él la libere.

—¿Eso quiere decir que me dejarás ir? —pregunta esperanzada.

—Es hora de comer —dice él sin responder su respuesta.

Sirve los vegetales y las salchichas en un plato desechable y se acerca a ella para dárselos de comer en la boca con un tenedor plástico. Ella come los desaparecidos alimentos aunque no sienta nada de hambre. Después de terminar él limpia su boca y tira los restos a la basura.

—¿Puedo pintarte le pregunta?

Siempre le pide permiso antes de pintarla y solo asiente resignada. La cabaña está llena de retratos de ella y eso la vuelve loca. No entiende porqué está tan obsesionado con ella.

—Ulises ¿Qué es lo que quieres de mí? —Le pregunta decidida—. Solo vienes a alimentarme y a dibujarme y luego te vas. No sé cuanto tiempo más lo soportaré. Tienes que terminar esta locura y dejarme ir antes de que sea peor para ti —ruega.

Sabe que se está arriesgando al decirle esas cosas pero tiene la esperanza de que él reaccione y entienda lo mal que está.

Ulises, que continuó dibujando mientras ella hablaba, deja el lápiz en el cuaderno, levanta la cabeza y la mira por primera vez a los ojos desde que llegó.

—Tú me temes ¿No es verdad?

—Tú me secuestraste y mataste a mi novio. Como no quieres que te tema —dice con la voz quebrada.

—Entiendo. —Se pone de pie y guarda su cuaderno en la mochila. La engancha en su espalda y camina hacia la puerta. Antes de salir se voltea hacia ella—. Yo jamás te haría daño Diana. Sólo quise salvarte porque te amo y solo espero que algún día lo entiendas y me correspondas.

Dicho esto sale de la cabaña cerrando la puerta tras sí. Diana al verlo salir cae de rodillas al suelo exclamando un grito de frustración y dolor.

Ulises llega a su departamento y sin previo aviso empieza a golpear una de las paredes con los puños cerrados cargado de rabia hasta que sus nudillos sangran

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Ulises llega a su departamento y sin previo aviso empieza a golpear una de las paredes con los puños cerrados cargado de rabia hasta que sus nudillos sangran.

No tiene idea de lo que está haciendo ni como arreglar la situación. Él solo quiere que Diana lo ame, pero eso nunca pasará, ella solo finge simpatía porque teme por su vida. Esa vez que dijo que lo amaba solo lo hizo porque creía que él la mataría a ella también si no lo hacía; y aún sabiendo que era mentira lo tomó y se deleitó con esas falsas palabras.

Se deja caer en el suelo mientras que las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos rojos. Diana tiene razón, esto debe terminar. Talvez debería dejarla ir y luego quitarse la vida, tal como lo hizo su madre.

—Ulises, cariño ¿En qué estás pensando?

Escuchar esa voz familiar hizo que sus sollozos se calmaran para buscar la presencia a la que pertenecía. Su corazón se acelera al mismo tiempo que todo su cuerpo se queda paralizado presa del pánico al ver la figura de Verónica a su lado.

Ella lo mira con sus hipnóticos ojos verdes y su enigmática sonrisa en los labios. Lleva puesto uno de sus sensuales vestidos, mostrando un pronunciado escote. No cabe duda de que es ella pero ¿Cómo es posible? Verónica está muerta, el mismo la mató. Tiene que ser una alucinación de su trastornado cerebro, es la única explicación.

—Te extrañé mucho amor, dime ¿Qué has hecho en mi ausencia? —dice ella mientras se acerca a él y acaricia su mejilla con el dorso de la mano.

Él quiere alejarse, pero es inútil, no puede moverse. Su aroma lo envuelve dándole más realismo a la visión. No sólo su cuerpo está paralizado sino también sus labios, pues todo este tiempo a querido gritar por no logra emitir ningún ruido.

Por fin sus extremidades ceden, logra ponerse de pie y corre hacia baño. Allí lava frenéticamente su rostro y toma dos de las pastillas que le recetó el doctor Toledo mientras se convence así mismo de que lo que vio no es real, que sólo una consecuencia de haber descuidado el medicamento.

Pero al volver a su cuarto ella está allí, esperándolo en el mismo lugar donde la dejó.

—¿Cómo puedes estar aquí? Tú estas muerta —dice despacio.

—Vine para ayudarte Ulises. Me necesitas.

El club de los amores imposibles (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora